jueves, 1 de agosto de 2013

Magia del campo:



A veces hay cosas esenciales en el campo, y no las vemos. Tal vez la pobreza en todos los sentidos, nos impidan verlas. Hay muchísimos paisajes por ver. Los bosques de lo que sean, tienen sus encantos; los profundos barrancos, con sus altos riscos, temibles unos y otros, por su poder fascinante que atraen y engañan. Misterios por desvelar entre tanta belleza oculta. El sol en su ocultación –como en las salidas- nos hechiza; el mar con su serena belleza, hace que surja lo más humano que llevamos y somos. A veces, hay que hacerse niño, y mirar las estrellas, y dejarse llevar por el firmamento, tanto al amanecer como antes en el anochecer. El viento y su música entre las ramas de los árboles, el susurro del goteo del agua a su paso. 
Tanta hermosura, como si la presencia de Alguien se adivinara sin verlo, porque se hace palpable e inasible. Es el poder de la creación, huella de su Creador. La luna franciscana y sus hermanas: toda la creación. Criaturas que duermen de día y despiertas de noche, llenan de suaves pasos su existencia escondida y misteriosa. La tierra madre. La tierra generosa. Las flores. Seres intocados e invisibles. La vista no ve, por más que mira. Se siente. La niebla en densidades diversas, creadora de fantasías y embrujo. Se vislumbran siluetas. Se confunden realidades con ficciones. Olores de mar, de tierra, de montes, de hierbas, de... Respirar la mañana. Espejos de aguas, mares de plata. Montañas que esconden valles. La fruta. El miedo (no el miedoambiente). ¡Cuántos encantos! Senderos de cabras, que se pierden. Pequeños ojeros donde la hierba crece. Jardines que tocan el cielo. Laberintos entre piedras. Huecos y abrigos. Zonas planas, por encima de los pinos, llenando el suelo de previsible fuego, sin agua engañados, que impiden la entrada del sol y el paso resbaladizo de incautos. Laderas de pinocha estériles, con superficies secas, muertas. Mullido caminar, sin suelo firme. Musgos que miran al norte. Añorados cuervos idos. Allá los de verde (seprona), que preservan  y mantienen la muerte ante la vida que quiere surgir, apagada. Dominando y protegiendo a criaturas invisibles. Silbidos de vientos, presagios de malos agüeros o augurios. Ya sin equilibrio entre el hombre y la naturaleza. Hombres escondiéndose, acariciando recuerdos, escuchando balidos inexistentes. Con los ojos cerrados, y hablando solo, sin nadie a su lado. Invisible el miedoambiente, custodiando leyes y normas, que matan y asombran...


El Padre Báez.

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