domingo, 4 de septiembre de 2016

¿Quiere usted un inmigrante o refugiado en su casa?


Por José L. Román.- Europa está que arde con el tema de los inmigrantes musulmanes y refugiados. Aunque Estrasburgo niegue la evidencia y los medios informativos lo intenten ocultar por orden gubernativa, una inmensa mayoría de ciudadanos europeos están hasta los tímpanos del alto índice de criminalidad que sufren en sus respectivos países, por el buenismo de sus gobiernos y demás autoridades. 
España es Europa, y sin embargo, la prensa casi en general, como si de un acuerdo tácito se tratara, también oculta sistemáticamente la nacionalidad de los autores de delitos muy graves, cuando éstos son cometidos por inmigrantes legales o ilegales, o refugiados. Todo lo contrario del trato recibido por presuntos delincuentes españoles autóctonos. En este caso, no solo publican su nombre, domicilio, y cualquier otro dato de los que figuran en los archivos de la Administración, sino que apostillan el relato de los hechos con la condición del detenido (militar, albañil, policía, taxista, labrador o sacerdote). Por lo tanto, la imagen que se está intentado dar a la opinión, es la de una nación donde la inmigración y los refugiados no alteran para nada la convivencia pacífica de los ciudadanos españoles.
¿Qué están consiguiendo con ésta maniobra de omisión y ocultación? Pues en primer lugar faltar a la verdad, lo que no solo denigra a un medio y a sus trabajadores, sino que provocará más pronto que tarde, y a medida que los españoles descubran la trama urdida por Autoridades y partidos políticos, una pérdida absoluta de credibilidad. En segundo lugar, agravar el problema. A medida que esos inmigrantes descubren el proteccionismo del que gozan por parte de los medios de comunicación, autoridades, y partidos políticos, aumentan sin dudarlo su participación en actos criminales y delictivos. Y en tercer y último lugar, el efecto llamada. Aún recuerdo lo que me dijo un inmigrante rumano, con ocasión de coincidir con él en una planta para la ITV: “Para nosotros, los rumanos, y teniendo en cuenta las duras leyes de nuestro país de origen y sus cárceles masificadas e inhabitables, delinquir en España con leyes tan blandas y cárceles de lujo, no es para pensárselo dos veces”. No hace falta volver a explicar aquí lo que consiguió con la apertura de fronteras y papeles para todos, aquel indocto e iluminado ministro socialista con Zapatero, llamado Jesús Caldera.
Los que en nombre del buenismo y la solidaridad están todos los días machacando por activa y por pasiva que España es un país solidario y de acogida, y que debemos permitir la entrada a todo inmigrante o refugiado que lo solicite, no están pensando en esa solidaridad que publicitan aportando dinero de su peculio particular, más bien están pensando en el dinero de los demás, o en el que se deriva de los impuestos que pagamos, y que es el fruto de nuestro trabajo, nuestro esfuerzo y nuestro sacrificio.
Si apelásemos al sentido común nos daremos cuenta de nuestra situación; pues no deberíamos olvidar, que el número de desempleados en nuestro país es de casi cinco millones de trabajadores, y otros tantos con empleos precarios. Que nuestros recursos son cada vez más escasos. Que nuestra Seguridad Social está quebrada. Que nuestro sistema de pensiones no se sostiene. Que cada día somos menos los que contribuimos y soportamos la pesada losa del sistema autonómico. Y que la deuda pública española supera los 1,50 billones de euros, lo que supone ya un 140% del PIB.
Yo plantearía a nuestras autoridades una humilde sugerencia: someter a referéndum el asunto para que el pueblo se pronuncie: “¿Quiere usted un inmigrante o refugiado en su casa?”. En caso de que la respuesta fuese que sí, propongo que a través de las Delegaciones y Subdelegaciones de Gobierno de cada provincia, se establezcan inscripciones libres y voluntarias para acoger a inmigrantes y refugiados que vengan a España sin un contrato de trabajo. La medida sería la siguiente: Todo aquel ciudadano español con recursos suficientes -como por ejemplo nuestros diputados y senadores-, que de manera voluntaria quieran y deseen acoger en su domicilio a todos los inmigrantes o refugiados que su situación les permita, podrán hacerlo mediante la firma de un documento aportando un aval bancario, comprometiéndose, mientras el acogido no trabaje ni cotice a la Seguridad Social, no solo a correr con los gastos de manutención, asistencia sanitaria, educación, etc., sino también a responsabilizarse personalmente del comportamiento y la conducta del acogido durante el tiempo que permanezca en España, hasta ser deportado nuevamente a su país de origen una vez recuperada la normalidad en la zona conflictiva de donde proceda.
Con esta medida, les puedo asegurar que se acababa muy pronto ese alardeo de la mano tendida a la que nos tienen acostumbrados, y que no es otra cosa que un comportamiento hipócrita para dar una imagen de buen samaritano, cuando de lo que se trata es de utilizar para sus propios planes y fines personales el dinero y los bienes de los demás, a través de oenegés, plataformas o asociaciones muy bien remuneradas.
A nadie se le niega que sea solidario con inmigrantes o refugiados, pero que lo sea libremente bajo su responsabilidad y comprometiendo su patrimonio. Queda muy llamativo y solidario cara a la galería -como hacen nuestros políticos-, admitir a familias de refugiados, la mayoría numerosas y con una religión y costumbres que chocan de frente con las nuestras, cuando tenemos aquí miles de familias, hijos de España, que carecen de los recursos más elementales para cubrir las necesidades básicas de subsistencia.
Es de esperar, que no caigamos en el infantilismo de llamar a la reacción desatada por la impotencia, racismo, sino sentido común. Los políticos que hablan en este sentido y realizan una llamada a los inmigrantes y refugiados para que vengan a España, no llevan a sus hijos al mismo colegio donde acuden inmigrantes o refugiados. Ellos son “casta”, viven en zonas residenciales con guardaespaldas las veinticuatro horas del día, y no meten en su casa con sus hijos a ninguna de esas familias inmigrantes, a no ser, que los quieran para ponerlos a su propio servicio a cambio de cama y comida, o por un sueldo mísero y en negro, como lo ha venido haciendo el hipócrita de Echenique.
Poco les importa a los parásitos que defienden la “apertura de fronteras y papeles para todos”, que los españoles más modestos tengan que convivir después con esos inmigrantes o refugiados, que como sucede en el resto de Europa convierten los barrios obreros periféricos en auténticos guetos, porque como he dicho antes, esos inmigrantes llegan sin recursos a un país con un alto índice de desempleo como España, buscando la subvención por hijos en riesgo de exclusión social, con una religión y costumbres muy diferentes a las nuestras, y respaldados por un proteccionismo gubernamental y político, que ya quisiéramos para nosotros los propios españoles.
http://www.alertadigital.com/2016/09/03/quiere-usted-un-inmigrante-o-refugiado-en-su-casa/

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