Radicalización de la teoría de género, socavación de la libertad religiosa, campañas de acoso a los disidentes o la imposición de la ideología de género en las aulas son algunos de los sucesos que han seguido a la aprobación del “matrimonio homosexual” en Gran Bretaña
El pasado mes de septiembre, Australia iniciaba una consulta postal para sondear la opinión, no vinculante, de los australianos sobre el “matrimonio homosexual”. Antes del 7 de noviembre, los australianos deben devolver sus respuestas a la pregunta: “¿Debe cambiarse la ley para permitir que se casen las parejas del mismo sexo?”. El 15 de ese mes se anunciará el resultado.
David Sergeant / The Spectator Australia– Hace cuatro años, en medio de mucha incertidumbre, cuatrocientos miembros del Parlamento británico votaron para redefinir el matrimonio en el Reino Unido.
El entonces Primer Ministro David Cameron anunció que, a pesar de no llevar incluida esta cuestión en el manifiesto pre-electoral de su partido, serían los miembros del Parlamento los que decidirían sobre el destino del matrimonio.
Ahora le toca a Australia elegir, pero hay una diferencia clave: a diferencia de Gran Bretaña, será la gente la que decida. Lo admitan o no, todo el mundo está de acuerdo: es una decisión que tiene una importancia enorme.
Por lo tanto, parece lógico analizar las consecuencias del potencial cambio examinando las naciones en las que la redefinición ya ha sido llevada a cabo.
En el Reino Unido ha quedado bastante claro que la redefinición ha afectado a mucha gente, en muchos ámbitos. A primera vista, estos ámbitos parecen no tener nada que ver con la redefinición de matrimonio. Sin embargo, los cambios posteriores han demostrado que están totalmente entrelazados.
Género. La actual Primera Ministra, Theresa May, ha revelado su intención de abolir la necesidad de una consulta médica antes de la reasignación de sexo. Bastará rellenar un formulario oficial. Un comunicado de prensa del Ministerio de Igualdad explícitamente anuncia que dicha intención «se añade al progreso» que ha significado el matrimonio entre personas del mismo sexo. El periodista de The Guardian Roz Kaveney alardeó que cambiar de género es ahora «casi tan fácil como cambiar de nombre con una declaración legal».
La «revolución de género británica» no pasa desapercibida. El transporte de Londres ha prohibido el uso de palabras «heteronormativas» como «señoras» y «caballeros». Mientras tanto, las universidades del país amenazan con «bajar la nota» de los estudiantes que sigan usando los pronombres «él» y «ella». En cambio, los «pronombres de género neutro», como «ze», deben aplicarse a todo el mundo.
Stonewall, el lobby LGBT más importante del Reino Unido, está encantado con esta radicalización de la teoría de género. Su eslogan orwelliano: «Aceptación sin excepción», es bien visible en pósters y anuncios. Los políticos, en la carrera para ser su mayor defensor, rivalizan en radicalidad en el frente emancipatorio de los derechos de los transgénero.
Libertad religiosa. Mucho se ha hecho en el Reino Unido, en relación a las supuestas exenciones, para garantizar que los creyentes pudieran mantenerse siempre fieles a sus convicciones.
Cuatro años más tarde, esa misma gente que hizo «promesas sinceras» trabaja ahora sin descanso para socavarlas. La Ministra de Igualdad Justine Greening ha insistido para que las iglesias se adecuen a los tiempos modernos.
Del mismo modo, el Portavoz de la Cámara de los Comunes, un cargo que se supone políticamente neutro, ha declarado: «Siento que sólo tendremos un verdadero matrimonio igualitario cuando podamos casarnos en una iglesia si queremos hacerlo, y sin tener que luchar con la iglesia para conseguir una igualdad que debería ser tu derecho».
Ha quedado claro, en este año de elecciones generales y después de la redefinición del matrimonio, lo militante que es el lobby LGBT. El primer objetivo fue Tim Farron, líder del tercer partido político más importante de Inglaterra, los Liberal Demócratas. Llegó a oídos de destacados periodistas que Farron era un cristiano practicante. A partir de ese momento, en cada entrevista que se le ha hecho, han exigido que respondiera. ¿Cree usted que el sexo homosexual es un pecado? Farron prácticamente ha implorado que se le permita mantener separados su fe personal y sus convicciones legislativas. Durante décadas, ha dicho, ha apoyado verbal y legislativamente al lobby LGBT. Asimismo, ha apoyado durante mucho tiempo el matrimonio entre personas del mismo sexo, votando a su favor con entusiasmo. Pero esto, sencillamente, ya no es suficiente.
Poco después de la campaña electoral Farron dimitió y declaró que ahora es imposible, para un cristiano practicante, tener un cargo prominente en la política británica.
En una evolución dolorosa, y a pesar de la «crisis en las adopciones» en Gran Bretaña, los aspirantes a padres adoptivos que se identifican como religiosos tienen que enfrentarse a verdaderos interrogatorios. Los que han sido juzgados poco partidarios de «celebrar» la homosexualidad han visto hundirse sus sueños de ser padres. Este mes, el Tribunal Supremo de Gran Bretaña ha sentenciado que un matrimonio pentecostal no era apto para ser padres. Aunque el tribunal ha reconocido que en los documentos de adopción se les describe como personas con éxito y afectuosas, ha declarado que «las disposiciones relativas a la igualdad relacionadas con la orientación sexual deben tener la precedencia» sobre todo lo demás. ¿Por qué Gran Bretaña se ha convertido en un país tan retorcido? Todos los judíos, musulmanes, cristianos y sijs practicantes que quieren permanecer fieles a su credo religioso ya no pueden adoptar.
Libertad de expresión. En el periodo previo al voto en el Parlamento fuimos testigos de un acoso incomprensible. Lanzaron excrementos contra la casa del miembro del Parlamento David Burrows, un apacible defensor de la «Coalición para el Matrimonio». Sus hijos recibieron amenazas de muerte y se publicó online la dirección de su colegio. De manera similar, el presentador «conservador» Iain Dale prometió publicar los nombres de los miembros del Parlamento que, siendo gais, no votaban por la redefinición del matrimonio.
Muchos trabajadores británicos han perdido su trabajo. Es el caso de Adrian Smith, despedido por el Manchester Housing Trust, por sugerir que el estado no debe imponer sus leyes en los lugares de fe y conciencia. O el de Richard Page, despedido por mala conducta grave por decir que los niños obtienen mejores resultados si son adoptados por parejas heterosexuales.
Simultáneamente, contrariamente a las «firmes» garantías del gobierno, las pequeñas empresas y negocios se han convertido claramente en objetivos [del lobby LGBT]. Los tribunales de Irlanda del Norte sentenciaron que la panadería de la familia Asher había actuado contra la ley. ¿Cuál es el crimen cometido por este pequeño negocio? Declinar educadamente decorar un pastel con un mensaje político en favor del matrimonio entre personas del mismo sexo. Los tribunales mantienen que los propietarios de empresas deben promocionar la causa LGBT, sin importar las convicciones personales.
Incluso el National Trust, una institución británica con más de cuatro millones de miembros, ha decidido unirse a la cruzada de acoso lanzada por el movimiento LGBT. Publicaron un mensaje en el que exigían que cada uno de los sesenta y dos mil voluntarios del Trust debería llevar obligatoriamente una insignia con el arco iris. Los que dijeran que preferirían no llevarla serían apartados hasta que estuvieran preparados para demostrar públicamente tolerancia inclusiva.
En retrospectiva, la mayoría silenciosa de Gran Bretaña ha permanecido callada durante demasiado tiempo. Reflexionado sobre la redefinición del matrimonio, Ben Harris-Quinney, Presidente del think tank Bow Group consideraba que «el matrimonio entre personas del mismo sexo fue promovido en el Reino Unido como una cuestión de supuesta tolerancia e igualdad. Lo que hemos visto es la mayor desigualdad e intolerancia de la historia reciente, resultante de una cuestión política».
Niños. La «educación sexual» ha sido transformada y alterada en todo el Reino Unido. Los programas televisivos, dirigidos a niños de incluso tres años de edad, fomentan «la fluidez de género» como facilitador de la seriedad e individualidad.
Al mismo tiempo, algunos ministros han negado a padres preocupados el derecho a sacar a sus hijos de las clases de educación primaria. Mientras tanto, «educadores externos» les enseñan a los niños posiciones sexuales, el consumo de pornografía «satisfactoria» y cómo masturbarse. Las preocupaciones sobre las ETS y la promiscuidad son ridiculizadas como «algo anticuado».
Las escuelas religiosas independientes están siendo intensamente investigadas. Louise Casey, una experimentada asesora del gobierno, ha insistido recientemente que ahora no es el momento para que «las escuelas católicas sean homófobas y anti-matrimonio homosexual».
Ofsted, el organismo responsable del asesoramiento escolar, ha sido salvajemente politizado. En 2013, antes de la redefinición del matrimonio, Ofsted visitó la Vishnitz Jewish Girls School, a la que le concedieron una nota excelente. De hecho, no dudaron en poner en evidencia el compromiso y la atención dedicados al bienestar y desarrollo de las estudiantes. Cuatro años más tarde, Ofsted volvió a visitar la escuela. Esta vez la suspendieron en una única cuestión. Si bien observaron, de nuevo, que las estudiantes tenían «suficiente confianza para pensar por sí mismas», informaron de la inadecuada promoción de la homosexualidad y la reasignación de género. Por lo tanto, fracasaba en proporcionar una «comprensión total de los valores británicos fundamentales». Es una de las siete escuelas religiosas que se enfrentan al cierre.
He mencionado que estaba escribiendo este artículo para un buen amigo del Partido Conservador, en mi país. Me había expresado su sincera preocupación. ¿Acaso no había considerado las consecuencias? ¿No me había dado cuenta que lo que había dicho en Australia podía encontrarlo cuando volviera al Reino Unido? «El progreso LGBT es una ola imparable». Mi amigo me decía que estaba bien que yo creyera privadamente que el matrimonio era entre un hombre y una mujer. Incluso él privadamente estaba de acuerdo, que lo que se estaba enseñando en las escuelas primarias era un despropósito.
¿Pero decirlo en voz alta? ¿Imprimirlo? Arruinaría mi carrera y mis relaciones personales.
¡Santo Dios! Es mucho más importante la institución del matrimonio y la libertad de pensamiento, religiosa y de expresión. Es mucho más importante el futuro de nuestros hijos que cualquier ambición que yo pudiera albergar.
Insto a los australianos a examinar la evidencia, a analizar los resultados y a que tengan claro qué están votando. Si fuera sólo el matrimonio, valdría la pena protegerlo.
Pero es infinitamente más.
fuente: https://infovaticana.com/2017/10/29/ha-cambiado-gran-bretana-desde-matrimonio-personas-del-sexo/
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