Opinión
Todavía colea ese verano que nos dieron la lata, sí, la lata; con las posibles
incorporaciones de Haaland o Mbappé al Real Madrid, para que luego quedara todo en aguas
de borrajas al no poder competir con el dinero saudí que contamina el fútbol actual. Parecía
que los diarios deportivos nos estaban obligando a posicionarnos por nuestras preferencias.
Yo, la verdad, como madridista confeso, me daba igual uno que otro.
Al final, ninguno. Con loque el madridismo pasó de la ilusión a la sensación de despecho. Yo no, aclaro, porque no me
gusta sentir sensaciones negativas que me hagan viejo antes de tiempo, pero hay un cierto
resquemor que hace que a los aficionados les esté gustando que a estos dos jugadores no les
salgan las cosas bien. Ya digo, cosas del despecho.
Eso sí, me alegré, viendo el partido de ayer y de cómo nuestra selección abrumó a la
noruega sellando el pase a la fase final de la Eurocopa 2024, de que Haaland hiciera uno de los
partidos más horribles de su vida. Es que no tiró ni a puerta. Reconozco que los dos jugadores
mencionados dan miedo. Pueden hacer gol en cualquier jugada perdida. Que gusto sería poder
verlos en la liga española alguna vez. Pero claro, como he escrito varias veces, desde que el
fútbol dejó de ser un deporte para convertirse en un negocio, todo vale. Y el dinero es un
poderoso compañero de viaje. Yo hago autostop a ver si algún día me recoge, pero nada,
siempre pasa sin; ni siquiera, saludarme.
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