Es evidente la influencia de los portugueses en Canarias, en la última década del siglo XV y a lo largo de todo el XVI. Ha escrito el Profesor Juan Regulo que la presencia de los portugueses en las Islas fue decisiva para que el Archipiélago canario viviese años de holgura económica a mediados del siglo XVI, y la historia ha demostrado lo pernicioso que fue para la economía de Canarias el despoblamiento de portugueses, que soportaron las Islas tras la independencia del reino lusitano en 1640
La gran penetración de la cultura
tradicional portuguesa se produjo después de la conquista. Afianzada la
paz entre Portugal y Castilla, los portugueses, que frecuentaban cada
vez más los mares africanos, recalaban en los puertos de las Islas con
creciente confianza.
No resulta fácil distinguir, a primera
vista, en los documentos, la procedencia o nacionalidad de los
portugueses, pues, generalmente, traducían o adaptaban sus nombres o
apellidos al castellano. Don Elías Serra Rafols contó, en los registros
más cuidados de la Inquisición, los individuos citados con pueblo de
origen, que son la mayoría de los no isleños y durante el siglo XVI
ochenta y seis portugueses por sólo treinta y seis de otras procedencias
peninsulares; según el Sr. Serra Rafols; si bien parece seguro que,
tratándose de españoles, era frecuente la omisión de este dato del
pueblo de origen, es indudable la alta proporción de lusitanos; se
trataba, generalmente, de campesinos y braseros humildes, pero no
faltaban artesanos, mercaderes, marinos y hasta letrados.
La presencia tan nutrida de este elemento portugués no pudo por menos de
dejar huella, y la dificultad estriba en la imposibilidad de
distinguir- la de la dejada por los gallegos, cuyas peculiaridades, no
sólo lingüísticas sino folklóricas en general, se confunden con las de
sus vecinos meridionales. La influencia de la cultura portuguesa en
Canarias fue grande; para don Elías Serra Rafols, las ventanas llamadas
de guillotina, corrientes en Portugal, mejor que en un origen nórdico
hay que pensar en los muchos albañiles y carpin- teros portugueses,
posibles introductores de este tipo de ventana. En la misma arquitectura
terorense, la torre de la Basílica del Pino es un reflejo de la
influencia portuguesa; según el Marqués de Lozoya es de estilo
arquitectónico manuelino portugués.
En el habla popular canaria, la
influencia–gallego portuguesa sigue en orden a la castellana. Hay
palabras conservadas usualmente en el español de Canarias, que pueden
atribuirse a portuguesismos; el vocablo “tabefe” es de procedencia
gallego–portuguesa, también “fogalera” (hoguera), “fecha- dura”
(cerradura), “ferrugiento” (herrumbiento), “sorimba” (lluvia menuda),
“zafarse” (escaparse), “zafado” (desenvuelto, irrespetuoso).
En el primer poblamiento de Teror,
después de la conquista, hay una clarísima influencia portuguesa. A
pesar de la dificultad de un estudio meticuloso del tema de los
pobladores terorenses de fines del siglo XV y siglo XVI, por la
circunstancia referida de no existir libros de bautizados, los notables
estudios genealógicos de don Miguel Rodríguez Díaz de Quintana y los
datos del Archivo del Marqués de Acialcázar han aclarado bastante esta
cuestión. En el Archivo Acialcázar hay referencias a un padrón de
vecinos, formado en 1595 por el Bachiller Juan Riberos, que también
desapareció con otros papeles.
Marín y Cubas se refiere al cura de la Parroquia de San Matías, que era
portugués, el Licenciado Tristán, dato que se puede considerar cierto.
Marín y Cubas está considerado como un verdadero historiador, con
sentido crítico y una erudición extraña en su época; de profesión
médico, aplicó, con juicio y crítica racional, sus estudios y
conocimientos de los distintos lugares de la Isla.
El Bachiller Juan Riberos, muerto en las batallas contra los holandeses
en 1599, era hijo de Francisco Riberos, natural de Arifana, en Santa
María de Portugal. Este portugués se avecindó en Teror y otorgó
testamento en 15 de febrero de 1570; su esposa fue Margarita Alonso de
Rivera, también de origen portugués, por ser hija de Alonsianes de
Rivera o Alonso Yanes de Rivera, conquistador de Gran Canaria y luego de
Tenerife (datos del Archi- vo del Marqués de Acialcazar). El apellido
Yanes, hoy Yánez, es de origen portugués; de las familias portuguesas
establecidas en Gran Canaria, la más antigua es la fundada en Teror por
el referido Alonso; éste y Enrique Yanes eran conocidos por Alonsines y
Enriquianes. Margarita Alonso de Rivera otorgó testamento el 12 de mayo
de 1613, ante el Escribano Francisco Delga- do Salazar; dejó como bienes
una yunta de bueyes, un esclavo mulato, trece colmenas vivas, trece
fanegadas y media de tierra y huerta con casa de su morada en Los
Arbejales; este pago terorense fue la zona residencial más importante de
la comarca durante el siglo XVI.
Alonso Yanes fue uno de los pobladores
que fundaron el lugar de Los Arbejales; casó con la vecina de Teror
Dominga Lorenzo García; la más joven de los hijos de este matrimonio,
Juana Domínguez, casó con Bartolomé Díaz del Río, “El Castellano”,
avecindado en Los Arbejales en la década de 1550. Dominga Lorenzo García
contrajo matrimonio, en segundas nupcias, con Antón Rodríguez, de
origen portugués también, vecino de los Arbejales, y ambos fueron los
terceros abuelos del primer Marqués del Toro, Juan Bernardo Rodríguez de
Toro.
Lorenzo Yanes “El Viejo”, nacido hacia
1490, llegó a Tenerife sobre 1508 y se estableció en San Cristobal de La
Laguna, ya nacido su hijo Juan Lorenzo. En 1690, un descendiente, Juan
Yanes Bueno se traslada desde La Orotava a Gran Canaria y vuelve a
introducir este apellido –ya transformado a partir de la centuria
siguiente en Yánez- en la isla al casarse con la terorense Isidra de la
Cruz. Los Yánez de la Villa y prácticamente de toda Gran Canaria,
proceden de esta rama.
En época indeterminada, quizá entre 1530
y 1540, se estableció también en Los Arbejales el labrador portugués
Roque Hernández; casó con Elvira Gutiérrez, y una hija de este
matrimonio, Gúímar de Acosta, casó con Bartolomé Díaz del Río, hijo de
Bartolomé Díaz del Río, El Castellano, y Juana Domínguez; el apellido
Acosta es de origen portugués. Los Hernández portugueses no tienen nada
que ver con otras personas de este mismo apellido, que se establecieron
en Teror en el siglo XVII, cuya procedencia remota puede estar en el
último Mencey Guanche de Abona, que al bautizarse tomó el nombre de
Gaspar Hernández, personas de este linaje pasaron a Gran Canaria y la
rama terorense procede de Guía.
En noviembre de 1628, con ocasión de la
visita a Teror del Obispo de La Cámara y Murga, subió al Pino de la
Virgen un portugués, que se encontraba en Teror trabajando en la
construcción de algunas casas.
Las primeras casas con características
constructivas peninsulares probablemente imitarían casas portuguesas,
debieron ser de una sola planta; el nombre de casa terrera deriva de
tener delante un pequeño terreno o terreiro, del mismo modo que en
Madeira.
Otras familias de origen portugués,
avecindadas en Teror, fueron los Travieso y los Báez; en el barrio
terorense de El Palmar existió un topónimo Las Portuguesas; los
Henríquez se establecieron en Teror en el siglo XVII, no obstante en la
documentación del archivo del Marqués de Acialcazar hay una referencia a
Juan de Quintana y María Enríquez, como vecina de Teror en 1595.
Otra familia de origen portugués es la
de Marrero; parece ser que ninguna persona de este apellido estuvo
avecindada en Teror en el siglo XVI; posteriormente, en el siglo XVII y
siguientes, sí aparecen en la vida local; según el genealogista Miguel
Rodríguez y Díaz de Quintana, se trata de un linaje formado en Tenerife
por un portugués, cuyo cometido profesional era el de marrero, oficio
antiguo con el que se distinguían ciertos individuos, que se dedicaban a
la tasación de tierras; un Marrero se trasladó a Gran Canaria en el
primer tercio del siglo XVI, originando extensa familia, que se
desarrolló entre Santa Brígida, Arucas, Teror y Sur de Gran Canaria.
UNA MUESTRA DEL ARTE PORTUGUÉS EN TEROR
La bellísima Torre Amarilla que engalana
fachada basilical y Plaza del Pino perteneció al anterior y segundo de
los templos que han cobijado la Santa Imagen de Nª Sª del Pino;
fabricado en el año 1600. Éste utilizaba como campanario las ramas del
Santo Pino de la Aparición.
El 3 de abril de1684, Lunes de Pascua, el Pino de la Villa de Teror, cuna y crisol de pueblo y leyenda, cayó a tierra “al modo de un hombre que se sienta con pausa y sosiego”,
tal como declarara un testigo del hecho. Momentos antes, se habían
retirado las campanas que colgaban de sus ramas. Las obras de la nueva
torre-campanario, copia de las que por entonces jalonaban la fachada de
la Santa Iglesia Catedral (marcando su estilo gótico manuelino
portugués, así llamado por desarrollarse en el reinado de Manuel I de
Portugal), debieron comenzar poco después; pero como todas ellas,
necesitadas de constantes aportes de dineros, su construcción fue
despacio y dependiendo en exclusiva de las aportaciones vecinales. Fue
realizada en piedra de Teror, cantería de tonos ocráceos que van del
rojo al amarillo, y que terminó por bautizar la nueva torre con su
color.
Según consta en acta del Cabildo
Catedral, ya el 27 de noviembre de 1708 estaba concluída y el vecindario
terorense elevaba al mismo una solicitud de ayuda para acabar de
pagarla. Asimismo, el historiador Fray Diego Henríquez en su obra
“Verdadera fortuna de las Canarias y breve noticia de la Milagrosa
Imagen de Ntra. Sra. del Pino de Gran Canaria” deja constancia en 1714
de que “...los vecinos de aquel pueblo con su trabajo y algunas
cortas limosnas, y la solicitud de el Br. Don Juan Rodríguez, Cura de
aquella Parroquia,...ahora nuevamente han hecho y costeado una muy buena
torre a las campanas de fuerte y durable canto de color amarillo,...que
ha sido de mucho lucimiento al templo”.
Permaneció unida al segundo templo de la
Virgen del Pino desde entonces hasta que éste –que ocupaba gran parte
de la actual Plaza– desapareciera en 1760 para dar paso a la tercera y
actual iglesia, según decisión del obispo Fray Valentín de Morán y
Estrada. El arquitecto de la misma, el coronel don Antonio Lorenzo de la
Rocha, decidió con muy buen acierto el respetarla y acoplarla al nuevo
edificio, haciendo que de esta manera la Torre Amarilla adquiriera un
valor añadido al ser el nexo de histórico y emotivo enlace con el pasado
de la advocación mariana del Pino y hasta de la misma Villa
José Luis Yánez Rodríguez es Cronista Oficial de Teror
fuente: https://www.infonortedigital.com/portada/cultura/item/70354-portugal-en-teror
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