Imagen de archivo
Se conocieron en Tenerife, cuando Luis decidió estudiar Derecho. Sus padres hicieron un esfuerzo lo enviaron a La Laguna y en la calle larga encontró piso. La humedad la llevaba mal. Ni las botellas de agua caliente ni las mantas en las que se enrollaba frenaban el frío así que pronto se planteó cambiar de casa y se movió hasta encontrar una en la que su asma no le complicara la existencia.
Allá donde había un tablón dejaba sus señas y su objetivo. “Comparto piso”, escribía. Un día alguien le habló de una señora que alquilaba una vivienda de dos habitaciones a buen precio pero aún así, se salía de su presupuesto; la búsqueda de un compañero que compartiera gastos se intensificó. Merodeó por la zona, vio la vivienda y le gustó. No podía pedir más esfuerzos a sus padres. En eso estaba cuando en sus idas y venidas conoció a un joven palmero que, como él, también soñaba con ser abogado. Hablaron y se instalaron. Fueron acomodando la estancia hasta hacerla mínimamente confortable. Los dos tenían la suerte de haber sido educados en las tareas del hogar. Uno de ellos, Luis, era un decente cocinilla así que la comida quedó a su cargo. Pasaron los días y los meses y curso a curso se complementaban mejor. Cada vez que uno viajaba a su isla el otro sentía que esa ausencia se hacía cuesta arriba. Hacía tiempo que aquello era algo muy parecido a una relación más allá que la de dos estudiantes que comparten techo. Ambos se dieron cuenta. Tenían 27 años. Los estudios avanzaban y uno terminó la carrera primero pero engañó a sus padres y decidió quedarse con el compañero hasta que éste finalizara la suya. Encontró trabajo en Santa Cruz y bajaba y subía. De eso hace 20. No se han separaron jamás. Hace 12 se casaron, hoy son padres de una niña y pronto de otra. Siempre le dieron normalidad a la relación. Su amor ha sido tan fuerte que el día que los padres de uno se sentaron con ambos para hacer preguntas una respuesta los dejó sin artillería. “Nos queremos y nadie nos va a separar”. Hace poco nos vimos y hablamos de aquellos días y en especial de una frase del alegre y ocurrente Luis, “a mí no me gustan los hombres, me gusta él”.
No lo sé, pero tengo la certeza de que estos no podrían vivir el uno sin el otro.http://www.marisolayala.com/
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