jueves, 10 de enero de 2019

Gorgojos de mil años con la cebada de los graneros indígenas canarios


Por YURI MILLARES
 LA HUELLA ABORIGEN. El hallazgo de semillas desecadas en los yacimientos arqueológicos de Gran Canaria (algo inusual en el resto del mundo, donde aparecen carbonizadas) ha permitido estudiar su ADN, pero también conocer las plagas de insectos que, hace más de mil años, afectaban a los silos donde los antiguos habitantes de la isla guardaban sus granos, higos y legumbres e, incluso, cómo las combatían con plantas que hacían de insecticida. [En PELLAGOFIO nº 71 (2ª época, enero 2019)].

 Antes de acabar sus estudios universitarios, Pedro Henríquez (en la actualidad Licenciado en Historia y Máster de Arqueología de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, ULPGC) obtuvo una beca de colaboración que lo llevó al Laboratorio de Arqueología de su facultad. Allí pudo trabajar con el doctor Jacob Morales buscando semillas en sedimentos excavados en graneros de Gran Canaria. “Vimos que aparecían insectos y los primeros que pudimos identificar fueron los gorgojos del grano”, explica. Así fue como se le abrió un campo de estudio sorprendente que lo ha llevado, poco tiempo después, a iniciar su tesis doctoral centrada en el Estudio arqueobotánico y arqueoentomológico de los graneros colectivos de la isla de Gran Canaria (siglos V-XV de nuestra era).

“Lo que está haciendo Pedro es novedoso en el mundo”, asegura Amelia Rodríguez, catedrática de Prehistoria de esta universidad. “El estudio de los insectos procedente de yacimientos arqueológicos constituye una aproximación novedosa en Canarias, y supone un paso más en la comprensión de la relación que los antiguos canarios tuvieron con su entorno natural, y cómo varió ésta a lo largo del tiempo”, afirma, por su parte Jacob Morales, especialista en arqueobotánica.
De la importancia de este estudio da idea el que sean tres los doctores que dirigen la tesis de Henríquez de forma conjunta: los citados Amelia Rodríguez y Jacob Morales, y el doctor Jean-Bernard Huchet, profesor de Arqueoentomología de la Universidad de Burdeos.
 La isla de Gran Canaria tiene la particularidad, en el contexto de la sociedad de los antiguos pobladores del archipiélago, de ser la única que producía excedentes agrícolas en cantidad suficiente como para necesitar almacenarlos en lugares específicos. Se trataba de graneros colectivos y fortificados, en cuevas de difícil acceso.
 También higos y lentejas
“Los aborígenes guardan, sobre todo, cebada –su principal cultivo–, trigo, higos y legumbres. Las legumbres son lentejas, habas y arvejas. Es lo que cosechan y después almacenan. Pero también recolectaban los raquis con támaras de las palmeras, así como semillas de los dátiles; las semillas del mocán; y las piñas de los pinos”, detalla Henríquez, que, como arqueoentomólgo, también rastrea la inseparable presencia de plagas en los alimentos que se almacenan y cómo se combatían. “Y hemos documentado la presencia de hojas de laurel dentro de los graneros y creemos que se usaban como insecticida”, confirma.

Lo que se ha encontrado en su investigación por los graneros de La Fortaleza, Acusa, Risco Pintado de Temisas y Cuevas Muchas (que ampliará a los del Cenobio de Valerón y Solana del Pinillo) es que la plaga más importante de los graneros prehispánicos es la del gorgojo del grano (Sitophilus granarius). “No sólo encontramos que hay un montón de insectos (en La Fortaleza, más de 2.000 Sitophilus, de los cuales 180 en un solo silo), sino que también muchos de los granos están afectados, agujereados”, dice de este insecto sinantrópico, pues sólo vive asociado al ser humano.
“En Egipto se han documentado algunos casos muy contados de insectos, de muy pocas especies y apenas unos pocos individuos. La cantidad de insectos que tenemos en Gran Canaria es anómala respecto a la arqueología”, añade.

Más de mil años atrás
Junto al gorgojo del grano –los hallados en La Fortaleza han sido datados entre los siglos VIII-XII–, aparecen, como plagas secundarias el gorgojo dientes de sierra (Oryzaephilus surinamensis) –siglos IX-XIII–, que no consume directamente el grano, sino los desechos del Sitophilus, y el escarabajo cadelle (Tenebroides mauritanicus), aún sin datar, que afecta al grano y las maderas.
Además, repetidos en todos los graneros, hay insectos carroñeros, devoradores de otros insectos o de materiales como cueros y tejidos vegetales en los que se guardaba el alimento, como el gorgojo del pan (Stegobium paniceum) y el escarabajo araña (Mezium americanum).
En el caso de las legumbres la plaga que les afecta es un brúquido, un coleóptero de pequeño tamaño pero que aparece muy poco. Sólo han hallado brúquidos en el granero de Temisas, lo que no significa que no hubiera legumbres en los demás graneros. “En La Fortaleza, por ejemplo, tenemos legumbres, pero no tenían la plaga”, dice (a la inversa, la presencia de determinados insectos proporciona información sobre materiales que han desaparecido del contexto arqueológico, por ejemplo, madera o productos vegetales que son el alimento del Phyllognathus excavatus hallado en algunas de estas cuevas).
 Como ocurre con las semillas y los granos de estos yacimientos, que aparecen desecados –en la mayoría de hallazgos arqueológicos del mundo aparecen carbonizados–, los insectos están en el mismo estado. Por eso lo que se encuentra es el exoesqueleto, están huecos por dentro, como el grano en la mayoría de los casos, pues lo que aparece es la gluma (la cobertura). “No encontramos el grano porque probablemente se lo ha comido el gorgojo. Pero estamos hallando granos enteros, también legumbres enteras como las lentejas; en cambio, las habas no, solamente aparece la testa (la piel)”, detalla Henríquez.
 Espigas y vainas
Otra curiosidad del almacenamiento en los graneros de los indígenas canarios es que lo que guardaban era la cubierta vegetal que contenía los granos: los cereales en sus espigas, las legumbres en sus vainas. “Pienso que podría ser para dificultar las plagas, porque son almacenamientos para largo tiempo. Y los productos recolectados también: los dátiles, en el racimo. Algo que no encontramos en sus casas, donde sí aparecen los granos sueltos porque son para el consumo y, debido ello, se almacenan por poco tiempo”, opina
FUENTE:  http://pellagofio.es/islas/arqueologia/gorgojos-de-mil-anos-con-la-cebada-de-los-graneros-indigenas-canarios/

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