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Esta columna va por ellos, por esos amigos de la adolescencia a los
que perdí de vista con las mudanzas de la vida, las mías y de la de
ellos hasta que hace seis años entró en una fiesta. Ella. Llegó con
amigas comunes; abrazos, risas, recuerdos y cariño.
Su compañero, ayer
amigo de juegos, luego novio y más tarde marido, estaba entre el barullo
de los saludos. Siempre guapos, de miradas francas, limpias. Rubia,
menuda y risueña. Sabía de su sentido del humor y en aquella fiesta
descubrí a una mujer generosa, perfecta dinamizadora de un festín en el
que conocía a la mitad de los invitados; yo a la otra mitad. Hacia
quince años que no nos veíamos pero el reencuentro no supo de tiempo.
Como si fuera ayer. En aquel escenario estaba claro que cantaríamos y
que nos entregaríamos a la causa de animar hasta rompernos la garganta.
Así fue. Los amigos saben que la mejor que se lo pasa en ese ambiente
soy yo y sí el resto se apunta, bienvenidos. Esa estrategia nunca falla,
así que al poco nos metimos en faena. Yo empuñando la guitarra, ella
envuelta en una pañoleta española, dejando la poca vergüenza que le
queda en un cajón, como hacen las buenas animadoras. Finalmente siempre
es la segunda que mejor se lo pasa cantando coplas a las que le echa sal
y pimienta. Su marido es prudente y la mira desde la distancia con un
amor que se le escapa por los ojos. Desde ese día decidimos
reencontrarnos, que valía la pena hacer el esfuerzo de vernos más, que
nos unen muchas cosas. Conocemos todos los entresijos de los vecinos del
barrio que nos vio crecer. Sus miserias y sus pocas grandezas. Así lo
hicimos.
Hace poco tocó fiesta en su casa y en la cocina, el mejor sitio para
las confidencias, mientras llegaban los invitados me mostró un vídeo.
“Míralo y te cuento…”. Eso hice. Concierto de Roberto Carlos. No
entendía nada. “Fue un regalo de mi marido. Hace un par de años junto al
desayuno había un sobre. Lo abrí y tenía dos pasajes, dos entradas y
reserva de hotel. ¿Qué es eso?, pregunté”. Y él respondió risueño. “Que
nos vamos a ver a tu ídolo, Roberto Carlos. Canta en Oporto. Lo supe
anoche y lo arreglé todo, salimos mañana”. El vídeo mostraba a los dos
en las primeras filas. Juntos, emocionados, felices.
Hoy quería contarles una historia de amor y esta lo es.
fuente: https://marisolayalablog.wordpress.com/
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