Que vivan San Juan, San Pedro, San Pablo y todos los Santos del cielo.
Así cantábamos las vísperas de dichos santos, cada año cuando éramos pequeñas/os la/os primos/as y hermanos de las familias de los Pérez Sánchez en Carrizal, sureste de Gran Canaria.
Reuníamos todos los trastos viejos como madera, palos, cartones y otros objetos que ya no se usaban, y en un descampado retirado de la viviendas hacíamos las famosas fogaleras ( hogueras ).
Lo pasábamos muy bien hasta que iban quedando las brasas y entonces los chicos mayores ponían al fuego para asar papas y piñas que luego degustábamos con gusto y placer.
Así hasta las once u doce de la noche que regresábamos a nuestros hogares, pues vivíamos cerca unos de otros.
Solo quedaban las cenizas, recuerdo que siempre al día siguiente estaba yo afónica.
Así terminaba la noche de San Juan con esos cánticos que viva San Juan, San Pedro, San Pablo y todos Los Santos del cielo.
La víspera de San Juan por la noche las muchachas casaderas escribían papeles en trozitos los nombres de los jóvenes que les gustaban o atraían, cinco nombres uno en cada papel y los ponían cerrados en un plato debajo de la cama. Al día siguiente sacaban el plato y el papel que estuviera abierto miraban el nombre y ese sería su futuro novio u esposo.
También se hacían otros ritos pero este era el más usado, según nuestras madres y abuelas.
Son tradiciones que no debieran de olvidarse ni perderse.
Antonia Pérez Viera
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