miércoles, 3 de julio de 2013

Hay que curar al campo:










autor : padre baez

El campo vive una grave enfermedad terminal, y está en su etapa final. Esto supone para los campesinos un vivir en un gran sufrimiento, tristeza y angustiado. El cabildo con el seprona y el miedoambiente es un cáncer malo, mortal. Se vive pendiente de la situación, y es que al enfermo, no se le aplica ninguna terapia, no se habla de la enfermedad, se elude tomar el pulso, la tensión, la fiebre. No se le hace analítica alguna. Simplemente, no se atiende al enfermo, que muere sin asistencia o preocupación por el paciente. La verdad, que precisamente, por falta de diagnóstico, ni siquiera sabe uno bien si se trata de cáncer o si de una esclerosis, que como es sabido se trata de una enfermedad degenerativa, y tal vez hasta tenga a ambas y aún más males o enfermedades. Por supuesto, que uno, impotente lucha porque esto no acabe o termine, y hasta por que se cure y sane, se recupere y vuelva a tener la salud perdida. Algún remedio paliativo debe existir, pero si los “médicos” se niegan a aplicar al enfermo olvidado, no hay nada que hacer. Lo que está claro, es que no se alivia dolor alguno del enfermo, que sufre y padece, sin esperanza de curación alguna.
 La enfermedad o enfermedades, generan un gran y grave malestar, al ver que no tiene cura (cura hay, pasa que no se la aplica). Por supuesto, el dolor es físico y psicológico. Ningún tratamiento evita el dolor, ni alivia el sufrimiento. Se ve al enfermo con rabia, y con tristeza; muy triste. Se siente el miedo a morir. El problema más que grave, es que la patología avanza, y –repito- no se le presta atención alguna. Nada o poco puede hacer en este caso el capellán (con humildad, un servidor). El enfermo (el campo, y los campesinos), sobrellevan la dolencia, nadie habla con él. Sufre ansiedad, sin tratamiento, no tiene cura, sin medicina, no se va a curar. Nadie ni nada reducen su sufrimiento, que aumenta. Está desanimado. Nadie le asiste. Se ve y sabe en una etapa final. Miedo. Solo tiene –en mi persona, a un confesor-, que le ayuda a afrontar la muerte. La situación es tan grave y múltiple, que si no lo es, parece el enfermo padece esquizofrenia, a la vez el cáncer avanzado. El campo, como Francisco de Asís, está estigmatizado. El campo (y el campesino), por si era poco lo que padece, no tiene con quien desahogarse, llora sin consuelo alguno. No encuentra apoyo psico-social alguno, no es atendido, no. Se derrumba. Está solo. No tiene vía de escape alguna. A veces parece entra en una parálisis cerebral fuerte. Todo se agudiza, cuando aparece ya hasta dificultades respiratorias. Y todo sin ayuda, sin control. Al avanzar las enfermedades (la enfermedad), se va dejando de hacer cosas (nada se puede hacer). No se reduce, ni se elimina la enfermedad; tampoco, el dolor y el malestar. Se aburre. Ni se evade de la enfermedad, no hay actividad que lo distraiga. La única actividad es, pensar en el pasado, haciendo balance de y recordando los buenos momentos de otros tiempos atrás. Le ayuda, el ser creyente, aunque se cuestiona la fe dada la situación que padece, y la falta de formación al respecto. Al menos, cuenta con un cura (un servidor), pero... Ni siquiera hay ayuda a la hora de la muerte, ya próxima. No tiene ni acompañamiento. Solo unos negros cuervos cuales buitres carroñeros miran de lejos expectantes y nerviosos (seprona y el miedoambiente). El árbol, se seca...


El Padre Báez.

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