miércoles, 2 de enero de 2019

¿Qué hacemos?


Autora Marisol Ayala.
Recibido hace unas semanas. Es de un médico vinculado al mundo de la Sanidad y Menores en Canarias. Dentro de poco se jubila y quiere dejar escrita, a modo de desahogo, tanto como ha visto, experiencias vividas de la que no puede aportar más que su frustración, vomitar lo que sabe y no puede olvidar.

Lo ve, lo comenta en su círculo profesional y ahí queda. No puede ir más allá. Son episodios vividos en primera persona, en los que en algunos casos ha intervenido por el bien de los menores y de sus familias. Es un hombre que habiendo vivido en sus carnes el dolor de una adopción dolorosa no cesa en su lucha. Un día de hace años quiso junto a su compañera implicarse con la sociedad y adoptó a un niño en desamparo que le ha borrado la sonrisa. Un solo apunte, le hizo abuelo y ha entrado y salido de prisión muchas veces.
Es un lector ya amigo que un día se presentó por las redes. Habla poco, escribe más. «Disculpa que comparta contigo algunas cosas que me han sucedido este último año y que me provoca volver a casa con enorme tristeza», dice prudente. «Por mi condición de médico le hago seguimiento a menores en alto riesgo, ahora mismo a una chica de 19 años ya en prisión, como era previsible. Desde los 14 se prostituye y cuenta «no sé sí orgullosa o avergonzada» que tiene éxito entre los tíos porque es menuda y que los clientes le pagan más por hacerlo sin preservativos y otras «cosas raras a las que ella accede”. «¿Qué mierda de hombres hacen esto? ¿Qué podemos hacer los profesionales para que esa chiquilla y otras no vuelvan a la prostitución cuando esté en libertad? Muy poco por lo que vemos salvo indignarse en silencio. A la sagrada administración no le gusta que le saquen los colores y su respuesta, represalias. Quienes llevan años trabajando con niños que hoy ya son mayores se han paseado por despachos contando lo que saben. Otro caso más de la realidad que se oculta de nuestra sociedad», concluye desalentador.
Tiene relatos respecto a menores que son de una inusitada dureza como lo que le confesó otra menor de 13 años a la que un amigo de su padre la hizo adicta a la heroína. Con 15 ya se prostituía en Jinámar. Hoy tiene 35 años.
No es ajena, ni ella ni muchas de las que el médico ha visto crecer, al siniestro y alarmante mundo de las «Lobas».
FUENTE: https://marisolayalablog.wordpress.com/

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