ARTÍCULO DE MARÍA SÁNCHEZ
Hay dos labores del hogar que a la mayoría de las personas, sólo de pensarlo, les producen repeluz. Una de ellas y, tal vez la más repudiada, es la de limpiar el polvo. Personalmente conozco a pocas personas que les agrade hacer este latoso trabajo que como digo tiene pocos admiradores.
La siguiente es la de lavar los platos o fregar la loza, como se dice coloquialmente. Aun teniendo el San Benito que siempre le acompaña, suele ser el primer trabajo para muchos chicos que acaban siendo grandes cocineros o chef, ya que siempre se empieza por el primer escalón y éste es el primero acompañado por el de pelar papas.
Este invento que tanto ayuda al ama de casa, no fue creado hace tres días, tiene más años de vida de lo que podamos suponer.
La idea del primer lavavajillas fue de Joel Houghton quien lo patentó en 1850 que sólo quedó en una idea patentada pero sin éxito.
Treinta años después (1880) una mujer patentó y construyó ella misma la primera máquina para lavar platos. Esta fue Josephine Cochrane, quien tras casarse con un hombre de negocios y político, recibía en su casa gran cantidad de invitados a los que agasajaba con grandes banquetes, lo que conllevaba el tener que fregar mucha loza. Aunque, lógicamente ella no lo hacia, sí notó que cada vez se rompían más piezas de su lujosa vajilla china del siglo VII.
Mujer emprendedora y de grandes ideas, decidió diseñar una máquina que lavara, sin estropear, su delicada vajilla. Dentro de una caldera de cobre dispuso una rueda con una serie de compartimentos, donde colocar por separado, platos y vasos. La rueda se movía gracias a un motor haciendo éste que entrara y saliera por varios conductos agua con jabón.
Su invento llegó a oídos de directores de hoteles y restaurantes, quienes la obligaron a patentar y fabricar su artilugio de manera más o menos masiva.
Había nacido el lavavajillas.
Josephine Cochrane fallecía el 3 de agosto de 1913.
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