Nueva York ,Times Square y Broadway
AUTOR : JOSE DIAZ
P
rimera vez que uno visita Nueva York tiene sentimientos encontrados: por un lado todo es familiar ‘ya visto en la televisión o el cine’ y, por otro, sorprende, impresiona. En el caso de Nueva York, además, la realidad supera a la ficción. Tiene más luz de lo que uno pudiera suponerle, es más abarcable de lo que uno imaginara, y los gordos son más gordos que en ninguna otra ciudad y el clima más agresivo que en cualquier lado. En verano –aseguran- es una parrilla, en invierno un congelador. Y, pese a todo, quizá sea la ciudad más divertida del mundo.
Algo de mi (mí) paso por allí
Escribe el periodista Enric González en su libro ‘Historias de Nueva York’ que cuando en Manhattan son las tres de la tarde, en Europa son las nueve de diez años antes. Es posible. No sé si Nueva York sigue una década por delante pero lo simula muy bien.
Nueva York está a 6.000 kilómetros de Madrid, a siete horas y media en avión y otros 20 minutos más del taxi que cogí desde el JFK hasta la 45 street, entre la 6 y la 7ª avenida, junto a Times Square . Si el vuelo se puede conseguir por 350 euros y el taxi cuesta 50 dólares, son los 6.000 kilómetros de trayecto más económicos que conozco. En el avión atraviesas el océano Atlántico, en ese taxi amarillo tan visto en las películas pasas por Queens –un barrio de casas bajas prefabricadas de esas que cuando llegan unas rachas de viento un poco fuertes se desmoronan- y Brooklyn, la cuna de, entre otros, Woody Allen. De repente, cuando sigues mirando de un lado a otro reconociendo que estás en un país diferente surge en la luna delantera del taxi una postal de película: una maraña de rascacielos (Manhattan).
Basta dejar la maleta en el hotel y saltar a la calle para darse de bruces con una sociedad peliculera. Un tipo vestido con un sombrero vaquero, calzoncillos abanderado estilo ‘fardagüevos’, botas de cowboy y una guitarra española es lo primero que me cruzo por la acera. Lógicamente me giro y me asombro al ver que soy el único al que le llama la atención ese extravagante individuo de casi dos metros de altura. En Manhattan cada uno viste, hace y dice lo que le da la gana siempre que se ajuste a la ley. Eso sí, para llamar la atención hace falta algo más que el ‘look’ que acabo de describrir. Curiosamente tiene más éxito una careta de Barack Obama.
Camino por Times Square , bajo por Broadway hasta el Flatiron (quizá el edificio más bonito de Manhattan) y subo por la Quinta Avenida donde hay algunas tiendas que son auténticos museos. La Biblioteca Pública, la catedral de St Patrick’s y… ¡¡¡Ruth y Jesús!!! Dos íntimos amigos que andaban por allí de luna de miel. Me acuerdo de mi tío Ricardo que siempre defendió que Nueva York es como Gijón, un pueblón. Ya puestos quedé con ellos para comer el jueves.
No hay comentarios:
Publicar un comentario