"Tenemos un delantal preparado para ti, Sveta. Como si estuvieras en casa. Por supuesto, tenemos una cocina para ti; allí es donde trabajarás". Esta supuesta broma condensa mucho de lo que sufrieron las mujeres astronautas, ya que a su carrera espacial, además de las dificultades técnicas y los riesgos vitales, se sumó un gigantesco obstáculo: el machismo. Conocemos muchas situaciones como la de Savitskaya, que se suceden desde los inicios de la exploración espacial en la década de 1960 hasta nuestros días.
Pero las cosas están cambiando. El domingo 9 de abril, la bioquímica Peggy Whitson se convirtió en la primera mujer en comandar dos veces la Estación Espacial Internacional (ISS). A sus 57 años, tiene el récord de paseos espaciales entre las mujeres, con ocho (el récord de su país lo tiene Michael López-Alegría, con 10), y fue la primera mujer en convertirse en jefa de Astronautas de la NASA. La semana pasada, Rusia y EE UU acordaron prolongar su estancia en la ISS tres meses más de lo previsto, con lo que se convertirá en el astronauta estadounidense que más tiempo ha pasado en el espacio, más allá de los 534 días de su compañero Jeff Williams. Whitson ya no solo bate récords de mujeres, sino marcas absolutas de la astronáutica.
El camino hasta aquí ha sido muy duro para ellas: ignoradas, utilizadas, rechazadas, humilladas y manipuladas. Su historia comenzó con un gran no, el de las autoridades estadounidenses que no querían mujeres en su programa de exploración espacial. El mismo médico que había estado poniendo a prueba el físico de los pilotos militares que se convertirían en astronautas, Randy Lovelace, seleccionó un grupo de mujeres para que fueran las pioneras. "Ya estamos en condiciones de decir que ciertas cualidades de las pilotos espaciales femeninas son preferibles a las de sus compañeros masculinos", aseguró tras las pruebas. Fue inútil. El vicepresidente Lyndon Johnson lo zanjó escribiendo de su puño y letra: "Paremos esto ya". Las trece mujeres que había examinado Lovelace (recordadas como las Mercury 13), y que en muchos casos batieron las capacidades físicas de los hombres, jamás viajarían al espacio.
EE UU se apresuraba para poner en órbita a un hombre después de que Yuri Gagarin hubiera marcado el primer gol para los soviéticos en 1961. Luego se anunció que la URSS pondría en órbita a una mujer, Valentina Tereshkova, lo que reabrió el debate público en EE UU. Las Mercury 13 reclamaban su derecho a ser astronautas, lo que motivó que el Congreso realizara una vista para estudiar la situación. Allí, el primer estadounidense en orbitar la Tierra, John Glenn, aseguró que las mujeres no debían ir al espacio porque era una cuestión de "orden social". "Es solo un hecho", aseguró Glenn, "los hombres van y luchan en las guerras y vuelan en los aviones y vuelven y ayudan a diseñarlos y construirlos. El hecho de que las mujeres no estén en este campo es una realidad de nuestro orden social". Glenn se convertiría en un héroe nacional, recibiendo miles de cartas de niñas que querían ser astronautas, pero él no las animaba a intentarlo. Hillary Clinton fue una de estas niñas que escribió a la NASA en 1961: "No aceptamos chicas como astronautas", respondían.
Mientras en EE UU justificaban la discriminación porque no había mujeres pilotos de guerra (no se permitía que las hubiera), en la URSS preparaban a la obrera y paracaidista Tereshkova. Era un trofeo más en la vitrina soviética de la carrera espacial: el primer satélite, el primer animal en el espacio, el primer hombre, la primera mujer. Los soviéticos tardarían 19 años en volver a poner en órbita a una cosmonauta, lo que muestra escaso interés por la paridad espacial. Sería Savitskaya, y la única razón para lanzarla fue volver a quedar por encima de EE UU, que había anunciado que Sally Ride se convertiría su primera astronauta en 1983. Tanto Savitskaya como Tereshkova fueron las elegidas, en buena medida, porque sus padres eran héroes militares.
"Soy yo, Gaviota", dijo la teniente Tereshkova en junio de 1963 señalando su alias, al ponerse en órbita para dar 48 vueltas a nuestro planeta cuatro meses después de que Glenn diera tan solo tres. Gagarin, no obstante, bromearía diciendo que, como en los barcos, una mujer a bordo es una fuente de problemas.
El lamentable papel de los periodistas
Casi dos décadas después fue el turno de Savitskaya, que se convertiría en la primera mujer en dar un paseo espacial. El diario Izvestia publicó: "Es encantadora y delicada, una anfitriona hospitalaria, y le gusta hacer patrones y coser su propia ropa cuando tiene tiempo libre". Según se explica en el libro Women in space(Mujeres en el espacio, de Karen Bush Gibson), en una rueda de prensa después de aquel histórico paseo, Svetlana no pudo ocultar su irritación al escuchar que las mujeres llevaban un ambiente agradable a la estación espacial. Y replicó: "No vamos al espacio para mejorar el estado de ánimo de la tripulación. Las mujeres van al espacio porque están a la altura del trabajo".
Sally Ride, la primera astronauta estadounidense, explicó en varias ocasiones que lo peor de su trabajo era tener que atender a la prensa. Los periodistas le preguntaban por su peinado, su maquillaje, si llevaba sujetador en el espacio... no faltaba un tópico sexista. Cuando se retrasó su misión, en la que iba junto a cuatro hombres, un comentarista soltó que el retraso se debía a que Ride había estado buscando un bolso a juego con los zapatos. También le preguntaron si iba a llorar en el espacio y respondió: "¿Por qué no le hacéis a Rick [el piloto] esa pregunta?".
Esa misma respuesta la daría, ya en 2014, la cosmonauta Elena Serova cuando un periodista le preguntó por su pelo: "¿Por qué no le preguntas a Alexandr [Samokutyaev, compañero de misión] por su peinado?". La prensa rusa también se interesó por su maquillaje y destacó que estaba dejando atrás a su hija en casa. A Shannon Lucid, en los 80, le preguntaban cómo se iba a organizar con tres hijos en casa. En 1985, después de que su compañera Rhea Seddon arreglara una vela del satélite, un portavoz de la NASA describió su trabajo como una muestra de "la habilidad de una buena ama de casa". Sally Ride corrigió de inmediato: las puntadas de Seddon eran precisas como el trabajo de una cirujana del corazón.
Cuando Ride se preparaba para subir al espacio, solo cuatro de los 4.000 técnicosdel Centro Espacial Johnson eran mujeres. Eso explica la conversación que tendría con los ingenieros sobre los tampones que llevaría con ella en la nave:
— ¿Es 100 la cantidad correcta?
— No. Esa no es la cantidad correcta -respondió Ride.
— Bueno, queremos estar seguros.
— Bueno, podéis reducirlo a la mitad sin ningún problema.
El viaje duró los seis días previstos y los tampones llegarían a la nave atados por los hilos como una ristra de longanizas. En el documental Makers: Women in space (de la PBS), el ingeniero de NASA Joe Kosmo cuenta que los responsables del programa no sabían siquiera cómo orinaba una mujer, cuando trataban de solucionar ese asunto para el viaje.
En total, 60 mujeres han viajado ya al espacio, y aunque representan el 11% de los más de 550 astronautas totales, su proporción no deja de crecer. En 2013, la promoción de astronautas de NASA fue por primera vez paritaria: cuatro mujeres y cuatro hombres. La primera hispana que salió al espacio, Ellen Ochoa, cuenta que un día su hijo le preguntó: "¿Mamá, los chicos también pueden ser astronautas, o solo las chicas?". Hoy, Ochoa dirige el Centro Espacial Johnson, ese en el que no había casi nadie que supiera de tampones en 1982.
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