Queridos amigos grancanarios: un “marinero en tierra Albertino” se dirige a ustedes, en la confianza de ser escuchado en clave de hombre amante de la mar, de su Isla, y de todo aquello que ella nos ha dado.
Rememorando, ahora, no a Alberti, sino al teldense Saulo Torón, “el mar es a mi vida, lo que al hambriento el pan”, “para vivir tengo que ver el mar”. Y así ha sido a lo largo de estos sesenta y tres años, que bien en las costas grancanarias, o en aquellas otras mil donde la vida me llevó, siempre, siempre, me enamoró el trajinar de sus saladas aguas; máxime cuando éstas lo eran del “Sonoro Atlántico”; esa siempre mar cercana y profunda de Tomás Morales.
Sinceramente felicito a aquellos políticos que poseen la destreza de la convicción , pero también por poseer ese alto grado de sensibilidad que les permita trocar en visiones mágicas, llenas de encanto la simple roca hiniesta en medio de un mar de espumas, y la Isla universal, multirracial y cultural, verdadero emporio comercial del Atlántico, locomotora económica que tira del Archipiélago , y que con orgullo todos denominamos Gran Canaria.
Al decir todo esto del hipotético buen político y de la obra que de él esperamos, no hago más que hacer justicia. Tras cada acción desarrollada con exito en bien de la sociedad grancanaria deben haber muchas horas de trabajo, de denodado esfuerzo, seguramente restado al ocio y al merecido descanso.
El buen político al que me refiero y añoro para gobernar mi Isla debe macerar en su mente mil y un detalles que con uniforme valor colocará de forma precisa con aparente anarquismo.
Las calles, las plazas, las avenidas, los diques portuarios, las playas urbanas, los anónimos y recoletos rincones de la Isla de la Gran Canaria y sus gentes. Todo tendrá que tener un por qué. Nada e debe ser elegido al azar, más bien que sea el fruto de las cientos de preguntas sin respuestas aparentes. Debe Buscar incesante la belleza, contribución del hombre sencillo a la creación del Gran Arquitecto Universal, del que todo parte y al que todo transciende.
La Isla de Gran Canaria y sus habitantes son el producto de la lava volcánica y del salitre.
En la visión mágica de la ciudad cosmopolita de Las Palmas de Gran Canaria, en la belleza de sus pueblos villas y ciudades o en el paroxismo surrealista de las Dunas y Oasis de Maspalomas que se transforma en re-creador de paisajes, la naturaleza indómita de acantilados, playas de arena y poliédricas formas arbóreas, se entremezclan con la Isla amada-temida, deseada-odiada, cercana-distante, personalizada-anónima.
Solo me resta felicitar y animar a todos aquellos políticos honrados y de recto proceder que ya tienen meridianamente claro el que la Isla de Gran Canaria, la misma que la reina Isabel la Católica la llamara "Cápita por ser Grande", hoy como en otras tantas veces de la historia , espera que den ese necesario paso al frente para su justa defensa en contra de los ataque sistemático de esos grupos mal llamados patriotas canarios que en los últimos años han intentado poner piedras en el camino a su desarrollo.
Fdo. Julio Glez. Padrón
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