lunes, 19 de junio de 2017

CAPILLAS DOMICILIARIAS


 Son muchos los hogares donde cada mes se recibe la capilla o sagrada familia, que fue el primer nombre con el se le conoció.
Recuerdo de pequeña ver llegar a mi casa a la vecina más cercana, que mientras quitaba el gancho de la puerta, llamaba a mi madre diciéndole “aquí le traigo a la virgen”.
Como buena cristiana, mi madre lo primero que, hacia después de abrir las puertas de la capilla, era santiguarse y rezar una oración.

Luego la colocaba en un lugar de la casa donde, cada vez que pasábamos, teníamos que hacer una reverencia o santiguarnos.
Después de los años transcurridos me he dado cuenta de que sólo mi madre y yo llevábamos ese ritual a raja tabla. Mis hermanos, tal vez por ser mayores, hacían caso omiso a las normas de mí madre  
La virgen tenía que pasar una noche en cada casa que visitara. Al despedirla se le rezaba de nuevo y, mi madre, me daba media peseta para que la pusiera en la hucha que, según ella, ese dinero iba a parar a los negritos.
Si todo el dinero que se pidió para ellos les hubiera llegado, hoy estarían más ricos que todos los blancos. Sin embargo, continúan siendo los más pobres.

Aún hoy, se continúa con la tradición de llevar a la virgen por las casas. Si en mi niñez nos visitaba la Sagrada Familia (Jesús, María y José) en estos días sólo tenemos a Mª Auxiliadora que, dicho sea de paso, en ocasiones llegan dos y en otras pasan meses sin que podamos verla.

Creo no equivocarme si digo, que esta santa costumbre, se lleva a cabo en todos los municipios de las islas canarias. No ocurre lo mismo en toda la península, salvo las comunidades andaluzas, con las que compartimos muchas usanzas isleñas.

La visita domiciliaria comenzó a llamarse, visita de la Virgen Milagrosa, y fue instaurada por el papa León XIII, a principios del siglo XX. La idea era acercar a los cristianos a la familia de Nazaret. Desde el principio se usó las capillas tal y como ahora las conocemos.
La visita de la Sagrada Familia tomó mucho auge, de tal modo que llegó a estructurarse diversas secciones llevadas por mujeres y hombres. Entre todas ellas destacaba la de la caridad que favorecían a los más pobres con el dinero recaudado.

Debemos ser conscientes del apostolado familiar siempre, pero, sobre todo, en los tiempos que nos ha tocado vivir. Pues si bien hay muchos jóvenes con unos valores humanos dignos de alabanza, no podemos olvidar, que hay otros que no los conocen y es por ellos por los que debemos luchar para dárselos a conocer.

María Sánchez

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