En 1966 un accidente aéreo ocasionó que dos bombas atómicas estadounidenses detonaran sin causar reacción nuclear, pero sí provocando contaminación radiactiva. 50 años después se ha demostrado que la contaminación continúa. Los responsables no asumen ninguna obligación legal por la contaminación presente o futura.
Greenpeace presenta el documento "50 años de accidente de Palomares: El suceso, las consecuencias y la gestión de los residuos radiactivos", en el que exponen los datos disponibles del accidente, repasando las actuaciones de limpieza, investigación y vigilancia que se han llevado a cabo desde el año 1966 hasta ahora.
La organización ecologista pide un acuerdo jurídicamente vinculante con los EE.UU. durante un periodo de tiempo no inferior a la permanencia de la contaminación, y que base sus límites en el principio de precaución. Greenpeace pide transparencia con toda la información pasada y futura y participación pública en los planes para Palomares. "Si la contaminación no tiene caducidad, tampoco debe tenerla la responsabilidad. El principio de quien contamina paga debe hacerse valer frente a las instituciones de los EE.UU. Asimismo la transparencia y participación pública debe estar presente en las actuaciones de las instituciones españolas", hadeclarado Raquel Montón, responsable de la campaña nuclear de Greenpeace.
© Greenpeace /Pedro Armestre
El 17 de enero de 2016 se cumplen 50 años del accidente de Palomares, en el que dos aviones militares de EEUU colisionaron cuando sobrevolaban la localidad almeriense. De las cuatro bombas termonucleares que transportaba uno de los aviones, dos detonaron al chocar contra el suelo, liberando parte del material radioactivo que contenían. El ejército estadounidense emprendió la limpieza en el área y envió material contaminado de regreso a EEUU, pero la limpieza no fue completa y dejaron una cantidad significativa de contaminación en la zona. A finales de los 80 Palomares vivió un boom agrícola, turístico y urbanístico. Esto dió lugar a movimientos de terrenos radiológicamente contaminados y del 2000 al 2010 se trabajó en planes de investigación y rehabilitación, para lo que se ocuparon 40 hectáreas que en la actualidad están valladas. "El desarrollo económico destapó el esfuerzo propagandístico del famoso baño de Fraga por negar la contaminación radiactiva en Palomares. Los residuos radiactivos que se producen no desaparecen jamás por muchos baños, almacenamientos o planes que hagamos", ha apuntado Montón.
En la actualidad existen incertidumbres. Hay zonas contaminadas fuera de las valladas y sin embargo no está indicado. La justificación de que esto sea así según las fuentes oficiales es que no existe riesgo real para la población o el medio ambiente, pero este punto no está claro. Por otra parte esto supone una contradicción ya que, si esto es así y no hay riesgo real no se entiende el argumento para la justificación de la nueva necesidad de limpieza para evitar la dispersión, que por otra parte califican de irrelevante.
Greenpeace también destaca la incertidumbre sobre la financiación y la responsabilidad para realizar las labores de limpieza y vigilancia. Según la Comisión Europea, es de gran importancia la cooperación del Gobierno de los Estados Unidos con España para superar las consecuencias socioeconómicas del desastre.
El memorándum de entendimiento firmado el lunes 19 de octubre de 2015 por el secretario de Estado de Estados Unidos, John Kerry, y su homólogo en España, José Manuel García-Margallo, no tiene validez jurídica. Según esta Declaración, los participantes acuerdan negociar e intentar llegar a un acuerdo futuro, condicionado a la existencia de fondos y sabiendo que no tienen ninguna obligación legal de cumplirlo y que pueden cancelarlo de manera unilateral cuando quieran.
Greenpeace se ha opuesto a cualquier tipo de desarrollo, pruebas y uso de armas nucleares por parte de cualquier país desde su fundación en 1971 y continúa haciéndolo. Mientras existan las armas nucleares el riesgo accidental, como el de Palomares, o deliberado, sigue siendo un problema real. La historia demuestra que los programas nucleares no pueden ser pacíficos, seguros y limpios, sin importar si es para fines civiles o militares. Los residuos radiactivos no tienen solución. Sólo una transición completa a las energías renovables puede ofrecer una paz verdadera y sostenible.
"Todas las personas y las futuras generaciones merecen un futuro sin más residuos, sin más accidentes nucleares y sin la amenaza de la guerra nuclear", ha concluido Montón.
En la actualidad existen incertidumbres. Hay zonas contaminadas fuera de las valladas y sin embargo no está indicado. La justificación de que esto sea así según las fuentes oficiales es que no existe riesgo real para la población o el medio ambiente, pero este punto no está claro. Por otra parte esto supone una contradicción ya que, si esto es así y no hay riesgo real no se entiende el argumento para la justificación de la nueva necesidad de limpieza para evitar la dispersión, que por otra parte califican de irrelevante.
Greenpeace también destaca la incertidumbre sobre la financiación y la responsabilidad para realizar las labores de limpieza y vigilancia. Según la Comisión Europea, es de gran importancia la cooperación del Gobierno de los Estados Unidos con España para superar las consecuencias socioeconómicas del desastre.
El memorándum de entendimiento firmado el lunes 19 de octubre de 2015 por el secretario de Estado de Estados Unidos, John Kerry, y su homólogo en España, José Manuel García-Margallo, no tiene validez jurídica. Según esta Declaración, los participantes acuerdan negociar e intentar llegar a un acuerdo futuro, condicionado a la existencia de fondos y sabiendo que no tienen ninguna obligación legal de cumplirlo y que pueden cancelarlo de manera unilateral cuando quieran.
Greenpeace se ha opuesto a cualquier tipo de desarrollo, pruebas y uso de armas nucleares por parte de cualquier país desde su fundación en 1971 y continúa haciéndolo. Mientras existan las armas nucleares el riesgo accidental, como el de Palomares, o deliberado, sigue siendo un problema real. La historia demuestra que los programas nucleares no pueden ser pacíficos, seguros y limpios, sin importar si es para fines civiles o militares. Los residuos radiactivos no tienen solución. Sólo una transición completa a las energías renovables puede ofrecer una paz verdadera y sostenible.
"Todas las personas y las futuras generaciones merecen un futuro sin más residuos, sin más accidentes nucleares y sin la amenaza de la guerra nuclear", ha concluido Montón.
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