viernes, 14 de diciembre de 2018

Perdónanos, Mariló

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 ¡Paren rotativas y portales digitales! Otro machista pidiendo perdón por su machismo: lo nunca visto hasta hace bien poco, queridos millennials.

 Últimamente, está pidiendo excusas gente que no las pedía nunca. Y en sede parlamentaria, nada menos. Este jueves volvió a obrarse el milagro y Pablo Iglesias de Todas Las Confluencias se acusó a sí mismo de grosero, sexista y tonto del móvil –tonto es el que dice tonterías, decía Forrest Gump– por haber escrito en julio de 2016 en un chat privado de Telegram compartido con Juan Carlos Monedero que “azotaría hasta que sangrase” a Mariló Montero, a la sazón presentadora estrella de La Mañana de Televisión Española. “Es una broma machista e imperdonable. No comparto algunas tonterías que dije en el pasado. Siento muchísima vergüenza y, ahí, lo único que puede hacer uno es pedir disculpas”, se autolapidó, contrito, el líder, ante una estupefacta Comisión del Senado. Le faltó azotarse cien veces y entonar el por su culpa, por su culpa, por su gran culpa. Tiernísimo.
No negaré cierto regocijo al contemplar la escena. No es el primero ni el último poderoso que pide perdón públicamente por referirse a las mujeres como objetos sexuales. Difieren poco en el trance. Da gusto verlos tan repisos y tan avergonzados de sí mismos y con tantísimo propósito de enmienda. Pero tampoco nos volvamos locos. El machismo no entiende de siglas ni quintas. El Telegram donde Iglesias escribió el haiku era de un grupo de parlamentarios de Podemos. Es cosa sabida, y si no ya se la cuento yo que para eso me pagan, que muchos señores, y señoras, tenemos el dedo fácil con el móvil si nos sentimos en confianza. No seré yo quien arroje la primera piedra contra un pecador de esa naturaleza. También es de dominio público, y si no ya les ilustro, que muchos grupos de WhatsApp de varones, no sé, amigotes del curro, colegas de copas, miembros de una cuadrilla, señorías de un grupo parlamentario, se convierten en un festival de memes y bravatas sexuales, sobre todo los viernes por la tarde, cuando los miembros se quitan el casco, o el mono, o la corbata, y se ve que, con la inminencia del fin de semana, se les relajan las neuronas además de la libido y la fanfarronería. Iglesias y Monedero no son ninguna excepción a la regla. Dos machotes chocándose los pectorales virtualmente a ver quién la tiene más larga y más rápida. La inteligencia y la tecla, digo. Las señoras también nos relajamos, y nos pasamos cien pueblos, por cierto. Pero aún están por pillar a alguna proceresa de un partido con el feminismo como bandera escribiendo a otra que se lo comería todo hasta que sangrase a un adversario de filas. Puede que, entonces, se le riera la gracia, de acuerdo. Entonces, escribiré al respecto.
 Dicho todo esto, bienvenidas sean las excusas de Iglesias. La vida consiste muchas veces en comerse las propias palabras con la mayor elegancia posible. Y ahí puede estar el quid de su bajada de defensas. Desde 2016, fecha del farol sexista, Iglesias se ha emparejado de forma estable, ha vivido el embarazo, el parto, la convalecencia y la crianza de dos hijos con su compañera, Irene Montero y, no sé, además de recapacitar y calcular que le venía bien pedir excusas públicas en este preciso momento, igual se ha dado cuenta de que no está bonito hablar en esos términos de una congénere de su señora. La otra Montero, Mariló, la ofendida, guarda por ahora silencio. Acudió en su día al Instituto de la Mujer a denunciar el hecho y a pedir amparo y, bien es cierto, sus congéneres y colegas periodistas no le hicimos el mismo caso que si la ofendida hubiera sido otra más 'feminista' y menos polémica. Desde aquí, mis propias excusas por el pecado de omisión de socorro. No consta si, antes de ayer, con luz y estenotipistas por medio, Iglesias le habrá pedido disculpas personales. Ella es la única que tiene la libertad de perdonar o no al pecador del Telegram.
fuente: https://elpais.com/elpais/2018/12/13/gente/1544720379_470343.html

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