En muchas ocasiones deseamos ardientemente mandar a la porra a esa persona que, tozudo e incansable, se empeña en dar la tabarra hablando sin descanso de un tema que ni nos va ni nos viene. Esta frase era muy socorrida en mi niñez cuando discutíamos con otros niños. Era la más parecida a un taco pero también éramos sabedores de que no era pecado, ya que si la decíamos delante de un mayor, no mostraba enfado.
Ésta y el jolín o jolines eran un arma verbal que arrojábamos, a modo de insulto, sin por ello tener que confesarnos el grave pecado.
Si bien es verdad que esta expresión era más peninsular que canaria y, que entre los niños de mi edad la copiamos de un primo mío que llegó de mares a fuera.
La expresión mandar a la porra, tiene diferentes variantes y se emplea según nuestro estado de ánimo. Lo mismo es pregunta que afirmación, ¿Te quieres ir a la porra? O el escueto y terminante “Vete a la porra” Aquí no cabe duda alguna que esto es una orden clara y en toda regla en laque no caben; ni preguntas ni ruegos.
Los tacos que escuchamos en las voces de nuestros niños y jóvenes, más que lo primero parecen verdaderas amenazas. Muchos de ellos son aprendidos en las series de televisión que invaden nuestros hogares. Los chicos los recogen y los hacen suyos alegremente sin saber muchas veces, el verdadero significado.
No es que, a esta altura de la película, (mis años) hayan muchas cosas que aún puedan asustarme o sorprenderme. Sí es cierto, sin embargo, que en ocasiones más que pudor y vergüenza siento pena al escucharlas cuando quien las pronuncia es un adolescente.
Pero, la vida cambia y con ella las modas, incluidos los tacos, los insultos y hasta la permisividad a la que se ha llegado en nuestros días por parte de algunos padres. Sé que los míos y los de los niños de mi generación, no permitían esas libertades.
El mandar a la porra no es, como frase, algo tan grave como para rasgarnos las vestiduras. Lo que ya deja de tener gracia es la procedencia de la expresión.
Su origen viene de la antigüedad, cuando los soldados se trasladaban caminando al lugar donde se llevaba a cabo la contienda. Entre la tropa se encontraba un soldado encargado de tocar el tambor. Éste portaba un largo bastón de plata con gran empuñadura, llamado porra.
Al llegar al lugar elegido la porra se clavaba a varios kilómetros de distancia del campamento. Si algún soldado o mando incumplía una orden era arrestado, mandándolo al lugar donde estaba hincada la porra, hasta que cumpliera su castigo.
Por lo tanto el grito de “vallase usted a la porra” indicaba un castigo y no un vulgar taco que, tal vez, era mejor recibido.
autora : maría sanchez
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