domingo, 3 de septiembre de 2017

Los héroes olvidados

Ataque directo

“No sé si has salido alguna vez a cazar al campo y has visto el ademán de los perros cuando ven a una presa, pero aquí es así: cuando suena la chicharra, sube la adrenalina, y en ese momento, saltan todos. Estamos deseando salir, es para lo que estamos preparados: ¡que viene el animal!, decimos.”
Así describe José Francisco Franco Maicas el momento en que suena la alarma en la base de las BRIF de Daroca, enZaragoza. Antes de ser brigadista José Francisco fue agricultor, pastor de cabras y albañil. Ha dedicado toda su vida al campo y a la naturaleza. Es por ello quizá, que con la misma humildad de la que habla de su trabajo bromea con su nombre: “algunos me llaman `Caudillo´ pero de pensamiento y de pie soy zurdo; de mano no, porque de pequeño estaba prohibido”.
Con 49 años, Franco, como le llama todo el mundo, al igual que muchos de sus compañeros, ha dedicado su juventud y los mejores años de su vida a combatir el fuego. “Llevo aquí 22 campañas pero motivado como el primer día”, comenta a la vez da a entender que no entra en sus planes dejarlo en un futuro próximo.
Franco comenzó a trabajar como especialista en las BRIF en el año 1995, poco después de su creación. Ahora es capataz en una de las 10 bases que en la actualidad se reparten por todo el territorio nacional y uno de los más veteranos del oficio.
Lleva más de 17 años al mando de los 7 hombres que junto a él componen una de las dos cuadrillas que conforman cada BRIF. Hombres en los que confía plenamente, a los que podría llamar familia, con los que comparte el día a día y con los que ha bregado en las situaciones más adversas. Hombres que han hecho del fuego y de la defensa de la naturaleza su modo de vida.

Nacidos entre cenizas

Para situarnos en contexto y entender el papel de las BRIF hemos de remontarnos hasta los años 80 y 90, dos de las décadas más aciagas que en materia de incendios se recuerda en España.
Su nacimiento respondió a un intento del antiguo ICONA,-Instituto de Conservación de la Naturaleza-, de crear un cuerpo profesional y altamente especializado que abordara con solvencia los incendios que venían asolando el país en años anteriores. De este modo, se contaría con el asesoramiento del US Forest Service -Servicio Forestal de EEUU-, por aquel momento uno de los cuerpos con más experiencia en materia de extinción y prevención de incendios a nivel mundial, y así se crearían en 1992 las BRIF de La Pata del Caballo, en Huelva, y la del Prado de los Esquiladores, en Cuenca, pioneras en España. Tras un éxito rotundo, en años consecutivos el número de bases aumentaría. En 1993 verían la luz las bases de Pinofranqueado, en Cáceres y la de Daroca en Zaragoza. Tan solo un año después, en 1994, lo haría la de Tabuyo del Monte, en León.
El adiestramiento de aquellas primeras unidades correría a cargo de los Hotshots, la flor y nata del US Forest Service, quienes formarían en las campañas iniciales a los primeros técnicos de brigada nacionales para conformar así las primeras unidades BRIF. Estas heredarían su filosofía, adoptarían sus técnicas y su modo de actuación.
Desde entonces el cuerpo ha cambiado mucho. Las de ahora, cuarto de siglo después, poco tienen que ver con aquellas primeras conformadas para los escasos meses de campaña de incendios. Franco recuerda aquellos años como especialista: “al principio éramos todo gente de campo; gente dura y que sabía muy bien lo que era el monte. Luego empezaron a entrar estudiantes; pero con el tiempo el cuerpo se ha especializado muchísimo y ahora está formado por auténticos profesionales que en exclusiva nos dedicamos a ello”.
Y es que en la actualidad podemos presumir de tener al servicio de nuestros bosques y montes a uno de los cuerpos de extinción de incendios más profesionales y con más experiencia del mundo. Saben a que se dedican y aman su trabajo; “nos pueden meter donde quieran que yo y mi gente allí estaremos”, dice Franco sin vacilar un instante:“milagros no hacemos, pero la verdad es que junto a las unidades helitransportadas de las Comunidades Autónomas y los retenes, que también hacen un trabajo extraordinario, somos de las mejores unidades de extinción de incendios”. Casi en lo que parece un reto añade: “ahí están nuestros números y se pueden ver”. Un reto que, una vez sabes el modo en que estos tipos se juegan el pellejo, no invita a otra cosa que esbozar una sonrisa sincera y de admiración.

El animal

Si existe en la Tierra algún lugar parecido al infierno, es muy probable que este tenga la forma de un incendio forestal; sin duda de uno de los problemas ambientales que con más desvelo requieren nuestra atención en España.
Anualmente la llegada de la canícula en la península Ibérica viene tristemente acompañada de una inevitable oleada de ellos: mayores cada año y cada vez más hambrientos.
Tan solo en 2016 han sucumbido en nuestro país bajo las llamas más de 60.000 hectáreas de superficie forestal, casi el equivalente al Parque Nacional de Sierra NevadaDurante las 2 últimas décadas en España se vienen produciendo una media de 13.000 incendios forestales anuales y si bien es cierto que la tendencia es decreciente, por su naturaleza, los estragos que ocasionan continúan siendo insostenibles tanto en términos ecológicos como económicos.
Pese a ello, en la actualidad gracias a la eficacia de los equipos de prevención y extinción, más de un tercio de estos son sofocados en fase de conato, es decir, antes de alcanzar una hectárea. No obstante, el verdadero problema lo entrañan aquellos que logran crecer hasta convertirse en un Gran Incendio Forestal, un monstruo al que de ahora en adelante, adoptando la terminología profesional nos referiremos como GIF por sus siglas.
Los GIF son incendios de alta intensidad, muy difíciles de controlar y que devoran cuanto encuentran a su paso, poniendo en peligro propiedades y vidas humanas.Afectan a superficies superiores a 500 hectáreas, y resultan tan devastadores que en ocasiones, son auténticos devoradores de vida que arrasan el medio natural de manera irreversible. Estos suponen menos de 0,5% de los incendios que se producen anualmente en nuestro país, no obstante son los responsables de la destrucción de más del 70% de la superficie que expira bajo las llamas.
Pregunto a Franco por el día en que se enfrentó por primera vez a uno de ellos: hace una pausa y se toma unos instantes para pensar su respuesta… Durante ese breve silencio no sé que pensar: quizá 22 años de profesión difuminan aquel momento. Quizá después de innumerables batallas, las palabras que evocan aquel recuerdo se hagan difíciles de pronunciar. “Mi primer incendio fue en el Moncayo” dice finalmente. “Y… recuerdo que… estaba un pelín “acojonao”, la verdad. Para ser el primero fue un incendio bastante potente”.
Pese a la descripciones de los profesionales que los combaten, es difícil hacerse una idea de lo que debe ser aventurarse hacia ese muro de fuego y humo, más, cuando todo ser viviente en las inmediaciones huye en dirección contraria. Sin embargo en el relato de Franco un detalle llama la atención, algo a la vez bastante común entre muchos brigadistas: lo que más le impresionó en aquel primer incendio -y aún sigue impresionando-, no fueron el humo, las llamas, o el calor, si no el ruido del fuego: el sonido de una bestia omnipresente que impasible, ignorando tu presencia, entre el crujir de la madera y el caos, parece abrirse paso desde todos los flancos hasta tu posición: “¡es el ruido del animal, que le decimos!”.
Como ya sabemos, el animal es un monstruo incandescente de 500 hectáreas que puede llegar a alcanzar los 900ºC, y que ayudado por el viento, la sequía o el calor extremo puede convertirse en una auténtica pesadilla.
En los últimos años, son varios ejemplos los que pueden darnos una idea del tremendo poder destructivo de estos incendios forestales. Así, uno de los mayores GIF registrados en España tiene nombre propio y corresponde al llamado incendio de los Rayos que se produjo en Extremadura en agosto de 2003, cuando varios relámpagos provocaron un fuego con más de 30 focos y que consumió cerca de 35.800 hectáreas de terreno. Igual de destructivo fue el de las Islas Canarias solo un año después, en el que otras 35.700 hectáreas acabaron calcinadas.
Pero verdaderamente trágica fue la oleada de incendios que tuvo lugar en 1994, uno de los periodos más funestos que se recuerdan, donde el fuego arrasó con 437.600 hectáreas de terreno -el equivalente a las superficies de las islas deMallorca y Menorca- y se cobró la vida de 30 personas. 22 de ellas fallecieron mientras colaboraban en las tareas de extinción.
Por si mismas las cifras resultan escalofriantes y no es baladí el sobrenombre con el que denominan a un GIF los brigadistas: el animal. Y llegados a este punto en el que el fuego se ha convertido en una pesadilla que avanza imparable calcinando y reduciendo a cenizas todo aquello que encuentra a su paso, es el momento en el que entran en acción las BRIF. Son los encargados de velar por la salvaguarda de nuestros bosques y montes, y son ellos los que, nunca mejor dicho, cuando las cosas de verdad se ponen feas, se sitúan en primera línea de fuego.

En la línea de fuego

Las BRIF son un cuerpo de élite especialmente entrenado en la lucha contra los GIF. Situados estratégicamente a lo largo de nuestra geografía, sus efectivos se reparten en 10 bases organizadas en 3 brigadas, cada una de ellas divididas en 2 cuadrillas e integradas a su vez por un técnico, 2 capataces y 14 especialistas.
Son unidades helitransportadas que gracias a su alta movilidad se encuentran a disposición de cualquier Comunidad Autónoma y se desplazan allá donde les requiera la situación. De este modo acuden en apoyo de bomberos forestales, retenes y agentes medioambientales -sus homólogos en las Comunidades Autónomas-, uniendo sus fuerzas y coordinando con ellos su trabajo. De hecho, junto a la Unidad Militar de Emergencias (UME), es el único equipo humano de extinción que opera a nivel estatal.
Se trata de un trabajo duro y de grandes exigencias, tanto físicas como psicológicas. La iniciación de un brigadista comienza con un “Pack Test”; una prueba física en que el candidato ha de completar caminando –y no corriendo-una distancia de 4.800 metros en un tiempo inferior a 45 minutos. Todo ello cargado con una mochila de 20 kilos correspondiente al peso del equipo.
Una buena aptitud física es condición sine qua non en este oficio, y lo que en muchas ocasiones puede determinar la diferencia entre la vida y la muerte en un incendio forestal. De ahí la necesidad de un entrenamiento constante.
De este modo, en campaña los brigadistas dedican dos horas y media diarias al mantenimiento exhaustivo de su condición física. Durante el invierno, dos veces por semana, se someten a un severo entrenamiento que realizan bajo la supervisión de un preparador físico, cuya figura Franco se empeña en resaltar: “los preparadores son muy importantes. Empezaron entre 2006 y 2007. Antes entrenábamos como a nosotros nos parecía y su llegada se notó muchísimo. Yo he visto chavales entrar aquí tirillas y en 2 años ponerse como auténticos toros”.
Nada desdeñables son tampoco sus jornadas de trabajo. A partir de este momento se une al relato la voz de Pablo González Moreno, presidente de la ATBRIF (Asociación de Trabajadores de las BRIF) que nos acerca a la realidad laboral del gremio: “en campaña trabajamos en turnos de 8 horas que pueden alargarse hasta las 14 en caso de incendio”. 14 horas en un infierno donde los brigadistas se exponen a un extenuante esfuerzo físico y un considerable gasto energético, al estrés térmico, la inhalación de gases nocivos y a una severa deshidratación.
En este sentido Pablo nos habla de uno de los últimos proyectos en los que se han involucrado algunos de los trabajadores de las brigadas, el Proyecto CREIF.
De este estudio de I+D+i llevado a cabo por el licenciado en ciencias de la actividad física y el deporte, Jorge López-Satué, se obtuvo mediante termopares que, durante su labor, los brigadistas se exponen a temperaturas superiores a los 70ºC. Además, una píldora que actúa como marcador biológico, da testigo detemperaturas internas alcanzadas de hasta 41ºC; calenturas febriles que se traducen en daños por hipertermia y que pueden acarrear consecuencias graves para el organismo tanto a corto como a largo plazo.
Son tan solo algunas de las circunstancias con las que los brigadistas han de lidiar, simples cifras a este lado del folio que sin embargo cobran valor entre el crepitar de las llamas. Cifras que, en la vida real, en ocasiones queman; y en ocasiones matan.
Una vez más, es escuchando a Franco que entiendes que si quieres dedicarte a esto tienes que nacer para ello: “para mi el fuego es un modo de vida, es algo que te engancha. Es… como una droga. Pero hay que respetarlo. Hay que buscar sus debilidades. Hay que atender al fuego. Atender a sus avisos, ¡entender sus avisos!; y no esperar una segunda advertencia porque puede ser tarde”.
“Este es un trabajo en el que la cadena de comunicación tiene que ser perfecta”, prosigue. “Si falla un eslabón estamos jodidos todos”. Lo dice en un tono sereno y sosegado en el que se deja entrever la voz de una experiencia ganada a pulso en las más diversas circunstancias, pero sin obviar la realidad a la que se han de enfrentar cada vez las aspas del helicóptero empiezan a girar, se enfundan en sus trajes, y sin vacilar un segundo se dirigen al lugar donde son necesarios. “Vamos a los incendios más grandes y más comprometidos, a las zonas más jodidas e inaccesibles”.
Casi no hacen falta preguntas, Franco se deja llevar y poco a poco me va contando cuanto quiero saber, como trabajan, como es la vida al pie de las llamas: “compañerismo, motivación y esfuerzo son las 3 claves en este trabajo”, me dice. “Yo siempre le digo a los chicos que llevamos todo el año trabajando para esto, que estamos más que preparados, que sabemos lo que tenemos que hacer y… que hay que dejarse la piel en cada incendio al que se sale”. Pero como capataz, Franco es responsable de las almas de sus compañeros y una premisa se eleva por encima de todas las demás: “nuestra vida vale más que cualquier cosa”.
Y de ahí la necesidad de disciplina, de un modus operandi al que aferrarse cuando la situación y los nervios pueden superarte. Porque pese a las horas de maniobras y entrenamientos, los conocimientos científicos y geográficos, la experiencia e incluso el valor, la naturaleza fue, es, y seguirá siendo imprevisible. En un entorno donde un cambio en los designios del viento puede ser fatal, mantener la cabeza fría y saber como actuar se convierte en una cuestión elemental de supervivencia.“El abecé de nuestro trabajo es el protocolo OCELA, me explica. “Observación, Comunicación, Escape, Lugar Seguro y Anclaje. Sin una vía de escape y lugar seguro donde acudir, no entramos a trabajar. Esto es indispensable, sino no entramos en faena”, afirma rotundo.
En estos momentos ya no me encuentro al otro lado de la línea telefónica. Acabo de volver a mi infancia y me limito a escuchar el relato de Franco cual niño encandilado por la aventuras y desventuras de sus héroes de ficción. Salvando un par de diferencias; la primera es que yo rozo la treintena; la segunda y más importante: esto es la vida real. Ávido de historias y anécdotas, interrogo al capataz de la base de Daroca por alguna situación emocionante en la que se hubieran visto implicados él y sus compañeros. Sin embargo lo que vendría a continuación no iba a resultar, cuanto menos, fácil de digerir; Franco continuó con su narración: “situaciones comprometidas muchas… en esta profesión siempre hay un riesgo, ¡pero cuando el riesgo es incontrolable, marcha de ahí! …ruta de escape, zona segura… -es el protocolo y es sagrado-. Claro que me he visto en alguna situación comprometida, de tener que haber `salido por patas´, no una, sino muchas veces… desde que estoy en la BRIF nadie de esta base se ha quedado en el camino, pero otra gente ha tenido accidentes…”.
El capítulo que Franco mencionaría a continuación revela la otra cara de la realidad; el reverso triste de la moneda lanzada al aire que nunca esperas que muestre la suerte. Tuvo lugar en 2009 en la provincia de Tarragona y es conocido como el Gran Incendio de L´Horta de Sant Joan. Las grabaciones de aquel mes de julio dan testigo de la pesadilla vivida, donde por capricho del azar y el cambio repentino y reiterado de las condiciones meteorológicas quedaron atrapados y rodeados por el fuego 6 componentes de las GRAF de Lérida (Grupo de Refuerzo de Actuaciones Forestales). Hoy Ramon Espinet, Jaume Arpa, Jordi Moré, David Duaigues y Pau Costa, descansan a los pies del Parque Natural dels Ports.
Franco y los suyos estuvieron allí: “decidimos retirarnos, era inevitable, lo consideramos una batalla perdida y la seguridad es siempre lo más importante. Vía de escape y zona segura”, reitera. “Ellos decidieron quedarse, uno se salvó, cinco cayeron”, cuenta mientras apesadumbrado hurga en el amargo recuerdo. El único superviviente de aquel infortunio fue Joan Josep Pallás. El director Carles Caparrós narra las vicisitudes que rodearon a la tragedia en el documental: El gran silenci, Horta de Sant Joan.
“Los chicos de aquí estaban afectados”, prosigue. “Decían que no querían salir al monte, pero al día siguiente tuvimos que volver a salir. ¡Y vaya si salieron!. Quizá fue lo mejor que les pudo pasar, al igual que cuando te caes de un caballo, que te tienes que volver a montar enseguida”. Franco conoce de sobra ese sentimiento que deja entrever de nuevo al hablarme del incendio de Cortes de Pallás que se produjo en Valencia en 2012: “No había manera de meterle mano. Ahí es cuando sientes que te ha derrotado el incendio y cuando llegas jodido a casa. Toda la paliza que te has dado ha sido para nada”. -¿Como se supera eso?, le insto a contestar?-“Lo superas con tus compañeros, con la confianza”, responde.
Es entonces, cuando el brigadista cede la palabra a la persona que hay debajo del traje, y aprovechando ese breve instante en que Franco ha bajado la guardia, le pregunto que si de poder retroceder 20 años, volvería a elegir el mismo trabajo. Pero Franco es perro viejo y no iba a caer a en la trampa tan fácilmente: “¡Claro, ojalá me volviera de 20 años”,responde. “Volvería a la BRIF, lo tengo clarísimo!. He sido agricultor, pastor, cazador y bombero forestal; el monte es mi modo de vida. Si tuviera que ir trabajar a una oficina creo que me acostumbraría; a todo se acostumbra uno, pero creo que no sería tan feliz”.
Y es que en ocasiones adversario, y en otras aliado, Franco y sus compañeros conocen el fuego; algunos de ellos no saben de otro oficio. Es su trabajo y es su pasión, y al igual que dos enemigos que se combaten a la par que se respetan, puede decirse que han llegado a temerle casi tanto como a amarlo.

Mientras tanto, lejos de las llamas…

La de los incendios forestales es una cuestión bastante comprometida a la que sin embargo parece que nos hemos malacostumbrado. Para comprender verdaderamente la realidad a la que nos enfrentamos como sociedad, se hace necesario alejarse del foco de las llamas y tomar cierta perspectiva.
Así, la cotidianeidad con la asistimos a las imágenes en cada nueva campaña de incendios ha tenido un efecto desensibilizador al respecto, dando lugar a una percepción infra-dimensionada del problema. Una percepción en la que resulta difícil ahondar en la dramática superficialidad, y que rara vez trasciende más allá de una mezcla efímera de pena y rabia. Por el contrario se trata de un asunto bastante complejo y con muchas aristas.
Al margen de los costes económicos, que en un gran incendio forestal puede llegar a costar a las arcas públicas unos 55.000 euros por hora, las secuelas ecológicas también son muy notables: el suelo queda expuesto al estrés hídrico, a los procesos de erosión y la probabilidad de que se produzcan nuevos incendios se multiplica. La desaparición y fragmentación de hábitats hacen patentes los efectos perniciosos sobre la fauna. Por no citar el papel que las grandes masas forestales juegan como sumideros de carbono y en la regulación climática.
Pese a todo, es necesario comprender que fuego cumple con un papel fundamental dentro de muchos ecosistemas. Se trata al fin y al cabo de un ente natural que cumple en la naturaleza con una función de regulación. El fuego actúa como un mecanismo que sustituye materia orgánica antigua por nueva vida que resurge de las cenizas. Gracias a este, especies mejor adaptadas a los regímenes de incendios establecen progresivamente su dominancia creando equilibrios más estables.
Ya el que fuera el primer presidente de los Estados UnidosGeorge Washington, utilizaría el fuego como analogía de su visión del gobierno. De él diría que: “[…] es un sirviente peligroso y un amo terrible”. Y así, aunque en justa medida el fuego puede resultar beneficioso, el uso y abuso que de él se hace en la actualidad nos ha de obligar a ser extremadamente cautos en su manejo, pues una ínfima chispa el lugar inadecuado puede ser el desencadenante de una auténtica catástrofe.
De nuevo con el presidente de la Asociación de Trabajadores de las BRIF, Pablo Gonzalez Moreno, tengo la posibilidad de ahondar en su casuística, de abordar objetivamente el problema y desmitificar algunas de las ideas preestablecidas que rodean a los incendios forestales y al trabajo de las BRIF.
Pablo corrobora que “existe un desconocimiento generalizado sobre la incidencia de los incendios”. Una de las ideas preconcebidas más generalizadas al respecto es que estos se producen únicamente en verano. Sin embargo el fuego no sabe de estaciones y puede hacer mella durante todo el año. Según Pablo: “los compañeros de las BRIF del noreste pueden llegar a salir casi todos los días durante los meses de febrero, marzo y abril”.
También existe la creencia popular de que muchos incendios se producen por intereses urbanísticos. Estos existen claro, pero son los que menos y sobre todo se dan en levante”, continúa. “Las negligencias en verano son otras de las principales causas, sobre todo en época de cosecha, cuando trabajan las cosechadoras cuyas cuchillas provocan chispas. Esto, unido al descuido en ciertas prácticas agrícolas supone el germen de muchos incendios”.
La estadística muestra que gran parte de los incendios que se producen en España -según distintas fuentes, entre el 80 y el 96%- se originan de forma intencionada. Un dato alarmante a priori, pero matizable. Pablo lo explica de esta manera: “algo que no tiene interiorizado la gente es que gran parte de los incendios se producen por la quema que los propios ganaderos y habitantes de los entornos rurales realizan como protección antes de que la vegetación avance lo suficiente como para que, en caso de incendio natural, sus propiedades y su modo de vida se vea en peligro”.
Y es precisamente este hecho el que saca a la luz una de las causas más importantes de los incendios en nuestro país: el abandono rural y la disminución de las cabañas ganaderas.
Es este un asunto en el que Pablo se muestra rotundo, ya que gran parte del trabajo de las brigadas se desenvuelve en este terreno. De este modo afirma que: “es imperante y absolutamente necesaria la inversión en el monte, sobre todo en su saneamiento. Las tareas de prevención son indispensables, fundamentales, y las más efectivas en la lucha contra los incendios”.
Se trata esta de una actividad muy poco valorada tanto por ciudadanos, que no conocen la cuestión en profundidad, como por nuestros dirigentes, de la cual, según Pablo: “no obtienen ninguna una renta política. Vende más enviar helicópteros cuando se produce un incendio que destinar una partida económica a la prevención, algo que resulta además mucho más efectivo. Es necesario poner valor al monte”.

La deuda pendiente

Como bien sentenciaba Pablo, hay que poner valor al monte. E igualmente hay que otorgarle el mismo valor a aquellos que se dedican a él. Cuando los brigadistas salen a un incendio, más allá de la naturaleza que tratan de salvar, es su vida la que está en juego.
Algunos han mirado a la muerte a la cara en más de una ocasión. Otros se han ido para siempre con ella. Muchos han perdido a compañeros y amigos. Cuando este es tu trabajo es algo que aprendes a aceptar. Pertenecen al bosque, a la naturaleza, a una de las pocas profesiones donde el compañerismo y el honor todavía tienen un lugar.
Sin embargo pese a los sacrificios, el riesgo o la satisfacción de cumplir con el deber para con nuestro planeta y la sociedad, su trabajo en ocasiones puede resultar extremadamente desagradecido; tanto desde una perspectiva social como económica. Franco lo expresa de su manera particular: “hemos estado muy tapados. Durante muchos años no se nos ha dado a conocer, y si que pienso que nos falta reconocimiento por parte de las instituciones. Es verdad que la gente empieza a saber quienes somos, pero no es fácil a menos que pertenezcas a nuestro entorno cercano que alguien sepa lo que hacemos y como trabajamos”. Para el que a estas alturas aún no se haya convencido de ello, la serie documental dirigida por David BeriainLa vida en llamas, narra, a pie de incendio las contingencias del día a día en la lucha contra el fuego en la península Ibérica, ofreciendo a su vez, un fiel retrato de las aflicciones, sinsabores y congojas de aquellos que dedican su vida a ello.
Por otra parte, desde un punto de vista institucional, las competencias en materia de extinción y prevención de incendios forestales están generalmente transferidas a las comunidades autónomas. De hecho, la situación laboral y económica de los distintos dispositivos puede variar de forma abismal; desde los 40.000 euros brutos anuales que pueden cobrar los GRAF en Cataluña, hasta convenios tercermundistas [sic] que vienen siendo incumplidos sistemáticamente por las empresas adjudicatarias en comunidades como Castilla y León, según los informes de CCOO.
Según defienden desde el colectivo, y de lo que dan fe las movilizaciones que desde el 2014 se vienen produciendo por su parte, el de las BRIF se asemeja más a este segundo caso. Su contratación laboral se lleva a cabo a través de la Empresa de Transformación Agraria, S.A. (TRAGSA).
TRAGSA es una empresa semipública perteneciente a la Sociedad Estatal de Participaciones Industriales (SEPI), que controla el 51% de su capital, y cuyo 49% por ciento restante se encuentra en manos privadas. Se trata de la entidad a la que recurre la administración en caso de emergencias: véanse el desastre del Prestige que tuvo lugar en 2002 en las costas de Galicia o la huelga de basureros de Madrid en 2015 a modo de ejemplo.
El MAPAMA -Ministerio de Agricultura y Pesca, Alimentación y Medio Ambiente- subcontrata, por adjudicación directa, al personal de las BRIF a través TRAGSA S.A. para evitar tener que contratar personal funcionariado” cuenta Pablo, y esto es lo que ha dado lugar a que en la actualidad las BRIF tengan que realizar su trabajo en lo que muchos entienden como una situación de precariedad laboral.
Aunque las condiciones laborales de las BRIF han ido mejorando con el paso de los años, éstas nunca han reflejado la profesionalidad de su trabajo. El modelo contractual del personal de las brigadas recibe el nombre de “fijo-discontinuo”. Se trata de una modalidad de índole temporal y en la que con carácter excluyente para el desempeño de su trabajo anualmente se les exige la superación de una serie de pruebas y un reconocimiento médico. De no ser superados estos -aún a causa de una lesión derivada, por ejemplo, de un accidente laboral- son declarados no aptos para las BRIF. Además comenta Pablo que: "contratados bajo el paraguas del XVII convenio de TRAGSA S.A., sus condiciones laborales excluyen a los brigadistas de 40 artículos beneficiosos respecto al resto de trabajadores de la propia empresa".
Así, tras 11 meses trabajando por sueldos que en ocasiones no superan los 900 euros mensuales, los brigadistas son obligados a tomarse un mes de paro forzoso tras el cual han de volver a superar las pruebas.
Otro gran agravio hacia el colectivo lo encontramos en que los trabajadores de las brigadas no están contemplados dentro de la categoría profesional de “Bombero forestal”, recogida en el Catálogo Nacional de Ocupaciones (CNO), sino como “Especialista BRIF”, inexistente en el mismo. Esto significa que a día de hoy, un cuerpo de élite para la extinción y prevención de incendios forestales como las BRIF, con más de 25 años de solera, no cuenta con una categoría laboral que especifique sus competencias.
Además, no existe asociado al desempeño de su labor ningún cuadro de enfermedades especificas relacionadas con su profesión. Tampoco disponen -al contrario que sucede con otras profesiones parecidas, cuyo desempeño entraña un riesgo para la salud, la vida, o un considerable desgaste físico-, del reconocimiento unos coeficientes reductores para la edad de jubilación.

BRIF en lucha

Es por este conjunto de razones que las BRIF en la actualidad mantienen el grito en el cielo; “BRIF en lucha” es su lema.
Llevan mucho tiempo abogando por la mejora de sus condiciones laborales y no van a cesar hasta conseguir lo que ellos consideran un trato justo por parte de las instituciones públicas y la empresa de la que dependen sus servicios. Una de las últimas muestras de ello es la huelga que decidieron llevar a cabo a finales de 2015. La misma se prolongó durante 114 días, y pese a no cobrar su salario, no dejaron de salir al monte en caso de ser necesarios.
En Daroca hacíamos caja y todos cobrábamos por igual, el que hacia huelga y el que trabajaba. Lo que se ganaba se repartía entre todos” comenta Franco. Finalmente TRAGSA y las Brigadas se sentaron en la mesa a tratar el asunto: “Hubo negociaciones pero toda las BRIF nos reunimos y votamos la oferta que la empresa nos hizo. La votación salió negativa, no consideramos que fuera suficiente”, añade el veterano.
Entre las demandas de las BRIF se incluyen el reconocimiento de una categoría profesional que refleje sus verdaderas obligaciones, una segunda actividad para aquellos que por lesión o edad no puedan pasar las pruebas físicas anuales, un sueldo digno acorde al trabajo que desempeñan y al riesgo que asumen y la aplicación de unos coeficientes reductores para la edad de jubilación.
Franco habla de cifras: “Yo estoy en plantilla de TRAGSA, y el día que no trabaje en la BRIF podría hacer otra cosa dentro de la empresa. Mi situación es bastante buena pero la del 90 % de mis compañeros es más complicada: no tenemos una segunda actividad a la que dedicarnos cuando el cuerpo ya no aguante, porque los años no pasan en balde para nadie, ni tampoco coeficientes reductores. Los años buenos de juventud los dejas en este trabajo, y solo pedimos la responsabilidad de qué después tengamos una salida profesional”.
La opinión de otros brigadistas entrevistados sin embargo, no es tan diplomática y sus palabras se muestran más rotundas y contundentes: “nuestra categoría profesional está tan mal hecha que no otorga ninguna protección; sigue habiendo accidentes; siguen cayendo helicópteros. Es que te puedes morir, nos están enviando a la muerte por nada”, cuenta uno de ellos.
TRAGSA por su parte se exhibe abierta al diálogo y ha dado muestra, como comentaba Franco con anterioridad, de su disposición a sentarse en la mesa de negociaciones con la voluntad de llegar a un acuerdo con las BRIF. Así lo afirmaJorge Hernandez Marijuan, director de recursos humanos de TRAGSA S.A: "como resultado de las negociaciones entre la empresa y los representantes de los trabajadores, se elaboraron una serie de propuestas mediante las cuales se mejoraban notablemente las condiciones de las brigadas".
Sin embargo, lo cierto es que tras ser sometida la nueva propuesta a votación por el colectivo, no se llegó a un consenso favorable para ambas partes.
Franco es positivo y optimista por naturaleza: "tardaremos 5 o tardaremos 10 años, pero yo lo tengo muy claro, cuando tu haces las cosas bien todo llega, y a nosotros las condiciones nos han de llegar, porque es de justicia”, dice.
De lo que no cabe duda es las BRIF están unidas en este barco. Un barco en el todos reman en sola dirección y donde las batallas se libran en los más diversos frentes; ya sea través de iniciativas como esta, que tratan de hacer llegar a todos la necesidad de una protección real y profesionalizada contra los incendios forestales, o en primera línea de fuego.
Como dice su lema, las BRIF seguirán en lucha. Esperando una vez más a que suene la chicharra, suba la adrenalina, salten todos y digan una vez más ¡Que viene el animal!

fuente: http://www.nationalgeographic.com.es/naturaleza/grandes-reportajes/incendios-forestales-los-heroes-extincion-del-fuego_10919/1

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