martes, 27 de junio de 2017

Es su madre y las dos lo saben



Es alta y fuerte. Se llama Ana. Nació en marzo de 1961. Cuando tuvo manejo de su vida se hizo con su partida de nacimiento y en el Registro Civil halló contradicciones sobre fechas, hospital donde había nacido y nombres que hasta ese momento eran desconocidas para ella.
Eso la puso en guardia. Desde entonces se empeñó en aclararlo todo y saber quién era su madre biológica. Investigó por su cuenta hasta acceder a los archivos del hospital San Martín y comprobar que la adolescente que había dado a luz aquel día de 1961 no era su madre adoptiva. Era otra mujer, de la que con el tiempo conoció sus datos. Era su madre.

Sabe dónde vive y que tiene hijas, sus hermanas. Cuando su madre adoptiva falleció presionó a su padre hasta sacarle el nombre de su madre biológica. Se lo confesó y además le dijo quiénes habían sido los ladrones del bebé. Un pediatra, un ginecólogo y una comadrona. Ana se presentó en la consulta del pediatra y le plantó cara. “¡Dígame quien es mi madre, usted la atendió, aquí lo pone!”, preguntó insistente. “Si tus padres adoptivos no te dijeron de donde te sacaron yo tampoco”.
Al morir el padre adoptivo, Ana, ya casada, volvió al pediatra pero su respuesta fue idéntica. “No puedo”. El ladrón de bebés guardaba silencio. Pero nadie sabía que una persona tenía una bala en la recámara. La chica de servicio que trabajaba en casa de los padres adoptivos conocía todos los pormenores del delito. Había sido testigo de la trama. Le contó que todo fue rápido: “Yo fui con tu madre adoptiva a comprar cuna y ropita, todo a la carrera. Días después te trajeron a casa”. La parturienta, la mamá de Ana, tenía 14 años y la manipulación de los datos fue obra de un cura y un médico de Gáldar. Hace unos años Ana participó en un programa de tv contando su historia de “bebé robado”. Dice que en un reservado habló por teléfono con su madre. “¿Cómo estás mamá?”, preguntó, “ya eres abuela…”. La mujer lloró y prometió que en Las Palmas hablarían. Nunca. Desde hace unos años Ana, 57 años, toca en la casa de su madre biológica y le dice que no se irá hasta que no dé la cara, hasta que hablen. No quiere venganza, quiere escucharla.
“¡Dame un vello tuyo y demostraré que eres mi madre!”, le gritó un día.
La justicia decidirá.
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