Lo digo y, créanme, sé lo que digo. Lo digo y voy al aeropuerto un montón de veces al mes. Lo digo y cojo muchos aviones. Lo cuento: 17.32 horas, 15 de agosto 2017, pleno verano, pleno mes de vacaciones, inicio de la última quincena, estreno de la huelga total de los empleados de Eulen, que acaban de rechazar la oferta de su empresa, momento ideal para palmar y ¡zas! récord absoluto de mi vida.
He pasado el control de equipaje, de tarjeta de embarque y de mi cuerpecito entero, pequeño, cierto, 1.56 metros, en tres minutos y 53 segundos.
Y todo eso, sigo prometiéndolo y jurándolo, en el aeropuerto de El Prat. Mi vuelo a Palma de Air Europa, es decir, UX, es el número 6103 y sale, espero, sí, a las 21.40 horas. El embarque, pronostican, será a las 20.55 horas. Y yo he decidido llegar tres horas y media antes a El Prat. Más cierto, ya había oído por la radio y mis colegas de redacción me habían dicho que ‘solo’ había 20 minutos de retraso, o de trámite, para pasar el control de seguridad pero, aún y con todo, he venido con tiempo.
El día más temible en el aeropuerto ha sido el día en que he roto mi récord en el control de equipaje: 3 minutos 53 segundos ¡lo nunca visto, ni vivido!
Y, sí, he llegado (al taxi que me llevaba lo ha parado, un minuto, la Guardia Civil que persigue, digo, no sé, mala gente, terroristas, chechenos de discoteca, en la rampa de acceso a la entrada grande de El Prat, pero nada, ha sido un visto y no visto (el otro día, en la República Checa, camino del circuito de Brno, nos metieron la metralleta por el cristal del coche, eso sí, muy amables los jóvenes militares) y no hemos perdido ni un minuto.
A la entrada del control de El Prat, miles y miles y miles de metros de cinta en plan serpentina, haciéndose, ya saben, esos caminitos sin retorno, en el que caminamos parsimoniosamente, como corderitos, hacia el control de la tarjeta de embarque y equipaje. Cuando he visto tantos metros de cinta, he pensado en mi amiguísimo Evarist Murtra, que se gana la vinda fabricando ese tejido ¡yupi! Y les prometo, insisto, lo juro, que, en ningún momento, he dejado de caminar, de serpentinear.
He llegado, he metido el código de mi tarjeta en el cristal, ¡zas!, se han abierto las puertecitas y, enseguida, maletas, empleados de Eulen, nada sonrientes, pero muy, muy, atentos y, al fondo, dos tipos de guardia civiles. Los de siempre, metralleta en mano, boina lustrosa, musculosos, casi gigantes, y dedo en el gatillo (vigilando a los malos) y guardia civiles, con el uniforme, ya más callejero, no tan ‘madelman’ para ayudar, si fuese necesario (no lo era demasiado, la verdad, pero sí curraban, sí) para los trámites normales de acceso a las puertas de embarque.
Hasta he hablado con un corpulento hombre del instituto armado y me ha dicho que ellos están ahí obedeciendo órdenes y ayudando. Ayudando a todo el mundo. Incluso a los trabajadores de Eulen. Y ayudándome a conseguir mi récord, les juró que imbatible: tres minutos 53 segundos. No les diré más.
FUENTE: http://www.aprogc.es/la_guardia_civil/detalle/Art%C3%ADculo_de_opini%C3%B3n_de_El_Peri%C3%B3dico_de_Catalu%C3%B1a
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