domingo, 29 de octubre de 2017
Celebrar elecciones autonómicas en Cataluña con TV3 sin intervenir es lo mismo que un Madrid-Barça con Joan Gaspart de árbitro
AR.- Otra vez sale gratis la traición a España en democracia. El golpe separatista no se habría perpetrado sin la complicidad de una tupida red de colaboradores que, sin embargo, no han sido señalados ni lo serán en el futuro.
Cientos de millones de euros han sido depredados en la quimera secesionista, existe una quiebra social y económica desconocida en Cataluña, hemos visto un ambiente general de insurrección contra el Estado, hemos sufrido una policía autonómica posicionada junto a los delincuentes y a espaldas del cumplimiento de sus obligaciones legales, hemos descubierto la existencia de una trama delictiva enseñoreándose de todas las instituciones directa o indirectamente vinculadas a la Generalidad, hemos conocido unos medios informativos encargados de propagar el odio y de instigar a la rebelión, se han exhibido unos centros escolares talibanizados, pagos millonarios a lobbis internacionales para residualizar la imagen de España en todo el mundo. Y todo lo anterior para que al final liquidemos el asunto con algunas medidas administrativas, el cese de algunos responsables y aquí paz y allí gloria.
Sólo políticos tan cobardes y taimados como los que tenemos en España podrían haber permitido que los responsables de una declaración formal de independencia en un organismo dependiente del Estado, salieran del edificio por su propio pie, aclamado por la chusma, sin ser detenidos. Esa imagen constituye el reflejo del fracaso del régimen político del 78. De hecho, ni Ciudadanos se ha atrevido a pronunciar la palabra España cuando tramposamente ha mantenido que la lucha en Cataluña era entre separatistas y constitucionalistas. Como si existiera un sólo patriota español dispuesto a inmolarse por una Constitución que está siendo la causa de todos nuestros males.
Lamentablemente, aunque se logre salir de esta situación en circunstancias más o menos favorables, el daño irreparable ya ha sido hecho y la debilidad del Estado ya ha sido presentada como una credencial a todos los secesionistas del futuro, no sólo catalanes. Es sólo cuestión de tiempo que los separatistas vuelvan a intentarlo, esta vez sin caer en los clamorosos errores ni en las ridículas excentricidades de los últimos meses. El Gobierno de Rajoy se lo ha puesto en bandeja. El Consejo de ministros de ayer dilapidó la oportunidad, que no volverá a tener, de aplicar las medidas prolilácticas que eran imprescindibles para al menos alejar nuevos brotes insurreccionales en el horizonte de los próximos 40 años. Rajoy podía haber ido a la raíz del problema, que es sobre todo la propaganda y la enseñanza, pero no lo ha hecho. Ya conocen ustedes la diferencia entre un estadista patriota y un político mamarracho que sólo quiere ganar tiempo. No lo hizo por muchos motivos que algún día conoceremos, pero sobre todo, no lo hizo para seguir contando con el apoyo envenenado de un partido tan profundamente antiespañol como el PSOE. Establecer una estrategia a favor de la unidad de España con el PSOE de aliado es como invitar a Diego ‘El cigala’ a dar una conferencia en Alcohólicos Anónimos. Convocar elecciones en menos de dos meses, con TV3 sin intervenir, con la misma patulea periodística moldeando a la tribu al gusto de los secesionistas, es lo mismo que un partido de fútbol entre Madrid y Barça arbitrado por Joan Gaspart, el fanático expresidente del club azulgrana.
Entre todas las medidas previstas, la elegida por el Gobierno ha sido la peor para España. Pero antes un detalle muy descriptivo de la deposición moral del partido en el Gobierno: si aceptamos la terminología empleada por representantes del PP llamando golpistas a los responsables de la Generalidad, por qué entonces el vicepresidente del Senado, Pedro María Sanz, hasta bien entrada la noche del miércoles, seguía considerando un “honor” que Puigdemont acudiese a la Cámara Alta a decir no sabemos qué.
Si nos enfrentamos a un golpe al Estado, como han declarado pomposamente muchos dirigentes del Gobierno en las últimas semanas, por qué entonces el Gobierno no ha decidido cortar las principales vías de comunicación de los golpistas. ¿Qué puede cambiar en Cataluña durante el exiguo plazo acordado por el Gobierno hasta unas elecciones económicas si la mafia periodística separatista va a seguir disponiendo de los gigantescos recursos económicos y propagandísticos para seguir instalando en la psique de los catalanes el relato falso de una población reprimida por la odiada España. ¿Qué sentido tiene invocar la legalidad constitucional y dejar los medios de control de masas en las mismas manos que han dado voz a la rebelión contra España? ¿Qué sentido tiene que se haya denunciado recurrentemente el adoctrinamiento en las escuelas, si ahora se deja esas mismas escuelas en manos de una comunidad docente que ha inoculado la hispanofobia en miles de irrecuperables niños catalanes? ¿Qué sentido tiene apelar a la legalidad si se deja en circulación los mismos libros de texto que explican la Historia en clave nacionalista?
Historiadores de la talla del hispanista inglés John H. Elliott, profesor emérito de Oxford, o prestigiosos académicos como Carmen Iglesias, directora de la Real Academia de Historia; Fernando García de Cortázar, uno de los mayores divulgadores de la historia de España; o el investigador del CSIC, Manuel Lucena, especializado en historia global, han denunciado también abiertamente que desde los años 80 la realidad que se explica a los alumnos en los colegios de Cataluña «ha sido falseada».
Un análisis sobre los libros escolares, centrado en manuales de historia de 2º y 3º de Educación Secundaria Obligatoria (ESO), constata con muchos ejemplos que en los institutos catalanes se ofrece a los alumnos una visión distorsionada de la historia de nuestro país, en la que la palabra España es la gran ignorada, y en la que está presente la idea de independencia del pueblo catalán. La asociación AMES, que representa a unos 300 profesores de secundaria, fue la primera en destapar la manipulación del currículo en escuelas y centros de secundaria. Tras su denuncia, y coincidiendo con el punto más álgido del proceso secesionista en Cataluña, las acusaciones por incitación al odio en los colegios se dispararon. Sobre todo se evidencia la intencionalidad de que el alumno catalán no perciba la existencia de una nación llamada España.
A la luz de los hechos, hoy sabemos que lo que el Gobierno ha pretendido es un 155 pastelero y de aliño, que arrastrase algunos cambios para que todo siga igual, en base a no sabemos qué intereses contrarios al interés de España, aunque podemos imaginarlos. Lamentablemente, la tibia respuesta del Gobierno al desafío secesionista no hará sino agigantar la metástasis, al dejar sin efecto las medidas quirúrgicas que habíamos contemplado y que eran del todo necesarias. Pretender tratar una hemorragia venenosa con un flojo torniquete es lo que ha hecho el matasanos de la Moncloa.
Hemos perdido la oportunidad de revertir los acontecimientos y de responder a la deslealtad de los catalanes con la severidad que millones de españoles pedimos a gritos. Al menos nos queda a nosotros la libertad de infringirles el castigo económico al que su naturaleza larvada, engañosa, camaleónica y traidora les hace merecedores.
fuente: http://www.alertadigital.com/2017/10/28/celebrar-elecciones-en-cataluna-con-tv3-sin-intervenir-es-lo-mismo-que-un-madrid-barca-con-joan-gaspart-de-arbitro/
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