Un grupo de valientes argentinos construyó con sus manos una balsa y unió, llevados por las corrientes, Tenerife con Venezuela
Esta historia comienza en México. Fue allí, a través de la contemplación de las esculturas olmecas y sus rasgos claramente negroides, donde se disparó la curiosidad de Alfredo Barragán: ¿Y si los africanos hubiesen llegado a América hace miles de años, mucho antes que Cristóbal Colón?
Este año, al cumplirse tres décadas, se sucederán los homenajes. Y el primero de ellos, este lunes en Santa Cruz de Tenerife, punto de partida, donde se inaugurará una escultura-instalación del artista tinerfeñoMelchor Alonso, presidente de Honor del Centro de Iniciativas Turísticas y «sexto tripulante», dedicada a los radioaficionados de Canarias, que colaboraron con ese grupo de valientes.
Nada de improvisación
Porque aquel 22 de mayo de 1984 en que zarparon del puerto de Santa Cruz de Tenerife los cinco tripulantes de la balsa Atlantis habían dejado en el pasado meses y meses de estudios para determinar el tipo de embarcación, procurarse los materiales para construirla y decidir la ruta que debían seguir.
Fueron desde Argentina hasta Ecuador para encontrar los troncos de madera balsa que necesitaban. Ni un solo clavo se usó en la construcción, porque todo fue amarrado con cuerdas vegetales. Confiaban, más que en el viento que empujase la vela, en la «cinta transportadora» de las corrientes marinas, que los arrastrarían desde Canarias hasta América, igual que lo podrían haber hecho hace tres siglos y medio con navegantes africanos.
Los días previos a la partida, todo Tenerife se volcó con este «grupo de románticos», como les gusta definirse; más de un cuarto de siglo después, todavía valoran la aportación imprescindible de personas como Melchor Alonso, que les consiguió, por ejemplo, aquel serrucho que necesitaban para ultimar los retoques de la balsa.
Fueron 52 días de navegación, en los que no faltaron las sorpresas, como enterarse de que el cámara que habían llevado para documentar la hazaña, el «Chango» Arrieta, no sabía nadar. O el hecho de que en casi dos meses en el mar no pudiesen pescar casi nada, tan solo una dorada y algunos peces voladores que aparecieron en cubierta y que comieron casi de manera simbólica, por su escasa carne.
El amanecer del 12 de julio tuvieron ya tierra a la vista: La Guaira, Venezuela. Sentían que habían cumplido un sueño, pero que también habían hecho avanzar a la ciencia. Barragán lo explica así: «No desafiábamos al mar, sino que lo estudiamos para hacernos amigos y que nos llevase. Sí desafiábamos al escepticismo general, porque antes de la Expedición Atlantis se negaba sistemáticamente la factibilidad de una migración africana precolombina, pero después de este viaje la comunidad científica acepta esta posibilidad y la estudia porque puede ser cierta».
Construyeron una balsa con los mismos materiales que pudieron tener los africanos de hace 3.500 años y navegaron las mismas aguas que ellos. «Pudieron haber llegado a América, pero solo como influencia cultural, no hablo de poblamiento ni de colonización», puntualiza.
El efecto que en Argentina tuvo la Expedición Atlantis por aquellos años fue memorable. No solo estaba todo el país pendiente de la travesía, sino que, al estrenarse el documental en los cines, el éxito fue tal que convirtió a la película en la más vista del año 1988 y fue además la postulante argentina de ese año a los Oscar.
«Con Atlantis ha ocurrido algo singular: sigue navegando en el corazón de la gente», recuerda hoy Barragán, que detalla que ya son más de veinte los países que han reconocido con diversas distinciones lo hecho por estos cinco hombres, además del Comité Olímpico Internacional. Hoy, con 63 años, cree que la expedición ha dejado un claro mensaje,que se puede desafiar lo imposible, siempre que se tenga como aliados «la convicción, la planificación y la perseverancia».
BERNARDO SAGASTUME
fuente :http://www.abc.es/
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