Opinión.
Hace pocos días recibí uno de esos videos que circulan por las redes, y nada más abrirlo, me quedé sin habla. Este venía de una emisora local y, en él nos mostraban el comportamiento de mujeres y niños inmigrantes, quienes toman diferentes zonas de la avenida Mesa y López como punto de encuentro para hablar y comer.
Cada noche es la misma historia, se reúnen para charlar entre ellas a todo grito y hasta altas horas de la madrugada. Cuando se retiran dejan tras ella gran cantidad de basura que, por su puesto, nunca recogen.
Como bien decía el presentador, en nuestras islas convivimos con personas de diferentes partes del mundo: cubanos, venezolanos, peruanos y un larguísimo etcétera donde entra gente que no habla la lengua española.
Ellos han sabido adaptarse a nuestras costumbres, nuestro modo de vida y diferentes credos. Por ellos no hemos tenido que quitar nuestros signos religiosos de los colegios, no han prohibido que en los comedores escolares se coma la carne de cochino, como sí ha sucedido por ejemplo en Barcelona con la llegada de los inmigrantes, sobre todo, los de los pueblos magrebíes
Estas personas no han querido cambiar sus usos y costumbres para integrarse en ningún país europeo, por el contrario, parece que debemos ser nosotros los que adoptemos las suyas.
Las personas que vienen de otros países se integran rápidamente con los vecinos, creándose verdaderas amistades entre unos y otros, los árabes no hablan sino es entre ellos, sobre todo las mujeres quienes, como siempre, llevan las de perder.
El colmo de mi impotencia es cuando en los días en que el calor ha alcanzado máximos históricos, ellas van forradas como piñas de plátanos mientras que el hombre viste pantalón corto y camisa o jersey para andar más frescos y cómodos.
¿Cómo es posible que un gobierno español se deje dominar por un país árabe? Aquí se han edificado varias mezquitas, mientras que ellos persiguen a los cristianos para matarlos.
Para terminar les contaré una anécdota que me sucedió. Durante un corto periodo de tiempo vivió por mi casa un matrimonio árabe, cuando la señora iba sola me decía adiós pero, si la acompañaba su marido bajaba la cabeza.
Ver para creer.
Mary Almenara.
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