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Miren cómo es la vida. Subo a una guagua, me equivoco de línea y voy a parar a la barriada de Zárate. Desde la ventana veo el castillo de San Cristóbal, el mar, sus bañistas, en fin, lo propio. Hacía mucho tiempo que no iba por allí.
Como hacía calor compraron refrescos y seguimos la cháchara. De fútbol, de tv, de Sara, de los ancianos de Guanarteme, de Yeremy. De pronto apareció una furgona a toda leche y frenó como los caballos, relinchando. Desde que vi al temerario conductor le reconocí pero me hice la loca. “Buenas…”, dijo. Puede tener unos 50 y pocos años, fuerte, tatuajes hasta en el techo de la boca y cariñoso con la vecindad.
“¿Usted vive por aquí?”, preguntó. “No, contesté. “Pues su cara me suena”. Y tanto. Resulta que a ese hombre hace unos 15 años la lotería tocó en su puerta y le dejó ochenta millones que no es poca cosa. Estuve en su casa en Bañadero. Lo siguiente era saber cómo cambió su vida. Y lo contó. Hizo realidad su sueño, conoció Cuba y allí a una joven a la que colmó de lujos. El dinero fue mermando y de paso el amor. Tanto viaje tiene lo que tiene, es decir, dos hijos mucho gasto y menos dinero. Así y todo se trajo a su familia a Las Palmas; compró una casa, casa apenas disfrutó. Separación anunciada y una decisión judicial que ordenó que la vivienda fuera para ella y los niños.
Y colorín colorado. “De aquel premio me tocó lo mejor, mis hijos”. Y tan contento.
Curioso paseo por Zárate.
fuente: https://marisolayalablog.wordpress.com/
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