AUTORA MARÍA SÁNCHEZ
Resulta casi imposible no encontrarnos cerca de nuestro entorno a una persona que, por una causa u otra, no esté sufriendo en sus propias carnes una situación desagradable. Las razones son múltiples y, obviamente nunca son buenas, podemos tropezar con una madre que llora con desespero la pérdida de un hijo, o aquel otro que soporta la enfermedad de un ser querido.
Estas situaciones son comunes en nuestra vida, pero lo verdaderamente desagradable y triste es encontrarnos solos caminando por esta calle de dolor y de tristeza sin una mano amiga que estreche la nuestra y nos de una palabra de consuelo.
En muchas ocasiones hemos escuchado esta palabra en boca de una madre que, desesperada por el comportamiento del chiquillo mataperro y desinquieto como rabo de lagartija, no la deja tranquila ni un momento. También se le escucha a la esposa, que sobrelleva como puede, el vicio de su marido que se pega a la botella como si de la misma etiqueta se tratara.
Sacando de mi baúl de recuerdos, me viene a la memoria un matrimonio que conocí de pequeña, al marido le gustaba más un pizco de ron que a un niño un caramelo. Cada vez que llegaba a la casa ella lo recibía con las manos en jarra y, mientras le hacía un josicon le decía “entra pa dentro desgraciado que, con tus borracheras me traes por la calle de la amargura” Al señor le daba igual por la calle que fuera su mujer, pues al día siguiente llegaba de la misma manera, recibía el mismo saludo y, como cada día, agachaba la cabeza y se iba derechito a la habitación para dormir la mona.
El origen de la frase viene de muchos siglos atrás. Hace referencia a la Vía Dolorosa o calle de la amargura, lugar que recorrió Jesús camino del Calvario llevando la cruz a cuesta.
Como se puede comprender el nombre no puede ser más adecuado.
Les deseo una feliz Semana Santa.
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