domingo, 19 de enero de 2014

Viaje a los confines de Noruega La senda del agua



Un equipo de geógrafos completa un proyecto de tres años para recalcular los kilómetros de costa del país nórdico.

Los graznidos parecen rasgar el límpido cielo estival. Las aves –frailecillos, al­­catraces, araos, gaviotas– se arremolinan en tropel en torno a los farallones que emergen del agua. Nos hemos he­­cho a la mar prácticamente en el punto más sep­tentrional posible, frente al cabo más al norte de la costa de Noruega, muy por encima del círculo polar Ártico. Mientras el bote salta y cabecea en los canales que serpentean entre las rocas, redescubro una verdad harto conocida: a las aves marinas se les da bien volar, y también flotar, nadar y bucear, pero nada más. Corren por el agua salada hasta que parece que jamás conseguirán elevarse, y aterrizan como pesadas gotas de lluvia sobre la espuma de las olas rompientes.
Pero cuando están en el aire, vigilando las aguas con la cabeza ladeada, se convierten en amas y señoras de esta costa accidentada, estas islas quebradas que orlan el confín boreal de Noruega. Aquí y hacia el este, en dirección a Ru­­sia, Noruega se topa de lleno con el océano, sus promontorios pelados penetrando cual puños en el mar de Barents. Nadie conoce el litoral noruego en su totalidad, y entre sus horizontes más ignotos está la costa de la península de Varanger, que finaliza en una punta situada más al este que el propio San Petersburgo. Es una playa baja, helada, salpicada de peñascos antiguos, a un mundo de distancia de Bergen y bañada en luz cobriza entre los infinitos archipiélagos que pueblan la desembocadura de los fiordos.
Por supuesto, es posible salvar en coche la distancia que hay entre Bergen y Vardø, en la punta oriental de la península de Varanger, pero un vistazo a un mapa o a un juego de cartas náuticas deja claro que un coche es más un problema que una solución. En los últimos 120 años los barcos de la famosa Hurtigruten (literalmente, «ruta rápida») han tendido un puente salvador entre las comunidades más aisladas y el mundo exterior. Viajando a bordo de este expreso costero, los kilómetros no tienen importancia, y cuando el sol de medianoche está en su plenitud, las horas tampoco. El tiempo se mide por la progresión de puertos: Bodø, Svolvær, Tromsø.
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