Esta es la pregunta que me hago cuando decido ver un poco de televisión. Las cadenas se copian unas a otras tanto como los niños en el colegio. Los realitys proliferan como si fueran hongos. Tenemos relitys de todo tipo y modelo, pero, la mayoría se caracteriza por los nervios de los concursantes que los llevan a vociferar como energúmenos llegándose al insulto en cada programa.
Si nos vamos a los programas culinarios, hay para hacer una comida diferente cada día durante dos años y medio. Con esto, en mi opinión, se están pasando bastante. El primero que llegó a nuestra cocina fue Karlos Arguillano, sin contar a la pionera y, ya desaparecida, Elena Santonja. Hoy abrimos cualquier canal y allí tenemos al cocinero o cocinera de turno intentando que cambiemos nuestro menú un día sí y al otro también. Los hay que al presentar el plato van colocando los alimentos de tal manera que parecen las torres de los castellers.
Tenemos cocinas de todos los gustos y países que imaginarse pueda. Cuando veo a alguno de estos cocineros como aderezan los platos me pregunto a qué puede saber esa carne o pescado con tanto condimento, sabrá a cualquier cosa menos al producto base.
Y, no digamos nada, de los programas que se traen de Inglaterra, EE. UU o Dios sabe dónde; parece que compran al mayor para ir lanzándolos por todas las cadenas españolas, pues viendo esto de nada o de poco ha servido el que a día de hoy podamos elegir entre más de veinte cadenas diferentes. Lo que nos ofrecen es más de lo mismo.
En este momento me viene a la memoria tres programas dedicados a empeños o subastas que, por ahora la mayoría son estadounidenses, pero, no tardaran mucho en hacerlo en cualquier lugar de España.
Luego tenemos los concursos para cantantes noveles, unas veces dedicado a los adultos, y otras a la grey infantil donde, en ocasiones, son los padres los que sienten más afán para que el niño se haga famoso, que el propio crio.
Con todo lo expuesto no pretendo que continuemos viendo los programas de mediados del siglo pasado, nada más lejos de mi intención, pero sí me gustaría que las cadenas no se repitan tanto como los pimientos.
María Sánchez.
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