viernes, 22 de mayo de 2015

La misteriosa abducción de Beatriz


Días después del carnaval de 1975 Beatriz y Barbosa viajaron a Brasilia. Iban empezar sus cursos universitarios tras haber aprobado sus exámenes de admisión.
La nueva capital brasileña era reciente, había sido inaugurada en 1960, en la fecha histórica del 21 de abril, después de 41 meses de construción totalmente planeada.
Viajaban a gran velocidad por la carretera en un Kharmanghia, un auto deportivo brasileño fabricado por la Volkswagen. Barbosa dijo que se olvidó de poner en su maletero algunas ropas. Eran alrededor de las 22:30 h cuando las luces y el motor del coche se apagaron. Barbosa frenó hasta parar en medio del asfalto, ya que su visión no tubo  de acostumbrarse a la oscuridad para ir con seguridad por su carril.
Venía una luz muy fuerte en dirección a ellos. Beatriz, con 18 años de edad, sintió el peligro de una colisión, ya que estaban sin la luz de posición y dificultaba el paso de otro coche por la carretera. Dijo a su compañero:
– Corre, Barbosa, es muy peligroso dejar el coche parado aquí.
Los dos bajaron para empujar el Kharmaghia al lado de la carretera y, en ese momento, empezaba a amanecer. El coche ya estaba al lado de la carretera sin que ellos lo hubiesen llevado hastá allí. Muy nerviosa con todo eso, Beatriz dijo:
– Está amaneciendo. ¿Qué ocurrió? Vamonos de aquí, tengo miedo.
Los dos entran en el coche, el motor arranca sin ninguna dificultad y ellos continúan su viaje. Algunos minutos después, Beatriz se percata de que le falta el diamante del anillo. Buscan dentro del coche y no está. A Beatriz se le ocurre que pudiera haber caído cuando estaban fuera del coche y vuelven hastá allí. Buscan por todas partes y no lo encuentran. Era una muy hermosa y el anillo había sido comprado en la Maison Cartier por su abuela que se lo regaló a su madre y luego se lo dió a ella.
Muy aburridos con la pérdida del anillo y por no saber lo que ocurrió por la noche, continuaron el viaje. Como ya habían oido historias de platillos volantes, al llegar a la capital buscaron la Fuerza Aérea Brasileña donde un brigadier les dijo, como era de esperar, que no se registró nada raro en los radares.
Todo eso molestó mucho a Barbosa y que pocos meses después interrumpió sus estudios y fue internado en un hospital psiquiátrico. La madre de Beatriz se quedó muy molesta con la perdida de la joya y dudó mucho de toda la história de la noche que desapareció.
Cinco años después, el 23 de agosto de 1980 conocí a Beatriz en un hotel en Curitiba, capital del estado de Paraná donde queda la parte brasileña de las Cataratas del Iguazú, a 700 kilómetros. Ella estaba muy nerviosa y no lograba dormir. Yo le hize una hipnosis en la sala, fué a su habitación, durmió toda la noche y al dia siguiente nos encontramos casualmente en el desayuno. Ella me pidió que le hiciiera una hipnosis más y me contó esa história, diciendo que no deseaba saber lo que ocurrió en la noche del viaje y que hiciera para que no lo recordase.
La hipnosis fue muy profunda. Cuando fue hecha la regresión aquella noche, inmediatamente después que vió la luz en la carretera, ella ya estaba sola, parada dentro de un local muy amplio, redondo y bajo, sintiendo una gran presión en todo su cuerpo y temblaba de frío. Delante suyo había algo que ella no lograba entender, porque debía de estar en el suelo donde ella pisaba, pero le parecia que no. Una fuerza le sacó el anillo de su dedo y lo llevó a ese sítio, donde el diamante brillaba mucho, pero ella tenía miedo de pegarlo, pues le parecia que eso iba dañar su mano. Les fueron quitados los metales que tenía en su ropa y, de manera muy dolorosa, una gargantilla de su cuello.
Beatriz estaba muy molesta con todo, con mucho miedo y buscando a Barbosa, que no vio dentro. Lloraba. Temblaba. Sentía frio. En ese luminoso lugar no había puertas, ventanas, lámparas, ningún mueble. Su cabeza casi alcanzaba el techo y tenía esa cosa como la pantalla de una televisión que examinaba su diamante y que le parecia muy peligroso de poner su mano. Le parecía estar volando de una manera que la molestaba mucho, que le causaba una presión en su cuerpo, como si estuviera como un trapo en una lavadora. Después, de una manera también muy dolorosa, el anillo volvió a su dedo, pero sin la piedra. La sensación era de tener arena en los ojos.
Luego después estaba nuevamente en el suelo, al lado de Barbosa y del coche, que no sabían como fué parar en el lado de la carretera.
Como Beatriz deseaba, le mantuve la amnesia, y ella no sabe nada de lo que me contó.
Ella recordó apenas una parte de lo que ocurrió. No dijo como subió al , por donde entró en el, ni como bajó. Además, como estuvo probablemente unas 6,5 horas dentro de el, deben haber ocurrido muchas más cosas de las que contó.
Por Mario Rangel
http://www.laentradasecreta.com/la-misteriosa-abduccion-de-beatriz/

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