domingo, 14 de diciembre de 2014

Los 90, la época en que peor se habló de todos los tiempos


¡Ah! ¿Quién no ha sido adolescente en los noventa? Mucha gente, me diréis, mi madre, por ejemplo. Bueno, pero ¿quién no ha vivido los noventa? Pues los millennials, por ejemplo, o los que nacieron a partir del 96, que no se acordarán de nada….
Como no hay manera de empezar este artículo generalizando, porque sois todos muy listos, simplemente diré lo mismo que el calvo de Celtas Cortos. Yo es que estaba aquí solo y me he puesto a recordar, me entró la melancolía y os tenía que hablar. Los noventa fueron unos años duros, pero mágicos. En los noventa no había Facebook, ni teléfonos móviles, ni Tinder, ni esas guarradas. Los noventa fueron una jungla social donde el modo de hablar, la jerga y las convenciones sociales eran herramientas poderosísimas para subir escalones en la cadena trófica. Como estamos perdiendo los rasgos de identidad del lenguaje de la calle, aquí va una miniguía GQ nostálgica sobre el habla de los noventa.

MACARRISMOS
El vocabulario de los noventa democratizó muchas de las expresiones barriobajeras de décadas anteriores. El uso de frases propias del cinequinqui invadió a la juventud, que empezó a hablar “como un macarra”, que, por otro lado, era una de las frases favoritas de una madre. Daba igual de dónde eras, la única diferencia entre uno del barrio de Salamanca y otro de Carabanchel era el número de macarrismos por segundo. En aquella época no había chonis, ni canis, ni swaggers. Entonces había bakalas, macarras y yonkis: los primeros te podían dar una paliza, los segundos te podían robar el plumas y los últimos te podían atracar con una jeringuilla por la noche volviendo a casa, que era otra de esas cosas que les gustaba decir a las madres.

En los noventa, básicamente, hablábamos como Candela Peña. Entre los macarrismos más utilizados, estaban algunos que ya eran puretas para la época. He aquí un ejemplo de un sábado cualquiera:
“En casa te habían enmarronado por las notas, pero como tú pasabas de tus viejos y te quedaba un talego quini, te pillabas la chupa de estranjis y quedabas con la peña en los recreativos para ir a dar un voltio por el centro. Pillabais el bule, salíais de marchuti, le dabais leña al mono, os cogíais una buena moña, teníais movida con unos rockers y finalmente te pillabas un teki para volver a keli, donde iban a darte la barrila antes de meterte al sobre porque te habías ‘canteao’ mazo”.

Todo esto puede sonar tremendo en una sola frase, pero juro ante Parker Lewis que todas esas expresiones las usábamos a diario.

EL PAREADO ME HA MOLADO
Otra de las cosas que comenzó a gestarse en los ochenta y tuvo su gloria en los noventa fue el uso de pareados para expresar ideas concretas. Según los expertos arqueólogos, todo nació de la expresión vintage“Nasti de plasti”. Estos recursos tan gongorinos vinieron influenciados por las frases ingeniosas concebidas en las agencias de publicidad, que por aquel tiempo vivían una edad de oro. Ahora los publicitarios son esos tipo huraños y holgazanes que malviven en Gracia o en Malasaña, pero en los noventa, amigos, eran como el lobo de Wall Street, pero con más droga y rimándolo todo.
  • En fin, Serafín.
  • Hasta luego noruego.
  • Alucina, vecina.
  • Ciao, pescao.
  • Date el piro, vampiro.
  • A la cola, pepsicola.
  • Voy más pedo que Alfredo.
  • Hasta la vista, trapecista.
  • De qué vas, Bitter Kas.
  • No te enteras, Contreras.
  • Echa el freno, Madaleno.
  • No te enrolles Charles Boyer.
  • Te has “colao” bacalao.
  • A tope con la Cope.
  • Okey, makey.
Estos pareados hoy en día son de uso restringido de cuñados y de madresque quieren hacerse las modernas.

LIGAR EN LOS 90. UNA INTRODUCCIÓN
En aquella década lo de ligar era radicalmente diferente. El concepto del rechazo entonces estaba muy mal visto. La cobra, que ahora se percibe como medio triunfo, algo así como la paz de los valientes o la Intertoto de la seducción, en los noventa era considerada una ignominia y quedabas marcado de por vida si la Susi te apartaba la cara. Además la Susi se te cabreaba vehementemente y te soltaba un “¿Qué haces, ‘pringao’?” que podía ir acompañado o no de bofetón. Otros tiempos. En los noventa, una conquista solía llevar tiempo y requería el despliegue de todo el arsenal diplomático que estuviera a nuestra disposición. Aquí dejamos un ejemplo real en tres actos entre el Rober, el Javi y la Susi en la discoteca Overdrive.

ACTO 1:

Rober: Oye Susi, tronca, que te quería contar una cosa.
Susi: ¿Qué pasa, Rober?
Rober: Pues nada que ¿a ti qué te parece mi colega el Javi?
Susi: Hostia, el Javi me cae muy bien, es muy majo. (Hoy en día con el “majo” ya tendríamos información suficiente para acabar con esto, pero entonces éramos inocencia pura).
Rober: Pues es que me ha dicho el Javi que está por ti.
Susi: ¿Y no puede venir Javi y decírmelo a mí? (Esto era parte del teatrillo, pero la verdad es que todos aceptábamos el contrato social)
Rober: Yo que sé tía, que le da corte… pero ahora se lo digo.

ACTO 2: 

Rober: Javi, macho, que me ha dicho la Susi que vayas a hablar con ella.
Javi: Joder, Rober, ¿pero hay tema?
Rober: Yo creo que sí, que te la haces fijo…
Javi: Gracias Rober, tío, eres un colega...

ACTO 3:


Javi: ¿Qué pasa, Susi?
Susi: Hola, Javi.
Javi: Que nada. Que si quieres rollo conmigo... (Éste es el alfa y el omega de las relaciones casuales)
Susi: Javi, tú me caes muy bien, de verdad, pero es que me gusta otro.
Javi: Joder tía, pero no te estoy pidiendo de salir, te estoy pidiendo rollo.(“Pedir de salir” como concepto de compromiso)
Susi: Ya, pero es que a mi el que me gusta es el Rober y esto sería un canteo.
Javi: Ya...
Susi: ¿Le puedes preguntar al Rober si quiere rollo conmigo?

LOS VERBOS "PILLAR" Y "PETAR

Como os habréis fijado, en los 90, prácticamente la mayoría de las afirmaciones se podían construir con los verbos “pillar” y “petar”, en cualquiera de sus múltiples manifestaciones. Ilustramos con este ejemplo.

CONVERSACIÓN HOY EN DÍA:


-Anda, ¿te has comprado una moto nueva?
-Sí, la verdad es que está genial.
¿Cuánto corre?
-La he puesto a 250, un amigo mío puso la suya a 320, pero le rompió el motor.
-Jo, qué bestia. Si con esto no te acuestas con Susi… (En los noventa, tener moto potenciaba tus relaciones sentimentales)
-Jajajaja, yo a Susi ya no me la ligo ni a tiros.

MISMA CONVERSACIÓN EN LOS 90:

-Anda, ¿te has pillado una moto nueva?
-Sí, la verdad es que peta mazo.
-¿Cuánto pilla?
-Yo he pillado 250, un amigo mío pilló 320 con la suya, pero le petó el motor.
-Jo, qué bestia… Si con esto no te petas a la Susi...
-Jajaja, yo ya no pillo con la Susi ni a tiros.
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