jueves, 5 de diciembre de 2019

SEMBRANDO SONRISAS RECOGIENDO AMOR



Autora María Sánchez.
No hace falta ser muy inteligente para darnos cuenta  de que el ser humano está cada vez más agresivo, que nos enfadamos por casi nada o por nada muchas veces. Nos volvemos violentos cada vez que nos sacan de nuestra zona de confort que siempre será el primero yo y después también. Que la irritación está a flor de piel se observa, sobre todo, en la carretera donde nos volvemos como alimañas predadoras cuando el coche que nos precede aminora la marcha o intenta aparcar donde nosotros pensábamos hacerlo.
La ira, acompañada de la mala educación, ha traspasado las puertas de los colegios  donde los irascibles padres entran para insultar a los profesores llegándose a las manos por una nota que no les convence. Pero no es solo este colectivo el que ahora está en el punto de mira de un determinado grupo de personas. También los médicos y enfermeros han sido insultados y han recibido castigo físico. Lo más triste es comprobar como esta actitud hostil ha llegado hasta los jóvenes que lo ponen en práctica a la menor ocasión.
Lejos estamos de aquellos consejos de nuestras madres que nos recalcaban el respeto hacia todos, en especial a los mayores, no veíamos a nuestros progenitores acercase al colegio para reprochar a los profesores el cero que nos había puesto, por el contrario, siempre les daban la razón. Ellos nos daban ejemplo de educación con su comportamiento.
Sin embargo olvidamos que solo con una sonrisa o una palabra amable se puede desarmar a quien, con palabras ácidas, nos insulta haciéndonos daño físico o psicológico. No exagero al decir que parte de este comportamiento, lo tienen las películas o juegos de extrema acción al que son tan proclives muchos jóvenes y otros no tan jóvenes. Vemos como algunas personas se insultan a través de las redes sociales sin el más mínimo respeto, dando a entender claramente, que carecen de la mínima educación.
Es lamentable observar como se ha ido perdiendo ciertas costumbres de ética y amor al prójimo, no aprendemos a descubrir la belleza de la vida amando y sonriendo. No es preciso ir muy lejos para ver la carencia de amar y sonreír, solo basta subir en un ascensor, estar en la consulta de un médico o en la sala de un hospital, o lo que es peor comprobar cada vez con más frecuencia, el abandono al que se ha llegado con las personas mayores.
Espero que en este próximo año que comienza, seamos más proclives dando más amor al prójimo, dedicarnos más risas y abrazos.

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