De hecho se ha roto la relación política con el
campesinado. Más aún, la clase política –y sobretodo el cabildo- es el mayor
enemigo del campo. Para colmo, el campo, no tiene ningún líder. Hay campesinos
que se suicidan y los que no lo hacen, están psicológicamente también
“suicidados”. ¿Cómo es posible, el campo solo sea visto como forma de recaudar
dinero por parte del cabildo y otros, pero no como producción del sector, sino
como multas a todo aquel que intente hacer algo en el mismo? El campesino paga
y no se queja, ni se manifiesta. Para colmo, nada reivindica a pesar de la
violencia con la que los tratan, que es de masacre total. El problema es, que
los campesinos, no se enfrentan al miedoambiete y al seprona, que han ocupado
el campo cual si todas las fincas fueran suyas. No, no hay enfrentamiento
alguno, sino sumisión y aceptación total de toda violencia y abusos. La
situación, es más que crítica. No hay democracia; usan el acoso sin armas, pero
como si las usaran. El daño es irreparable en muchos casos (suicidios). Lo poco
que queda está en peligro. No hay diálogo alguno, ni es posible. La indignación
es privada y personalizada, pero no comunitaria y unida. Nunca antes el campo
sufrió un ataque tan continuado, de cara a su exterminio. Muy mal parado está
el campo. No hay sindicato alguno que defienda al campesino. El gobierno mira
hacia otro lado y deja su suerte en manos del cabildo que paga a sus
funcionarios de las multas que pone a los campesinos. El campesinado no se
manifiesta, calla asombrado con terror y miedo inmedible. El conflicto es
constante e imparable. El campo ha sido y es traicionado por quienes debieran
defenderlo: ¡nadie! Nada se reivindica. Es un verdadero drama. Crece la pobreza
en el campo, por la imposibilidad de hacer nada en el mismo (todo es punible,
todo está prohibido, todo está tipificado en números de euros en multas). La
corrupción, es la única planta que crece en el campo, sin que haya sido el
campesino quien la haya sembrado. Es la guerra de la soberbia cabildicia contra
la humildad y silencio del campesino aterrado. Se está eliminado la cultura del
campo, por parte de una arrogancia sin nombre del medioambiente y el seprona,
brazos del cabildo. El campesinado, se ha quedado sin derecho alguno. La crisis
económica es mayúscula en el sector, al estar vetado toda acción de cara a
salir de ella. El campo se derrumba (como sus alpendres). No hay recuperación
posible, ni planeamiento alguno. Nadie ya, trabaja en el campo. Crece el paro
(en el campo). Nada se reestructura, y toda modernización está parada. El
contrincante del campesino, es el cabildo (que gana). El fracaso en el campo,
es total. Se han roto las relaciones campo-administración (salvo para pagar
multas). No se ve en el horizonte, tiempos mejores. El campesino vive en un sin
vivir, bajo la mirada constante y vigilancia del medioambiente y el seprona.
Actualmente, el protagonismo del campo, ha desaparecido totalmente. A la clase
política le falta sensibilidad campesina. Solo brota en el campo violencia, y
solo violencia (atropello, acoso, multas, abuso, sanciones...). El campo, está
armado. Triunfa el cabildo. No se respeta ni a los ancianos del campo. Hay un
duro enfrentamiento cabildo-campo. El campo con su no-violencia; el cabildo,
reprimiendo y multando. Cada vez, el campesino es más pobre. Y el único factor
de riqueza es la tierra, es el campo. No hay diálogo alguno, sino multas y
pagos de las mismas. La injusticia es total, absoluta. Se vive en silencio la
tragedia de los suicidios como consecuencia de lo anterior o dicho.
Medioambiente y el seprona actúan como policía que no se les investiga, con
amplios y totales poderes. En el campo, reina la rabia y la frustración. El
campo vive en guerra. Todo va a peor. Lo peor, es que el campesino, no toma
conciencia de su responsabilidad de defender el campo y defenderse de una clase
política que los destruye y desaparece. Está claro, que la clase política
corrupta, tiene intereses en el campo, distinto a los del campesino, y está por
encima de los mismos, y las multas, van a más.
El Padre Báez.
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