Resulta fascinante pensar que cada uno de los átomos de nuestro cuerpo, de nuestros seres queridos, incluso de nuestra mascota, pudo provenir de las profundidades del espacio exterior, y que probablemente, cada parte de lo que somos, tenga miles de millones de años de antigüedad.
Pero más fascinante aún resulta pensar que nosotros mismos estemos diseminando la semilla de la vida a través del polvo espacial.
El intercambio de partículas atmosféricas entre planetas distantes podría ser el origen de la vida en la Tierra, y el responsable de sembrar vida terrestre en el universo, tal como sugiere una investigación realizada por la Universidad de Edimburgo.
Según se detalla en la publicación científica, las corrientes de polvo podrían colisionar con partículas biológicas en la atmósfera de la Tierra con la suficiente energía como para lanzarlas al espacio.
Tal evento podría permitir que las bacterias y otras formas de vida hagan su camino desde un planeta en el Sistema Solar a otro y, tal vez, más allá.
El hallazgo sugiere que los grandes impactos de asteroides pueden no ser el único mecanismo por el cual la vida podría transferirse entre los planetas, como se pensaba anteriormente.
La investigación de la Universidad de Edimburgo calculó con cuánta fuerza los flujos de polvo espacial -que pueden moverse a una velocidad de hasta 70 km por segundo- podrían colisionar con partículas en nuestro sistema atmosférico.
Descubrió que las partículas pequeñas que existen a más de 150 kilómetros sobre la superficie de la Tierra podrían ser golpeadas más allá del límite de la gravedad de la Tierra por el polvo espacial y, finalmente, llegar a otros planetas.
Según, esto, es posible que estemos diseminando la semilla de la vida a otros planetas.
El mismo mecanismo podría permitir el intercambio de partículas atmosféricas entre planetas distantes.
El polvo espacial, un medio de transporte para la vida
Los rápidos flujos de polvo interplanetario que continuamente bombardean la atmósfera de nuestro planeta podrían liberar organismos diminutos de mundos lejanos o enviar organismos terrestres a otros planetas.Según se detalla en la publicación científica, las corrientes de polvo podrían colisionar con partículas biológicas en la atmósfera de la Tierra con la suficiente energía como para lanzarlas al espacio.
Tal evento podría permitir que las bacterias y otras formas de vida hagan su camino desde un planeta en el Sistema Solar a otro y, tal vez, más allá.
El hallazgo sugiere que los grandes impactos de asteroides pueden no ser el único mecanismo por el cual la vida podría transferirse entre los planetas, como se pensaba anteriormente.
La investigación de la Universidad de Edimburgo calculó con cuánta fuerza los flujos de polvo espacial -que pueden moverse a una velocidad de hasta 70 km por segundo- podrían colisionar con partículas en nuestro sistema atmosférico.
Descubrió que las partículas pequeñas que existen a más de 150 kilómetros sobre la superficie de la Tierra podrían ser golpeadas más allá del límite de la gravedad de la Tierra por el polvo espacial y, finalmente, llegar a otros planetas.
Según, esto, es posible que estemos diseminando la semilla de la vida a otros planetas.
El mismo mecanismo podría permitir el intercambio de partículas atmosféricas entre planetas distantes.
¿Puede la vida aguantar este viaje cósmico?
Se sabe que algunas bacterias, plantas y pequeños animales llamados tardígrados pueden sobrevivir en el espacio, por lo que es posible que tales organismos, si están presentes en la atmósfera superior de la Tierra, choquen con polvo espacial que se mueve rápidamente y soporten un viaje a otro planeta.
"La proposición de que las colisiones de polvo espacial podrían
impulsar a los organismos a distancias enormes entre los planetas
plantea algunas perspectivas interesantes de cómo se originaron la vida y
las atmósferas de los planetas. La transmisión de polvo del espacio
rápido se encuentra en todos los sistemas planetarios y podría ser un
factor común en la proliferación de la vida", en palabras del Profesor
Arjun Berera, autor principal del estudio.
El estudio, publicado en la prestigiosa revista Astrobiology, fue financiado en parte por el Consejo de Instalaciones de Ciencia y Tecnología.
El estudio, publicado en la prestigiosa revista Astrobiology, fue financiado en parte por el Consejo de Instalaciones de Ciencia y Tecnología.
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