martes, 24 de octubre de 2017

Un culebrón en el salón

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Hace unos días estuve en La Palma. Ojalá que la especulación no active nunca la piqueta en esa preciosidad. Ojalá. Hacía seis años que no iba y me volvió a enamorar. La Palma es como ese chiquillaje adolescente al que recuerdas con simpatía. 
En fin, la cosa es que una familia palmera a la que no conocía quería contarme lo que ellos calificaron de algo delicado. A golpe de teléfono me dieron pistas sobre “el asunto” algo que para mí se convirtió en un pequeño misterio. El tiempo pasaba y el bucle de dimes y diretes se eternizaba. Escuchaba testimonios enrevesados que disparaban acá y allá, pero no tenía un solo documento que avalara lo que contaban. De tal manera que llegamos a la conclusión de que lo mejor sería vernos las caras, reunirnos y poner las cartas boca arriba. Como digo, ya tenía alguna pista, pero solo eso, es decir, nada. Un amigo común les facilitó el contacto y comenzamos a comunicar a cuenta gotas. Había tres personas cercanas a los 85 años, hijos, nueras, nietos y yernos. Ya tenía curiosidad por saberlo todo así que trece personas nos reunimos en una casa de La Palma, amplia, fresca, cómoda, con piscina a la salida de la cocina y el olor a paella que lo inundaba todo.
Estaba tan intrigada que una vez hechas las presentaciones y tener claro quienes llevaban la vara de mando, dos mujeres mayores, 72 años, pregunté ya en la mesa. “¿Qué hago yo aquí?, ¿para qué me quieren?”, preguntas mágicas que activaron a borbotones sus mentes, sus lenguas, sus manos, todo. “Queremos que escriba la historia de la familia, pero la historia de verdad, no la que nos hemos han inventado…”. Esperaba todo menos eso, es decir, hijos que no son hijos legítimos, hermanos que tampoco lo son, padres de hijos y sobrinos a la vez.
Escuchando lo que escuchaba no sabía dónde fijar la mirada así que saqué la pluma y me dediqué a hacer trazos en un folio. Aquello era un rebotallo de familia. No entendía nada, pero había una bala en la recámara y la dispararon: “Queremos que la cuente desde los bisabuelos hasta hoy, que cada uno sepa lo que lleva a la espalda, su herencia. De donde viene y a donde van. Los viejos quieren morir en paz; que todos conozcan una verdad, tal vez hasta delictiva, que se silenció durante años. Daba miedo”.
Gran culebrón, pero ¿para qué publicarlo?
No sé…

FUENTE: https://marisolayalablog.wordpress.com/

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