Voy a recordar hoy en vísperas de “El Gordo” un par de historias vividas en los sorteos navideños después de tantos años en los que he cubierto días urgentes como el del lunes. Pero sin mencionar un solo nombre porque en algunos casos será mejor no difundir la miseria humana que también trajeron los millones. Un relato éste que tiene la intención de desearles Felices Fiestas y que “El Gordo” toque en la puerta de quienes compran Lotería que los que no lo hacen son los que más se quejan y no. El lunes, cambiará la vida de muchos. Ojalá Canarias tenga un golpe de suerte y sus vecinos sean bendecidos por la Diosa Fortuna. Falta nos hace.
Un compañero y yo nos fuimos en busca de los premiados, es decir, a recoger sus testimonios pero para nuestra frustración la familia nos dijo que de fotos nada y de nombres, menos. Tenían miedo de que los etarras les secuestraran y pidieran un alto rescate…No hubo manera de convencerles así que asumimos nuestra derrota con contrariedad, enfadados, pero cuando nos subíamos al coche rumbo a la redacción un viejo amigo de Tenoya metió su cabeza por la ventanilla y nos alertó discreto: “…ahí abajo, en el barranco, a unos viejillos le han tocado un fleje de millones; es un matrimonio que vive en una cueva…”.
Ni dudarlo. Bajamos por la ladera y efectivamente, en una cueva nos encontramos a una mujer de unos setenta años que apenas podía caminar. La zona era intransitable y como ella andaba poco tenía graves problemas de movilidad. Cuando vio llegar a los periodistas nos recibió encantada, como quien se siente reina por un día. Hizo café y contó sin tapujos que le habían tocado 250 millones de pesetas. ¿Dónde compró los décimos?, le preguntamos al comprobar la soledad en la que vivía, lejos del mundo. Un vendedor que subía y bajaba la zona se los vendió. Ella no paraba de reír y nosotros de acurrucarnos porque el frío era importante. Nos atendió con mucho cariño pero, eso sí, nos pidió un favor; no hacer fotos hasta que no se despertara su marido que “anoche salió y se echó una copillas…”. Uhmmmm…
Hicimos guardia unas horas hasta que finalmente un hombre flaco, despeinado, con un cigarro entre los labios, envuelto en una manta salió de un cuartucho. Cuando cogió resuello y después de conocer por boca de su esposa su buena suerte, se vino arriba, se puso una cachucha y preguntó si éramos del banco. “No”, contestamos, “bueno”, dijo entre carcajadas, “pues hágame una foto con mi mujer y el perro mirando al barranco, así, con la escopeta…”. La foto (que debe conservarse en el archivo de La Provincia) es una genialidad. El hombre feliz con la escopeta de caza se apoyó en una destartalada nevera que había en la entrada de la cueva y desde allí apuntó barranco abajo, al tiempo que gritaba: “¡Estoy esperando a los del banco!… ¡si aparecen me los cargo…!”. Más tarde supimos que meses antes el hombre había acudido a una entidad bancaria para solicitar un crédito. Quería comprar una vivienda con escaleras “por mi mujer, que no puede caminar” pero le negaron el crédito. “No teníamos de donde responder”, le explicaron. Su venganza con los millones ganados en el “Gordo” fue depositar el dinero en un banco distinto al de la negativa y su alegre final feliz que meses después compraron una casa terrera en La Isleta. Su sueño. Ese es, como ven, un relato feliz de Lotería y de premios.
Pero los hemos vivido habido infelices como el de aquella mujer que con los 400 millones de pesetas que ganó en el sorteo compró un barco y una casa/castillo en Lanzarote. Nunca sacó el título de patrón de yate y jamás usó el caserón. Se llenó de deudas y tuvo que volver a trabajar en el bazar donde lo hacía hasta que la suerte (mala en su caso) tocó en la puerta. Por no contar la historia del matrimonio de Las Palmas de Gran Canaria que ganó muchos millones, no recuerdo con exactitud. Tantos que ellos, que vivían en El Polvorín (zona marginal por entonces), acabaron comprando una casa en primera línea de Las Canteras. Pero no todo fueron buenas noticias: en el trajín de la euforia el marido le confesó a su todavía mujer que hacía 12 años que mantenía una relación con otra mujer con la que tenía un hijo de siete. Roto el matrimonio cada uno para su casa y a otra cosa. Ella aún vive en Las Canteras pero no se ha recuperado jamás del golpe bajo que le dio la vida. Tal vez creyó que su mayor tesoro era su marido y evidentemente estaba equivocada…
Dos regalos navideños por los que siento atracción tal vez porque representan dos formas de ver la vida, un yate y un castillo y una casa digna. Pero, en fin, cada uno es dueño de tratar de hacer realidad sus sueños. Veamos cómo nos trata la suerte dentro de unas horas cuando el bombo comience a rodar y la simpar y nostálgica cantinela lo inunde todo. Quien más quien menos juega algo, un décimos o varios pero todos tenemos una ilusión numérica. Prometo contar aquí mismo si la suerte me visita.
Me gustaría que ustedes hicieran lo mismo. Suerte y que sean felices en Navidad y siempre.
http://www.marisolayala.com/
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