lunes, 2 de diciembre de 2013

El enigma de la clase media


En estos días estamos asistiendo, según muchos analistas y la opinión general, a la “desaparición de la clase media”, ya que la brecha entre ricos y pobres ha aumentado desproporcionalmente. Se entendía a laclase media como ese grupo que cobra entre 18.000 y 40.000 euros, el cual ha descendido del 50% al 46% (y bajando). En definitiva, estos asalariados con una casa, un coche y un trabajo mal pagado, pero que salía adelante e incluso tenían un tiempo de ocio.

Lo que debemos entender es que la clase media, como tal, no existe, y que la realidad es que hemos vivido en una situación realmente anómala, que corresponde a una determinada etapa de desarrollo de un modelo económico.

Verán ustedes: en todo proceso de desarrollo de un determinado modo productivo, se experimenta un aumento del excedente y de los beneficios de la clase dominante. Esto, a su vez, revierte en un mayor nivel de capital, de mercancías y riqueza. Siendo así, proporcionalmente el nivel exiguo de capital disponible para esas clases “humildes” dominadas es, en términos generales, también mayor. En las etapas de crecimiento se cumple en pequeña medida el principio de Adam Smith donde los intereses privados se presentaban como los intereses del común. Siempre mucho menores serán los beneficios para el común, claro.

Esto, en resumidas cuentas, nos viene a decir que cuando hay buenas cosechas y tierras el señor feudal tendrá beneficios; pero el campesino también, aprovechando la coyuntura particular o el gran excedente, o la necesidad del señor de más cultivos. Lo que nos permite explicar cómo existieron “clases medias” en otras etapas de la historia.

Lo que quiero decir es que, como diría un amigo, no se pueden comparar las vacas gordas del capitalismo con un sistema idílico o, al menos, “menos malo”.

El problema es que uno de los fundamentos del capitalismo “postsoviético” se basa en el argumento de que, en palabras de Marvin Harris, ni Marx ni Malthus pudieron predecir el enorme aumento del nivel de vida. Y que la teoría marxista, que postulaba que el progresivo avance del capitalismo dejaría a una minoría enriquecida y una mayoría sumida en la miseria, era errónea gracias al “Estado del bienestar”.

Pero ahora esas “predicciones” marxistas como dirían ellos, se están cumpliendo. El capitalismo está en su mayor crisis estructural, los niveles de vida están bajando y cada vez se relativiza más el término “clase media”.

Y si se relativiza más es porque es un término político, no social ni económico. Si existe una masa social que tiene cierto nivel de vida es gracias a la deslocalización geográfica entre el mercado y la producción mercantil, en base al giro hacia el sector terciario de los países avanzados y a la IED, al neocolonialismo.

Es decir, que si un trabajador se puede comprar una camisa, una tele o incluso un coche, es porque un niño en África cobre unos pocos céntimos por día de trabajo, creando tal beneficio y plusvalía que se pueden ofrecer altos sueldos y precios bajos en el primer mundo.

Todo ello por no hablar del miedo a la URSS que provocó que se instalaran muchas medidas “paliativas” del capitalismo.

Sin embargo, el modelo productivo seguía siendo el mismo, y todas estas medidas no hicieron sino preparar una crisis aún mayor. Pero claro, mientras aguantaban los mercados y la “burbuja” esos trabajadores del primer mundo se volvían pacíficos y apolíticos.

Pero ahora, las “buenas cosechas” se acaban, y las diferencias reales existentes en la sociedad se hacen cada vez más patentes. Los que de verdad gobiernan, los poderes económicos, ponen en juego todos los mecanismos para proteger un sistema que les sirve únicamente a ellos, desvelando así el oculto statu quo y la realidad hipócrita del sistema.

La realidad es que en el Estado español un 10% de la población tiene el 41,9% de la riqueza, paraísos fiscales aparte. Y que la supuesta clase media no era sino fruto de la explotación del tercer mundo y unos beneficios que tarde o temprano iban a acabarse. Porque si no es la masa social la que acumula la riqueza, sino una minoría propietaria, el mercado acaba siendo escaso, la gente no consume lo suficiente, y la burbuja “estalla”. Y no es que no haya casas, o comida, o riqueza. Es que las tienen los ricos.

¿Y cuánto, en resumidas cuentas, ha durado este estado ideal del “bienestar”? ¿40, 50 años? Justo lo que ha durado el proceso expansionista, la nueva “burbuja” tras las crisis del XX. Pero los mecanismos de reactivación para una nueva “burbuja” cada vez son más difíciles: cada vez es más difícil conseguir petróleo, cada vez es más difícil que la gente consuma pues está más empobrecida, cada vez el imperialismo tiene más competidores. Y cada vez se necesita más dinero para general beneficios. El sistema está agotado. Pero no se va a acabar solo.

No quiero tampoco deprimirles. Sólo quiero evitar que los engañen con la supuesta vuelta a un sistema idílico, donde no se vive demasiado bien, pero se vive. Recuerden: cuando había buenas cosechas, el campesino podía comprarse aperos, o un burro, o incluso hipotecar su casa. Pero cuando se acababa el buen tiempo, sólo había pan en Versalles.
AUTOR : TEODORO SANTANA NELSON  

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