Al buscar un tema para mi artículo semanal y, buscando entre esas frases que pronunciamos sin saber su origen, topé con esta que por un momento me llevó a mis años de estudiante, época tantas veces comentada y recordada, en ocasiones con nostalgia y en otras con cierto sabor agridulce.
Fue en aquellos años de estudiante cuando escuché, con mayor frecuencia, lo de ir en fila india, o lo que es lo mismo, unas detrás de otras. Para que la columna de niñas fuera lo más vertical posible, las monjas nos hacían estirar el brazo derecho, hasta que este se apoyara en el hombro de la compañera que nos precedía.
Colocadas en posición íbamos encaminándonos hacía las aulas. Todas guardábamos el más absoluto silencio bajo pena de ser sermoneadas por la monja que nos acompañaba.
A todo esto debo añadir, que hoy les agradezco ese amor al orden y la disciplina, claro está, llevada en su justa medida.
Pero no es sólo en el colegio donde se guardaba la fila india. Por descontado que es de obligado cumplimiento en las paradas militares, también la fila se lleva a cabo en cualquier lugar donde debe reinar un orden de llegada; ya sea en la caja de los supermercados, donde siempre tenemos que dejar paso a quien sólo lleva un pan de molde, o el yogurt para el niño, hasta en los baños públicos donde, desconozco porque extraña razón, siempre la cola está en el de las mujeres ¿?
Lo cierto es que rebuscando en mi memoria son tantos los lugares en los que nos vemos obligados a hacer fila, que casi se hace imposible enumerarlos todos. Hoy se ha sustituido la fila por los números que, en orden correlativo, nos va llevando hasta el mostrador de la pescadería, charcutería o a la ventanilla de cualquier banco.
A pesar de todas estas previsiones para guardar un orden de llegada, más de uno se ha encontrado con el típico/a personaje que dice aquello de, “¿me dejan pasar que tengo el coche mal aparcado?” a lo que por lo bajinicontestamos “pues aparcarlo bien listillo” al mismo tiempo que miramos para el techo, como si nos importara mucho lo que pueda a ver en él.
Lo que podemos afirmar, categóricamente, es que las personas y las cosas están en fila india, cuando unas y otras se encuentran colocadas unas detrás de otras.
El nombre, como no podía ser de otro modo, viene de los antiguos indios que poblaban los territorios de Norteamérica. Sobre esta costumbre existen varias versiones, que como siempre, unas son más creíbles que otras.
Un de ella nos habla de que los indios caminaban unos detrás de otro como una distribución jerárquica, siendo el de más edad el que abría la fila, seguido por los de rangos inferiores.
La segunda, y en mi modesta opinión más creíble, era que lo hacían cuando, huyendo de los soldados que les seguían, caminaban todos sobre la huella del primero. De este modo engañaban al enemigo al no poder conocer éste, la cantidad de personas que les precedían. Aparte de esta artimaña se valían de que el último fuera borrando las huellas dejadas anteriormente.
Curiosamente, esta costumbre la adoptaron luego los soldados americanos, cuando la guerra de la independencia.
De ahí nos viene la palabra, caminar en fila india.
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