domingo, 5 de junio de 2016

Mi jefe denunció a mi marido


«Era un celoso enfermizo. Un controlador y un manipulador extremadamente hábil. Tanto, que yo fui la primera de sus víctimas que se atrevió a denunciar, pero detrás de mí siguió un rosario de mujeres, relatando el mismo infierno». Quien así habla es una joven, guapa, que aún recuerda los gritos, los insultos, las amenazas y el acoso (casi 400 llamadas perdidas en una sola tarde, centenares de mensajes....) de su expareja.
Narra ese capítulo de terror de su vida cuando se tuvo que tirar del coche en marcha, cuando su maltratador la persiguió por la carretera, y cuando la apuntó con una pistola en la cabeza. «Me hizo de todo -explica-. Me decía constantemente que estaba loca, que si lo contaba, nadie me iba a creer. Que la víctima era él porque yo era una puta. Que era él quien lo pasaba mal porque yo no le ayudaba... En fin. Le tenía tal terror, que cuando llegaba a casa por la noche, no encendía las luces ni tocaba las persianas para que no supiera que estaba, porque me vigilaba día y noche. Llegué a dormir vestida, por si tenía que acabar huyendo por la ventana. Si lo piensas, es absurdo, porque mi casa era un segundo piso y probablemente me habría matado en la caída... Pero eso ni te lo planteas cuando el miedo es tanto».
La experiencia vivida por esta joven no es única. El Ministerio del Interior protege a mil mujeres en Galicia por el grave riesgo de violencia machista. Este dato fue ofrecido el martes de esta semana, el mismo día en que se presentó el protocolo para la detección y tratamiento en la empresa de situaciones de violencia de género producidas dentro y fuera de los lugares de trabajo.
Es un protocolo que será de mucha utilidad a más de una compañía que desconoce la ley, hecho que no la exime de su cumplimiento. Sobre este asunto fue muy claro el presidente del Tribunal Superior de Xustiza de Galicia, Miguel Ángel Cadenas: «El empresario está obligado a garantizar la seguridad y la salud de sus trabajadores frente a todo aquello relacionado con su trabajo o que emerja o trascienda a la relación laboral. Este deber se justifica por la tenencia de los poderes de dirección, organización y control del trabajo, con ius eligendi y facultades in vigilando, con potestad disciplinaria que en su ámbito propio le faculta y obliga a proteger a la víctima y sancionar, o en otro caso, denunciar al verdugo». Para que no quepa la menor duda: cualquier empresario que sepa que una trabajadora sufre violencia está obligado a protegerla. Si no lo hace, tendrá responsabilidades, incluso penales. Ni los empresarios, ni sus mandos -dijo el magistrado- pueden ignorar ninguna conducta potencial o realmente atentatoria contra la dignidad y el acoso (racial, étnico, sexual o por razón de sexo) que aflore en el trabajo.
La joven del inicio de esta crónica aún hoy, doce años después de presentar la primera denuncia, dice que sigue siendo un fantasma. Lo destaca porque por seguridad sus datos censales están encriptados y en el buzón de su domicilio no figura ningún nombre. Después de tanto horror, ella es conocedora de la victoria de seguir viva.
sofia.vazquez@lavoz.es
fuente : http://www.lavozdegalicia.es/noticia/economia/2016/06/05/jefe-denuncio-marido/0003_201606G5P41991.htm?piano_t=1

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