… ¡lávese bien las manos!; porque, ¡vaya desgracia!;
pues si con su mano manchada, aunque imperceptible usted no las vea (las manos
sucias), ese veneno le puede amargar la jornada, y algo más. Los residuos
invisibles de la leche de la tabaiba -aunque pegajosos- son de tan alto grado
de peligrosidad, que sin darse uno cuenta, o sin querer, le estrecha la
mano a un amigo o a quien sea, y esta
persona desconociendo lo que usted a tocado, y que sin lavarse él las manos al
creer las suyas estaban limpias, es mucho y grave lo que le puede pasar o suceder al igual o lo mismo que a usted-,
por eso, inmediatamente, quítese ese veneno de la mano (o manos), que tanto
para usted, como para los otros, es de muy mal sabor (de boca), y de muy mal gusto,
y pero para la vista si se pasa el índice por la ceja. Por todo ello, le
recomiendo, que si tiene que pasar por entre tabaibas, mejor tome sus
precauciones -al margen de las multas si las daña (pisa, troncha, arranca,
etc.), a alguna, lo mejor es no tocarla, pero bien que puede llevar y ponerse
guantes, y así librarse -en parte-, porque nunca se está a salvo al cien por
cien de sus efectos maléficos, que te saltan y sin darte cuenta, te quedas
ciego, o amarguras de muerte, como le contaré mañana -si Dios quiere-, que lo
cosa no va de coña, que esto va en serio, y debe usted tomar sus medidas, sus
precauciones, y así evitar males mayores, a sí mismo como a terceros. Mañana,
le cuento lo de Carmelo -monitor de mis campamentos en Güi-Güí-, que me pidió la
unción de enfermos (o extremaunción), porque por culpa de la tabaiba se veía y
creía morir. ¡Y escapó de milagro!
El Padre Báez.
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