Articulo de Maria Sánchez
Por más que trato de digerirlo no logro que este bolo de sorpresa me pase por el gaznate del cerebro. Les explicaré el motivo de mi asombro y estupor.
Me encontraba una noche viendo un pizco la tele mientras me comía un polvoron y una figurita de mazapán, más que nada haciendo tiempo por si Morfeo, dios del sueño se decidía llegar, aunque fuera a los pies de la cama, cuando escucho que ya tenemos en puerta la Semana Santa, ya sé que tarde o temprano tiene que llegar, pero mi extrañeza es que llegue tan pronto ¿Me estaré haciendo mayor y no recuerdo el comienzo de la del año pasado?
Me quedé pensando que los días parecen que ya no tienen veinte y cuatro horas, o por lo menos esa es mi reflexión. Cuando uno era pequeño los días eran largos, interminables y las semanas para que contar, hoy empezamos la semana y el único día que, a mí particularmente se me hace largo es el lunes, una vez que llegamos al martes los días van cuesta a bajo y sin freno.
Intentamos hacer mil cosas a la vez y vivimos pendientes del reloj como el conejo del cuento de Alicia en el país de las maravillas
Sacando cuentas pienso: antes se lavaba a mano lo que llevaba casi medio día, la comida se hacía en la cocina de petróleo, otro medio día entre darle fuelle y lo lento que iba aquello.
Ibas a comprar a la tienda y tenías que hacer cola para que te despacharan y luego convencer a la tendera para que te dejara echar otro fiao y, entre una cosa y la otra casi se pasaba el día, sin embargo, aún quedaba tiempo para sentarte a zurcir mientras escuchabas la novela.
Hoy, que disponemos de todos los adelantos que las tecnologías y la ciencia han puesto a nuestro alcance, hoy que colocamos el caldero en una placa donde, con solo apretar un botón la comida se hace en media hora, hoy que metemos la ropa en una “pileta” que sola coge el agua, lava y tuerce, que la sacamos de ahí y la metemos en otra para que la seque como si fuera en la azotea, ahora que dejamos todo eso trabajando y nos vamos al súper mercado donde cogemos los alimentos y, casi sin mirar, lo metemos en un cesto con ruedas pasamos por una maquinita le enseñamos el kilo de azúcar y nos dice lo que pesa y lo que vale.
Hoy amigo nos falta tiempo para hacer cosas, incluso para hablar de todo esto contigo mientras nos comemos unos churros con chocolate y recurro a este cacharro para contarte mi asombro ante la llegada de la Semana Santa.
María Sánchez.
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