viernes, 16 de noviembre de 2018

La paradoja del botijo

Botijos
 


Varios lectores han argumentado que el sorprendente efecto refrescante del abanico (¿cómo puede refrescar si se limita a mover el aire, con lo que incluso aporta energía?), del que nos ocupamos la semana pasada, se debe a que la leve corriente que produce facilita la evaporación del sudor.

Lo cual es verdad, pero no toda la verdad: el alivio que aporta el abanico se debe, sobre todo, a que renueva el aire que envuelve a quien se abanica. El aire es mal conductor térmico, por lo que retiene, cual abrigo invisible, el calor que emite el cuerpo. El abanico o el ventilador hacen que esa envoltura gaseosa se renueve antes de recalentarse, lo que favorece notablemente la disipación del calor corporal. Siempre, claro está, que la temperatura ambiente sea inferior a la del cuerpo. Si el aire está a más de 36º centígrados, removerlo solo refrescaría, en todo caso, en la medida en que ello pudiera favorecer la evaporación del sudor.
No somos conscientes de lo mal conductor que es el aire porque suele estar en constante movimiento y transmite el calor por convección; pero cuando el aire está atrapado, como en un termo o entre los dos cristales de una ventana “climalit”, es un magnífico aislante. E incluso cuando solo está retenido parcialmente, como en un jersey de lana o en un edredón, donde un tejido grueso y tupido dificulta su circulación, mantiene eficazmente el calor. De hecho, en la mayoría de los aislamientos es el aire, atrapado en distintas estructuras o materiales porosos, el verdadero aislante térmico.
Teniendo en cuenta lo anterior, ¿qué es más fresca, una camiseta de manga corta o una camisa de manga larga (ambas de algodón)? ¿Qué abriga más, una manta de dos centímetros de grosor o dos mantas de un centímetro? ¿Abriga un jersey de lana en el agua? ¿Podemos abrigarnos con un periódico?

El mecanismo del botijo


Y si es sorprendente que el abanico refresque, lo es aún más que el botijo enfríe el agua, incluso estando al sol. ¿Cómo es posible?
“Más simple que el mecanismo de un botijo” es un conocido dicho popular que no le hace justicia al humilde recipiente de barro poroso, pues su estructura es simple, sí, pero su mecanismo de refrigeración no lo es tanto, y ha merecido ser objeto de meticulosos estudios científicos. La clave está en la evaporación del agua que impregna el barro poroso, que le “roba” al agua del interior el denominado “calor de evaporación”, o sea, la energía que necesita para pasar de líquido a vapor (por la misma razón sentimos frío al frotar la piel con alcohol, que se evapora rápidamente).
A condición de que sean blancos o muy claros (y por eso la mayoría lo son), los botijos pueden refrescar el agua incluso a pleno sol, pues casi no absorben la radiación solar, y parte del calor debido a la temperatura ambiente lo disipan por evaporación. Siempre que el clima no sea muy húmedo, pues en ese caso la evaporación es mínima, al estar el aire saturado de vapor de agua. Por eso el botijo no ha tenido éxito en el trópico.
Y volviendo al abanico, otro popular y refrescante objeto de honda raigambre hispana, ¿tendría sentido abanicar un botijo?
fuente:  http://esmateria.com/

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