El señor Tomás se había enfermado muy pronto y le habían prohibido toda clase de trabajos
o esfuerzo para su delicado corazón, pues ya desde el primer infarto de miocardio le dijeron los doctores
a sus hijos Antonio y Rosa que su padre estaba viviendo de prestado, ya que de mil casos
como el suyo pocos sobrevivían, pero que su organismo era muy fuerte y su voluntad de vivir que pudo seguir adelante llevando una vida sana, sin café, ni tabaco, ni alcohol, ni disgustos.
Una vida sana y tranquila, con la ayuda de su esposa e hijos y la alegría de sus nietos.
Aparte de escuchar mucho la radio y leer el periódico, también cuidaba de sus canarios, que le alegraban con sus cánticos las horas. También colaboraba en las tareas del hogar, como llevar la basura, o también barría el patio, la cocina, y ayudaba a cocinar a su esposa, la cual sufría mucho de las piernas y manos, pues tenía reuma. En fin, que Tomás, dentro de lo que podía, no se paraba en pensar en su vida anterior, sino en seguir adelante. Y ahora voy a contarles lo de su fiel amigo, ni más ni menos que un borriquito de mediana edad, tranquilo, manso, color gris más bien matizado, que le compró a un hermano suyo, que lo tenía para las labores del campo.
Era su mejor compañero para ir de pesca cada sábado o día de fiesta. Lo organizaba todo el día anterior: su caña de pescar, el anzuelo, el alimento o car´na para los peces. Llevaba un balde, a veces una cesta pequeña, para traer lo que pescase, y además se llevaba también su
sencillo almuerzo, para aguantar hasta la cuatro o cinco de la tarde,
cuando el astro rey iba ya descendiendo sus fuertes rayos ultravioletas, para más tarde ocultarse. El señor Tomás regresaba montado en su borrico más su cosecha de pescado, unas veces más, otras menos, y algunas nada. Dependía de las mareas y del tiempo, como todo.
Al llegar se le veía todo colorado, alegre, un poco cansado, pero aún así, satisfecho de haber pasado el día en la playa haciendo lo que le gustaba.
Su hobby favorito era estar cerca del mar, respirando ese aire puro con olor a marisco, sal de yodo. A veces, en su cesta de pescado, traía diferentes clases de pescado, como sargos, chopas, salemas, viejas, besugos, brecas, salmones, etc. Nunca vieron al señor Tomás dar un paso atrás, siempre tenía ilusiones.
Cada día que amanecía era diferente. También estaba rodeado de sus nietos e hijos pequeños,
que se sentaban al atardecer a escuchar cuentos o historias de cuando fuera muy joven.
Tomás tenía una psicología especial para tratar a los niños, y eso le hacía que le quisieran mucho.
Su marcha fue un 6 de noviembre, un martes que nunca se me olvidará pues fue el mejor padre,
el más respetuoso y trabajador, inteligente y sencillo y buen esposo. Siempre te preocupaste tanto
de tus hijos y esposa como de todos tus hermanos. Quiero decirte papá que siempre te admiré y aprendí
muchas cosas importantes para mi vida, el respeto, el amor, las cosas de nuestra tierra, costumbres.
Siempre estarás en mi corazón y en mi recuerdo, papá. Hasta luego y que descanses en la paz eterna, junto a mamá y a todos los que te dieron la vida.
ANTONIA PÉREZ VIERA
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