Autora María Sánchez.
No hace falta ser muy
inteligente para darnos cuenta de que el
ser humano está cada vez más agresivo, que nos enfadamos por casi nada o por
nada muchas veces. Nos volvemos violentos cada vez que nos sacan de nuestra zona
de confort que siempre será el primero yo y después también. Que la irritación
está a flor de piel se observa, sobre todo, en la carretera donde nos volvemos
como alimañas predadoras cuando el coche que nos precede aminora la marcha o
intenta aparcar donde nosotros pensábamos hacerlo.
Lejos estamos de
aquellos consejos de nuestras madres que nos recalcaban el respeto hacia todos,
en especial a los mayores, no veíamos a nuestros progenitores acercase al
colegio para reprochar a los profesores el cero que nos había puesto, por el
contrario, siempre les daban la razón. Ellos nos daban ejemplo de educación con
su comportamiento.
Sin embargo olvidamos
que solo con una sonrisa o una palabra amable se puede desarmar a quien, con
palabras ácidas, nos insulta haciéndonos daño físico o psicológico. No exagero al
decir que parte de este comportamiento, lo tienen las películas o juegos de extrema
acción al que son tan proclives muchos jóvenes y otros no tan jóvenes. Vemos
como algunas personas se insultan a través de las redes sociales sin el más mínimo
respeto, dando a entender claramente, que carecen de la mínima educación.
Es lamentable
observar como se ha ido perdiendo ciertas costumbres de ética y amor al prójimo,
no aprendemos a descubrir la belleza de la vida amando y sonriendo. No es preciso
ir muy lejos para ver la carencia de amar y sonreír, solo basta subir en un
ascensor, estar en la consulta de un médico o en la sala de un hospital, o lo
que es peor comprobar cada vez con más frecuencia, el abandono al que se ha
llegado con las personas mayores.
Espero que en este
próximo año que comienza, seamos más proclives dando más amor al prójimo,
dedicarnos más risas y abrazos.
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