Podrían parecer inofensivos, pero los caracoles que vemos en nuestros jardines son más peligrosos de lo que parecen: varias especies de caracoles hermafroditas disparan dardos del amor contra la pareja con la que copulan. Cuando son lanzados, estos dardos ,que transfieren secreciones de esperma, pueden fertilizar los huevos del compañero. Estas particulares flechas, compuestas de calcio, son fundamentales para los caracoles promiscuos que se aparean con múltiples parejas para fertilizar el mayor número posible de huevos.
Sin embargo, los expertos no sabían si estas armas son dañinas. Ahora, un estudio reciente afirma que reducen la fertilidad y pueden acortar la esperanza de vida de los caracoles. Para su experimento, el director del estudio Kazuki Kimura, biólogo de la Universidad de Tohoku (Japón), y su equipo compararon el número de puestas de huevos con la esperanza de vida de individuos en cautividad de la especie Bradybaena pellucida, nativa de Japón.
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Los resultados revelaron que el caracol alcanzado por los dardos paga un elevado precio por procrear: pondrá pocos huevos y vivirá solo tres cuartas partes del ciclo de vida normal de un caracol, que son unos 60 días. Parece, por tanto, una práctica absurda: ¿por qué lanzar estos dardos si hieren a la portadora de tu descendencia?
La respuesta podría encontrarse en los genes egoístas de los caracoles: se sabe que los dardos desaniman a la madre que podría querer aparearse de nuevo, por lo que son la garantía de que solamente traerá a tus hijos al mundo.
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