martes, 2 de diciembre de 2014

Con los hijos no se juega












MARISOL AYALA




Tantos años cubriendo el “Gordo” de Navidad y otros sorteos atractivos, han dado para mucho desde el punto de vista de la anécdota. Ha habido curiosidades por decenas de manera que cuando falta apenas nada para que la alegría y la decepción se repitan hoy voy a recordar una que tengo grabada. He vivido pues la alegría desbordante de quienes ven como de pronto la casa se llena de millones y cámaras y he sido testigo de quienes con el tiempo han reconocido no haber sido capaces de administrar el premio millonario y se han visto inmersos en deudas y la dolorosa certeza de que alguien se acercó a ellos al olor del dinero y no por otra cosa. Para ejemplo, esto. 

Le conocí en la entrega del gigante cheque publicitario que detallaba los muchos millones que le había tocado en La Primitiva. Vino solo y yo diría que estrenando traje y zapatos. De gris, como requiere las grandes ocasiones. Como un pincel vamos, pero solo. Los periodistas le asaltamos para conocer algo de su vida y el hombre dijo que tenía tres hijos y que trabajaba en un cine de Las Palmas de Gran Canaria. Poco más. ¿Qué dicen ellos?, le preguntamos. La relación era muy mala, hacía tiempo que no sabía de ellos, reconoció.

No entramos en más detalles pero todos pensamos lo mismo que el lector. No tardaron en llegar. En un segundo acto público el hombre se mostró contento porque sus hijos se habían puesto en contacto con él de manera que estaba previsto que ese acercamiento tendría una recompensa generosa por parte del premiado. Una semana después contó que tenía decidido comprarle una casa a cada hijo. Pasó el tiempo, cuatro o cinco años, y un día me lo encontré. Nos saludamos y propicié un café. Tenía curiosidad por saber cómo había acabado el experimento familiar. Me explicó que sus hijos le habían vuelto a separar de sus vidas. Estrenaron casa y no le dejaron entrar. Supe entonces que el afortunado jugador no fue un buen padre; dejó a mujer e hijos abandonados a su suerte, sin apenas medios para salir adelante. Un padrazo. Estaba dolido y no creo que por la pérdida de sus hijos, no, me temo que más por el dinero invertido en “comprarlos”.
Y es que hay gente que pretende reparar el daño de mil años con una tarde de cine.
No saben que los hijos, para bien o para mal, no olvidan.
http://www.marisolayala.com/

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