martes, 3 de septiembre de 2013

El Porsche de capricho del Rey en el que vio la muerte de cerca



La afición de Don Juan Carlos por los coches potentes y la velocidad es bien conocida. Su manera de conducir le ha dado más de un susto, aunque a estas alturas ya no esté para esos trotes. 

Pocos recordarán ya la tarde en que Don Juan Carlosllevó a dar una vueltecita en su nuevo capricho de cuatro ruedas a su hija, la Infanta Cristina.

Era un precioso Porsche 959 plateado, con tapicería de cuero negro y maderas barnizadas en el salpicadero; probablemente el mismo o uno parecido al que el financiero catalán Javier de la Rosa había regalado al monarca por su 50 cumpleaños, utilizando el nombre de otro buen amigo de Don Juan Carlos, el príncipe georgiano Zourab Tchokotoua, casado con Marieta de Salas, amiga a su vez de la Reina Sofía.

La joyita le salió al empresario por un pico: 24.499.930 pesetas de entonces, equivalentes hoy a unos 300.000 euros. En la factura, fechada 10 de octubre de 1988, se detallaba el número de chasis del vehículo deportivo: WPQZZZ95ZJS900243. Y también se adjuntaba una nota especificando que la operación "está pendiente de importación (con el consiguiente pago del derecho arancelario e IVA) por efectuarse directamente por la Casa Real".


De la Rosa entregó primero una señal de 3.397.345 pesetas, mediante siete talones de la cuenta 595-41 de la oficina de La Caixa de la calle de Balmes, número 182, en Barcelona. Las restantes 21.102.585 pesetas se pagaron con un cheque bancario de Banca Catalana, ingresado en la cuenta de Porsche en el Deutsche Bank, como detallaron en su día los periodistas Manel Pérez y Xavier Horcajo.

El Porsche deportivo derrapó a causa de una placa de hielo cuando la Infanta Cristinaviajaba con su padre al volante hacia el pirineo leridano, el 27 de diciembre de 1990.

El coche se salió de la carretera y los insignes viajeros abandonaron el vehículo sin sufrir, por fortuna, apenas un rasguño. Padre e hija fueron atendidos en un puesto cercano de la Cruz Roja, mientras aguardaban la llegada de los coches de la escolta, rezagada ante la gran velocidad a la que conducía el monarca.

Con razón Sabino Fernández Campo, siendo jefe de la Casa del Rey, exclamaría al ver a éste descender de un avión en camilla tras sufrir un accidente deportivo: "¡Un Rey sólo puede volver así de las Cruzadas!".
fuente : http://www.elsemanaldigital.com

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