Pero también puede resultar excitante simplemente interactuar con objetos, ropa interior o accesorios –gorras, látigos, antifaces, etc.– hechos con ese material elástico de origen vegetal sin necesidad de que haya otra persona de por medio.
A menudo, el fetichista lo utiliza en el contexto de la sexualidad BDSM, un acrónimo inglés que une prácticas como la disciplina o el bondage, consistente en inmovilizar con cuerdas o vendajes. Los también llamados rubberistas–que proviene de la palabra rubber, 'goma' en inglés– asocian una determinada estética a los placeres sadomasoquistasconsensuados. El dolor y la sumisión quedan ligados a un ambiente y una forma de vestir concreta. Es, por ejemplo, lo que ocurre con muchas dominatrix, las mujeres que adoptan un papel dominante en los juegos de sumisión.
Hay varias razones para que el látex triunfe en estas circunstancias. Una de ellas es su adherencia: para los fetichistas, constituye una especie de segunda piel. De alguna forma es como una armadura que les permite sentir de forma diferente y estar protegidos a la vez. Por otra parte, el ajuste de las prendas ejerce una presión constante que mantiene alerta los sentidos. Así, el individuo percibe que reaviva su mente y se mantiene despierta para entrar en un mundo erótico diferente.
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