viernes, 28 de junio de 2013

Senegal recibe a Obama con más seguridad que entusiasmo callejero







AUTOR : PEPE NARANJO                             Barack Obama y su esposa, Michelle, se asoman a la    llamada “puerta sin retorno” de la Casa de los Esclavos, en la isla de Gorée, cerca de Dakar

Centenares de policías apostados en todos los rincones. Ni un solo coche circula desde hace dos horas por la Cornisa Oeste, una de las principales avenidas de Dakar, la capital senegalesa, a esta hora de la mañana casi siempre saturada de tráfico. De repente, un ruido de sirenas. Decenas de vehículos negros pasan a toda prisa y, en medio, una limusina con los cristales tintados en la que, hay que imaginarse, viaja Barack Obama con su familia. Muy pocos senegaleses de a pie han venido hasta aquí para verlo pasar. Ya en el palacio presidencial, unos pocos centenares de ciudadanos, previo pago de 4,5 euros y ataviados con la misma camiseta, dan una discreta bienvenida al fugaz cortejo. La primera parada de la gira africana del presidente Obama se ha vivido así, con más medidas de seguridad que entusiasmo callejero.
El primer presidente negro de la primera potencia mundial llega tarde a África. Y lo sabe. Si bien este fue un continente que celebró su elección como si se tratara de uno de los suyos, han tenido que pasar cuatro años y medio para que se decida a visitarlo, excepción hecha de una fugaz parada de un día en Ghana en 2009, al poco de su elección. Pero el verdadero problema es que su país también está llegando tarde. Con una amplia presencia en temas de cooperación desde hace décadas, la Administración y el capital privado estadounidense no acaban de ver en África la tierra de oportunidades que otros países emergentes, como China o India, hace tiempo que han atisbado. Por eso ha venido. Para estimular la inversión. En su delegación hay una fuerte presencia de altos responsables de Comercio, empresarios e inversores. Porque sabe que este es un tren que no puede dejar pasar.
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