Marisol Ayala
No había conocido a nadie como ella. Nunca había tropezado con una persona de su talla moral. Lean y opinen ustedes mismos. Hablo de una mujer que hoy está por encima de los cuarenta años y que con veinte y pocos le plantó cara a la familia y el mismo día que acompañó a dos tíos maternos a conocer el asilo en el que querían dejar a sus abuelos, se rebeló.
A ese paseo invitaron a los ancianos que animaban con frases tales como “verán lo bien que está aquello”. “Aquello” era un asilo. La joven se había criado con ellos de manera que no tenía más que mirarlos para saber qué pensaban. “No nos gusta?”, musitaron. Fue en ese instante cuando la jovencita mujer de entonces se posicionó: “Ellos no quieren quedarse y si no pueden cuidarlos lo haré yo. A los abuelos no los dejo aquí. Yo me hago cargo”. La chica dejó estudios, dejó todo lo que podía esperar. Primero estaban ellos.
Con ambos jugaba, hablaba, daba largos paseos hasta convertirse en la madre de sus abuelos. El día que nos vimos contaba su relato con dolor porque dice haber visto en cara de los ancianos, el miedo, la soledad y el abandono. Los vio llorar y prometió lo que dijo: Los cuidó hasta los últimos días de su vida. A esa mujer la conocí hace poco. Amigos comunes propiciaron un café que derivó en una larguísima y maravillosa charla durante la cual descubrí a un ser humano maravilloso.
Con ambos jugaba, hablaba, daba largos paseos hasta convertirse en la madre de sus abuelos. El día que nos vimos contaba su relato con dolor porque dice haber visto en cara de los ancianos, el miedo, la soledad y el abandono. Los vio llorar y prometió lo que dijo: Los cuidó hasta los últimos días de su vida. A esa mujer la conocí hace poco. Amigos comunes propiciaron un café que derivó en una larguísima y maravillosa charla durante la cual descubrí a un ser humano maravilloso.
¿Hay o no hay gente maravillosa en la maraña de la vida?
fuente :http://www.marisolayala.com/
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