domingo, 28 de marzo de 2021

La fuerza de los hijos

                                               

 Marisol Ayala.

En abril o mayo del 2020 comenzó a percatarse de que el negocio titubeaba, que daba pasos torcidos pero se calló en la seguridad de que se trataba de un mal momento. Lo cierto es que pasaron los meses y el negocio no arrancaba.

 Seis años antes, el matrimonio tomó la decisión de abrir una cafetería donde servían menús. Funcionó bien. Tenían experiencia en el sector; ambos han sido muy trabajadores de manera que ilusionados abrieron las puertas no sin apuros económicos pero siempre en la creencia de que aguantando el tirón de la pandemia que vino, en dos o tres meses comenzaría la recuperación. Y no. La situación lejos de mejorar empeoró. Lo intentaron todo, desde llevar los menús a los domicilios hasta vender un menú en dos servicios por el mismo precio. Finalmente llegó lo que estaba previsto que llegara. Agotados los ahorros la ruina se puso del lado de la pareja hasta verse obligados a cerrar, malvender lo que no querían, trastos que un domingo acabaron en la basura. El lastre de las deudas, las secuelas del fracaso y la parálisis del miedo al futuro incierto acabó con la pareja. Él se pasaba el día pegado a las máquinas tragaperras pero ya se sabe, quien no apuesta fuerte gana pocas veces. Todo apuntaba a una traca final que llegó. Con el local cerrado y vacío comenzaron a relacionarse con amigos en una azotea del barrio. Allí descubrieron lo fácil que algunos ganan dinero. Ellos, al límite, cayeron en la tentación repartiendo “correos” de drogas por la ciudad. Con una moto de matrícula confusa entregaban los encargos, un sobre envuelto en plástico, un baño y una cisterna. El pago se hacía en otro lugar pero con la misma dinámica.

Un día algo salió mal y se asustaron. Desde entonces ella ejerce la prostitución. Sabe que es peligroso pero tiene dos hijos preciosos que demandan cuidados. 

fuente: https://marisolayalablog.wordpress.com/

 

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